Enero se nos escurrió de entre los dedos. El día 21 del año 21 del siglo 21 a las 21:21:21 brindamos por un año no digamos bueno, sino tolerable. Habíamos recibido la instrucción a través de Telegram, así que nos imaginamos brindando con CFK por sus causas justas.
No fue un mes precisamente tranquilo. Los Estados Unidos demostraron por qué son “de América” y el chiste que circuló por los mensajeros así lo prueba: «Debido a las restricciones para viajar, este año Estados Unidos tuvo que organizar el golpe en casa».
Trump, tan elogiado por CFK cuando fue elegido, lo hizo. Ya nunca más los cineastas podrán parodiar nuestros estilos de convivencia política (Bananas). Después de todo, independientemente del idioma y del producto bruto per cápita, la democracia en América está desigualmente repartida, sostenida con alfileres y siempre asediada por violentas contradicciones.
Como turistas, nos parecen encantadoras las ciudades que visitamos (San Francisco, Chicago, Miami, Nueva York). Pero el resto del país es un territorio atravesado por violencias económicas, raciales, políticas y de clase como probablemente no sean imaginables en ningún otro lugar del mundo.
Somos capaces de añorar el “Go West” de las caravanas beatniks, pero lo cierto es que las caravanas son ahora viviendas en enormes barriadas (“Trailer parks”) para los estratos más pobres (son por lo menos 20 millones de “ciudadanos” estadounidenses los que viven en esas caravanas que, en el caso de los estados más pobres del sur del país, constituyen el 20% de todo el inventario residencial).
La cultura americana nos ha dado a Emerson, Edgar Allan Poe, los beatniks, el pop art, Fitzgerald, Truman Capote, la imaginación espacial, las micropolíticas de integración racial y de género en las universidades, el cine clásico de Hollywood, las iMac pero también varias pesadillas: la permisividad ante la ignorancia, los crímenes de odio, Donald Trump, el estatuto colonial de Puerto Rico, la paranoia política (revocación de la residencia a Ángel Rama porque hacía análisis marxistas), Netflix.
La asunción de Biden y Kamala fue un poco un resumen de todo eso y una refundación prodigiosa: desde una vicepresidenta vestida como Lisa Simpson hasta J Lo hablando en puertorriqueño, por primera vez en la historia, en un acto oficial de esas características.
Por donde se lo mire, enero fue el espectáculo de la decandencia del imperio americano.