El jueves pasado, la Cámara 2ª del Crimen realizó un juicio abreviado en el cual Julio Mauricio Méndez, un excadete de la Escuela de Aviación Militar, fue condenado a tres años de prisión condicional por abuso sexual simple agravado por la participación de mas de dos personas, en perjuicio de una subalterna que cursaba el segundo año de la carrera. Ese día, también debía ser juzgado Leonardo Daniel Espíndola, un compañero del ahora sentenciado, pero no llegó a juicio. Desde Buenos Aires notificaron al tribunal que se investiga su muerte, en principio, como suicidio. De los dos, quien murió era el acusado más comprometido por la gravedad de los hechos, ya que se enfrentaba a una pena de prisión efectiva que partía de los seis años de cárcel.
En abril del año pasado, la querella había solicitado su detención para garantizar la realización del juicio. A pesar del modo en que abusó sexualmente de la víctima, nunca estuvo detenido. Mientras ella fue aislada en varias oportunidades en la Escuela y sufrió hostigamiento, Espíndola y Méndez siguieron haciendo su vida normal. Ante el pedido de prisión, el fiscal y el tribunal consideraron que no había riesgo procesal.
Ángeles (25) quiso contar a PERFIL CÓRDOBA su calvario. Dice estar “conforme dentro de lo que se pudo hacer” con el proceso judicial por el abuso sexual que sufrió cuando tenía 20 años. Pero, a la par, espera que la Justicia Federal haga su parte.
En ese ámbito, cinco funcionarios de la Fuerza Aérea están imputados por obstaculizar a Ángeles para que denuncie a sus agresores.
A tal punto que, después de hacer la presentación en el Polo de la Mujer, le impidieron realizar el Protocolo Médico de Emergencia, es decir, tomar la medicación indicada después de ser abusada. Esa demora le causó problemas en la salud.
También, por hostigarla hasta expulsarla. Al día de hoy, y a pesar de una orden judicial firme para reincorporarla, la Fuerza Aérea no tomó ninguna iniciativa para cumplir el fallo.

El hecho. Todo sucedió en la madrugada del domingo 19 de mayo de 2019 en la casa de dos aspirantes de la misma institución. En ese ámbito privado, un grupo de cadetes pertenecientes al segundo año –entre los cuales estaba la víctima– habían convenido una reunión social. Alrededor de las 2:30 de la madrugada llegaron Espíndola y Méndez, cadetes de cuarto año de la misma escuela. Le propusieron un trío sexual. Ella lo rechazó. Le siguieron tocamientos –por los que fue condenado Méndez– y luego Espíndola perpetró ataques sexuales con violencia y en varias ocasiones, hasta casi el mediodía.
Después de haber denunciado y de la orden judicial para reincorporarla, Ángeles escuchó relatos de otras mujeres que habían pasado por situaciones muy similares. Abusos sexuales en ámbitos externos de la Escuela y hostigamiento en la institución a partir de las denuncias penales. Hay causas judiciales por hechos precedentes y posteriores al que ella padeció.
En el caso que se juzgó el jueves último el tribunal exhortó a la Fuerza Aérea a rever sus prácticas en este tipo de casos.
—¿Qué significó para vos el ataque sexual?
—No sólo me vulneró física y psíquicamente. Me quitó el derecho a vivir mi intimidad con libertad, a sentirme segura en el lugar en el que vivía y estudiaba, a desarrollar la profesión que anhelaba desde que tengo memoria. Alteró mi vínculo familiar, con mis amigos, con mis compañeros de promoción, con superiores y subalternos en ese entonces. Dañó mi reputación de manera irreparable.
—¿Por qué no seguiste en la Escuela?
—Cuando informé la novedad y planteé que iba a hacer la denuncia me mandaron a meditarlo con la almohada y sucedieron indagaciones internas. Querían confirmarlo que había pasado antes de considerar ni siquiera la denuncia penal. Me recomendaron proteger la imagen de la institución y cuidar mi carrera. Daban a entender constantemente que acostarse con un superior resultaba beneficioso. El mismo día que hice la denuncia me impusieron sanciones.
—¿Es decir que no sólo no te acompañaron sino que te sancionaron?
con las visitas controladas por otros oficiales. Estas dos personas siguieron su vida normal. Tuvieron tiempo y energía para esparcir su versión. Me llamaron ´puta despechada´ y llegaron a decir que yo era una persona que les estaba por ‘cagar la vida’. Con esas palabras textuales. Posteriormente fueron desafectados de la Escuela, no por lo que me hicieron sino por cometer actos que rompían el código de conducta.

"Salvar" a la institución
—Tu papá es militar, ¿qué significó para tu familia todo esto?
—Cuando llegué esa noche, antes de informar (a los superiores), lo primero que quería hacer era avisar a mi familia (residía en Buenos Aires) que yo estaba bien, que no estaba en un hospital. Mi mamá sacó el primer vuelo que tenía a Córdoba. Cuando llegó le impidieron verme dentro de la Escuela. Nunca me informaron que estaba ahí. Fue muy difícil para todos. Nunca más pude compartir pijamadas con mis hermanos en vacaciones. Las pocas veces que lo intenté, me despertaba durante la noche llorando. Me aislé.
—Y eso que creciste en un contexto militar.
—En ese momento mi papá era vice comodoro. Yo me crié en el ámbito militar. Fui vecina de excombatientes de Malvinas. Si bien mi mamá fomentaba vínculos sociales más amplios, fuera de la fuerza, yo crecí en su interior. La familia aeronáutica fue parte de mi vida. Cuando mi mamá tuvo un ACV, mis vecinos se solidarizaron, acompañaron, ayudaron, cuando mi papá estaba de comisión y yo –con 14 años– me quedaba sola con mis hermanos y el más pequeño tenía nueve meses.
—¿Cambió tu mirada de ese mundo después de lo que padeciste?
—Mucho. Gente en la que confiaba no sólo me dio la espalda, sino que me atacó a mí, a mi padre, mientras yo trataba de buscar justicia y pedía que gente imparcial investigue internamente. Mi mamá presentó una querella civil y otra penal en Comodoro Py, que es la que se tramita ahora en Córdoba. La poca gente que tuvo el coraje de apoyarnos y defendernos, sufrió alguna consecuencia, un pase a retiro a un destino no deseado o sanciones.
—Superado el proceso en la Justicia provincial, ¿qué esperás de la Federal?
–Que sea expedita. Es un calvario esperar. Tanto en lo penal como civil tiene idas y vueltas. La orden de que me reincorporen a la Escuela llegó hasta la Corte, volvió, quedó firme y al día de hoy estoy esperando que alguien me diga ‘tenés fecha para rendir tus exámenes, te vamos a dar o no tu título´.
—¿Responsabilizás por eso a tus superiores?
—La lista es demasiado larga, no me alcanzan los dedos de la mano para contar la gente que es responsable de manera expresa con accionar y dichos; hay otros por omisión, que calculo que es por cobardía y por querer defender su carrera.
—¿Volverías?
—No. Es la vocación que tuve siempre, es el lugar al que siempre le tuve fe. Me decepcionó, traicionó, vapuleó, hostigó y me echó. Me fui del país intentando reconstruir algo. Hoy es imposible desarrollar mi vocación acá