El lugar elegido es La Cúpula Espacio Cultural, sitio icónico en Córdoba por haber sido taller del escultor Mario Rosso y que fue reabierto por su nieta para acoger a artistas de distintas latitudes. En ese espacio construido en la década del 80 y emplazado en Villa Belgrano, Enrico Barbizi reunirá a su banda y bailarines para dar un concierto que repasará sus discos y mostrará nuevos trabajos. En diálogo con Perfil Córdoba, el músico habló sobre la importancia del quehacer musical, la falta de acompañamiento del Estado y la escena de hoy.
- ¿Qué recordás de tus inicios en la música?
- Tengo dos o tres momentos. Uno fue el momento donde me puse a jugar con un piano que había en casa, que no usaba nadie.
- ¿Cuántos años tenías?
- Cinco o seis. Me acuerdo que estaba mi abuelo, él no era músico pero tenía un oído absoluto y sabía el nombre de las notas. Yo me puse a jugar, saqué una melodía de oído y él dijo: ‘epa, parece que tiene oído’; y me enseñó el nombre de las notas. Creo que ahí fue cuando, de alguna manera, supe que mi vida iba a tener que ver con la música. Jamás se me cruzó por la cabeza hacer otra cosa, si bien en un momento hice otras carreras.
- ¿Cuáles?
- Mi primer intento fue Letras Modernas: duré ocho meses. Después hice casi cuatro años de Comunicación Social pero la dejé porque me di cuenta que no era lo mío. Paralelamente siempre estudié piano por un lado y el profesorado de música en Colegium, que es la única carrera que he terminado. Apenas la terminé me invitaron a dar clases y de eso ya han pasado 21 años. Y sigo dando clases aquí.
- ¿Tu peor y tu mejor escenario?
- Es difícil. Si hablamos de los conciertos donde me tocó abrir el escenario para artistas internacionales, ahí tuve buenas experiencias y otras no tanto. Pero he tenido momentos en donde he tocado en un bar para poca gente y la he pasado muy bien, porque se mueven otras cosas más allá de la cantidad de gente o la plata. Creo que es más bien una cosa cíclica, vamos pendulando de un lado a otro entre buenos y malos momentos, incluso en el mismo concierto. Me parece que el arte está en administrar esa energía. Habitar un escenario no es nada fácil, sobre todo cuando uno es telonero porque nadie fue a verte a vos y la remás desde abajo. Por suerte he tenido lindas experiencias, con públicos muy respetuosos.
- ¿Cuál fue el show que menos disfrutaste?
- Estaba tocando en un lugar donde había mucha gente, que estaba comiendo. Yo tenía que hacer dos entradas de diez temas cada una. Y de repente me bajó la sensación de que nadie me estaba escuchando. Toqué seis temas, desarmé y le dije al dueño que me iba. Ese fue un momento feo porque estaba tocando y nadie escuchaba. Ahí decidí que en esos lugares no toco más.
- ¿Y el que más disfrutaste?
- El de Phil Collins en Instituto, en 2018. Porque fue la primera y hasta ahora la única experiencia que tuve en un estadio y toqué para más de veinte mil personas. Haber pisado ese escenario significó mucho, además de lo concreto que fue abrirle a Phill Collins en Córdoba. Me acuerdo que en un momento me dije: qué suerte tengo de estar acá. Y al toque me corregí y me dije: no, no es suerte, vengo trabajando hace treinta años para estar acá.
- Has tocado mucho en otras provincias, ¿has ido a otros países?
- No, es un pendiente que tengo. Conozco casi toda la Argentina gracias a la música pero no he cruzado el charco. Me encantaría, siendo yo además italiano; de hecho vine a los dos años a vivir acá y no volví nunca más.
- ¿No se dio la oportunidad?
- No sé. Creo que puse mucha energía acá. Tengo un pensamiento medio utópico y romántico de querer cambiar algunas cosas del lugar donde yo hago mi actividad y eso implica mucho sacrificio; pero hay algo de ese desafío que me gusta y que muy probablemente no lo viva yo, pero sí lo están viviendo nuevas generaciones que hacen música en un escenario mucho más amable que cuando yo tenía veinte años. Córdoba es complicada para con sus artistas.
- ¿Por qué?
- Varias patas: los medios que, excepto por dos radios, no pasan música de artistas de Córdoba, y la falta de productores. Vos parás a diez cordobeses en la peatonal y les preguntás quién fue Titi Rivarola y no saben. Todo eso conspira y hace que la gente no conozca sus artistas. Y caemos en ese cliché casi caricaturesco de que Córdoba es el cuarteto y el festival de choripán. Y en Córdoba hay un montón de cosas hermosas.
- ¿Qué sentís que ha cambiado en la escena local desde tus inicios?
- Cuando yo empecé la única manera de mostrar lo que uno hacía era tocando, saliendo a pegar afiches con engrudo. Hoy, con internet, el paradigma es otro. Es muy fácil acercar tu música a todo el mundo o grabar un disco porque lo grabás en tu casa con la compu. Eso tiene algo muy positivo, que es cierta democratización del hacer musical pero tiene sus riesgos: una homogeneización del sonido; suena todo muy parecido y no hay muchos riesgos. Luego, técnicamente es muy sencillo grabar un disco porque grabás una voz y afinás todas las notas con un programa. Yo tengo la idea de que para entrar a un estudio de grabación hay que tocar bien pero la empiria me dice que la gente que gana Grammys no sabe tocar ningún instrumento. Entonces tengo ahí un conflicto.
- ¿Ves políticas de Estado que acompañen al quehacer musical?
- Es una materia pendiente, más allá del color del partido que esté gobernando. Se confunde la cultura con el espectáculo y creo que caen en ese error todas las administraciones.
- ¿Te irías a vivir a Buenos Aires?
- No sé si me la bancaría. Me gusta mucho ir pero siento que he construido mi lugar en Córdoba. Sí me gusta la idea de moverme hacia muchos lugares pero siempre volviendo.