Parece un hechizo o una película de Hitchcock, pero nuestra querida Nación se ve, repetidamente, en una suerte de caídas sistemáticas sin límite. La actual situación es absoluta y probadamente grave para las empresas, sean estas del rubro que sea y el nivel de caída del Producto Bruto Interno alarma.
¿Cuántos años lleva Argentina sin crecer? Es la eterna pregunta de los referentes de la economía. Lo importante es saber y conocer de manera fehaciente hasta dónde somos responsables, cuál es el límite de cuidados que debemos tener como ciudadanos ante la pandemia sanitaria y desde dónde comenzamos a pasar de este estadio, al de ignorantes e ignotos desconocidos, a los que solo les interesa trabajar, para poder mantener la dignidad de vivir de propios ingresos, sin depender de limosna alguna del Estado.
¿Habrá sido este el gabinete de científicos a los que el Presidente hizo alusión meses atrás cuando comparó su equipo con el que tuvo la gestión anterior? ¿Hay diferencias sustanciales entre estos científicos y los CEO de Macri? ¿Qué siente la ciudadanía verdadera, depositante de confianza en sus gobernantes para una calidad de vida mejor? Muchas preguntas y pocas respuestas.
Uno de los puntos álgidos sería cómo solucionar el obsceno conglomerado poblacional del conurbano bonaerense, en el cual habitan cerca de 11 millones de personas, representando el 25% de la población argentina y el 64% de la población de la Provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos desocupados o sin trabajo estable.
Para ello, elaboré una propuesta que sería el comienzo constructivo de una transformación estructural, que nos otorgaría como Nación la posibilidad de reintegrar la dignidad y luz a esta preocupante situación.
La misma se ajusta al siguiente detalle: en primer lugar, la firma de un convenio de Estado a Estado con Israel. ¿Por qué y para qué? El Estado de Israel es pionero en el mundo de sistemas tecnológicos de desarrollo e investigación destinados al agro. Primordialmente en zonas inhóspitas. En notas anteriores propuse la integración al mundo laboral de ciudadanos en estado marginal que habitan provincias del norte argentino, con un convenio con la Universidad de Tel Aviv para la docencia en materia agropecuaria.
En segundo orden, propongo la creación de poblaciones nuevas en estado fundacional, con escuela, hospital, y en general con nueva organización comunitaria, brindando la estructura necesaria para que habitantes que hoy se encuentran subsidiados por el Estado se vea reemplazada por una fuente laboral y con perspectiva de desarrollo y bienestar para quien la necesite. Además, esto servirá para incorporar a personas que se encuentran fuera de sistema, por la crisis, a recuperar de manera honrosa la dignidad que ningún ser humano debería perder por malos manejos de sus gobernantes.
Con esto quiero significar que cualquier ciudadano argentino, como dice la Constitución, tendrá derechos y obligaciones, y si la vida, y la suerte le acompañan, podrá encaminarse a futuro en un horizonte de educación, salud y trabajo.
¿Cuántos habitantes del conurbano frente a una propuesta seria y respaldatoria por parte de una Nación que quiere progresar se inscribirían en este proyecto o iniciativa?
En tercer lugar, la Nación tiene un sinfín de tierras fiscales improductivas. ¿Imagina el lector cuántas hectáreas sobran en Argentina de tierras fiscales abandonadas y sin proyección ni futuro? ¿Imagina el lector qué tipo de cambios se producirían si en lugar de planes a jefas y jefes de hogar se repartiera trabajo por zonas geográficas con infraestructura adecuada? ¿Imagina el lector que quizás hoy esos hijos de padres sin trabajo ni esperanza, a futuro ellos podrán cultivarse, estudiar, sacrificarse y acceder al futuro que sus padres no pudieron alcanzar? ¿No es nuestro deber brindar a sus hijos una puerta de salida para sus ideales o necesidades? En cuarto lugar aparecen las razones. Todo lo producido estaría absolutamente vendido y sería exportable por el mismo carácter que el documento debería tener.
Es decir que el Estado de Israel a cambio de la enseñanza, y de la tecnología agropecuaria a destinar, y al asesoramiento en cuanto a su propia experiencia tienen (no olvidemos que se constituyó primariamente bajo la forma de los llamados kibutz que son conjuntos comunitarios habitacionales en los cuales la forma de administración es compartida entre sus integrantes), sería el que exporte los alimentos o vegetales producidos, ya que ellos mismos son proveedores de países de Medio Oriente.
A los gobernantes les propongo lo siguiente: Hagamos una prueba. a) Fin del gran clientelismo político basado en la miseria y dependencia inescrupulosa de las personas de bajos recursos pasibles de ingresar en este proyecto. b) Es el fin de los punteros del conurbano, que son parte del problema.
No vaya a ser que ocurra lo mismo que pasó cuando propuse hacer la experiencia en Chaco, que tenía 500 mil hectáreas fiscales. Diez años después la gente sigue peor, no hicieron nada a efectos de cambiar esto y lo que supuestamente hicieron fue vender hectáreas fiscales para desmonte. No sé si a título personal, pero no quisiera formular acusaciones de supuestos delitos, a un supuesto estado provincial, a una supuesta Nación, que aun y con mucha suerte se llama supuestamente Argentina.