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Adrián Mahía

De "pesquero" a pescador

Sus goles fueron decisivos en el inicio de la campaña que culminó con el ascenso de Belgrano en 1991. Hoy vive en Mendoza y es instructor de pesca con mosca.

Adrián Mahía
Nueva vida. Lejos del fútbol, el exdelantero de Belgrano se dedica a la enseñanza de la pesca con mosca. | CEDOC PERFIL

De su etapa como futbolista Adrián Mahía dice que le quedaron pendiente volver a Belgrano y jugar en Independiente Rivadavia, el club de Mendoza cuyo estadio lleva el nombre de Bautista Gargatini, el primo hermano de su abuelo materno.

“De Córdoba tengo recuerdos increíbles”, afirma el exdelantero, de breve y decisivo aporte –24 partidos y 13 goles- en el arranque de la campaña que terminó con el ascenso de la “B” en la temporada 1990/1991, el primero de un equipo cordobés en la AFA. 

Antes de que el periodista Víctor Brizuela lo rebautizara “Totó”, por su parecido físico con el italiano goleador del Mundial ’90 Salvatore Schilacci, Mahía irrumpió en la primera de Belgrano como “el Doctor”. En aquellos tiempos era habitual verlo llegar a los entrenamientos con el guardapolvo de estudiante de Medicina, luego de haber dado el presente y haberse “escapado” de las aulas del Hospital Nacional de Clínicas. 

“Lamentablemente me tocó irme de Belgrano a mitad de campeonato y me perdí toda la segunda rueda, pero igualmente me siento partícipe de ese histórico ascenso”

Al club de barrio Alberdi llegó casi por casualidad. “Como vivía cerca de la cancha me iba a ver los segundos tiempos de aquel equipo donde jugaban Blasón, Martelotto, Ramonda y ‘el Negro’ Ramos”, cuenta el exfutbolista desde San Rafael.

“En ese tiempo yo tenía la firma en Sportivo Pedal y todos los años me intimaban para que me presentara a entrenar bajo apercibimiento de suspensión. Un día me llama mi papá desde Mendoza y me avisa que no había llegado el telegrama y que podía firmar donde quisiera, pero todo aquello había hecho que odiara jugar al fútbol. Al tiempo intenté probarme en Universitario, pero las veces que fui no encontré a nadie y finalmente terminé en Belgrano”, explica Mahía.

 

Mahía BelgranoGOLEADOR. “Totó” Mahía fue decisivo para Belgrano en el arranque de la temporada 1990/91.

 

Goles son amores

Apenas seis meses la bastaron al mendocino para ganarse el corazón de los propios y también la consideración de los ajenos: el Círculo de Periodistas Deportivos de Córdoba lo premió como el mejor futbolista de 1990 y Belgrano vendió su pase a cambio de US$ 500 mil. “Fue una operación un poco rara que hicieron entre los dirigentes del club y algunos empresarios, y la verdad es que no vi una moneda de esa transferencia”, comenta. 

"En Rosario Central, Independiente y Platense no tuve mucha continuidad. Después me fui al exterior y tuve la oportunidad de conocer países y culturas hermosas".

Por expreso pedido de Carlos Aimar, el entrenador que meses atrás lo había pedido para llevarlo a Boca Juniors, “Totó” recaló en Rosario Central. Después llegaron Independiente y Platense, y un largo periplo por el exterior. “Tuve la oportunidad de conocer países y culturas hermosas”, refiere sobre sus sucesivos pasos por México, Costa Rica y El Salvador.  

En el fútbol azteca jugó para Toros Neza, Irapuato y Atlético Hidalgo, la filial del Pachuca. Durante esta última experiencia mejicana nació su hija mayor, Marina, y conoció al actual presidente de Talleres Andrés Fassi. “Nuestra relación quedó mal. Después de un partido me saltó un doping positivo por un remedio mal administrado, y él tomó parte a favor del médico. Fue un episodio triste. Por suerte me dieron una sanción leve, pero me fui enojado del club. La actitud de Andrés fue muy floja”, subraya.  

La carrera de Mahía tuvo su continuidad en dos equipos de Centroamérica, el costarricense Saprissa y el salvadoreño Águila, y terminó en 2002 en el Argentino A con la camiseta de Juventud Unida Universitario de San Luis. “En ese campeonato pude ver literalmente cómo los árbitros te chorean un partido. Esa injusticia me desanimó y decidí no jugar más”, señala. 

 

Mahía FamiliaEN FAMILIA. Mahía junto a su esposa Amalia y sus hijas María y Marina. Después de varios años en el exterior, se radicó en su Mendoza natal.

 

Cambio de hábito

“Lamentablemente me tocó irme de Belgrano a mitad de campeonato y me perdí toda la segunda rueda, pero igualmente me siento partícipe de ese histórico ascenso”, señala Mahía sobre aquel hito que el 28 de julio pasado cumplió tres décadas. “Siempre me quedaron las ganas de volver”, enfatiza.

“La pesca es una pasión y le dedico mucho tiempo. Es una práctica que ha tomado mucho furor en el país y en Mendoza se trabaja muy bien. Tiene mucho contacto con la naturaleza y el medio ambiente, y eso me gusta".

Cuenta que después de colgar los botines inicio el curso de director técnico, pero que al poco tiempo cambió de parecer: “El fútbol es hermoso pero durante muchos años me perdí todos los fin de semanas, todas las fiestas y estuve lejos de la familia y de los amigos, y no quiero más eso”.

En la actualidad, “el eslabón perdido” del Belgrano 1990/1991 administra locales y departamentos de su propiedad y es instructor de pesca con mosca, actividad en la que se inició tirando la caña en el Parque Sarmiento durante sus años en Córdoba. “La pesca es una pasión y le dedico mucho tiempo. Es una práctica que ha tomado mucho furor en el país y la verdad es que en Mendoza se trabaja muy bien con el turismo. Tiene mucho contacto con la naturaleza y el medio ambiente, y eso me gusta”, señala.

“Antes era pesquero jugando al fútbol y ahora sigo pescando”, bromea Mahía. ¿La medicina? Bien, gracias. “Hice hasta quinto año regular. Rendí la materia ‘Rayos’ y ahí nomás me fui a jugar a Rosario Central. Después nunca más toqué un libro”, cuenta. Y agrega. “Alguna vez hice gestiones para retomar la carrera, pero era difícil porque tenía que volver a instalarme en Córdoba. Me hubiera gustado terminar para darle esa satisfacción a mis viejos, que hicieron muchos sacrificios para que sus hijos puedan estudiar”.