La semana prenavideña trajo dos noticias importantes que podrían redefinir la macroeconomía de modo significativo para los próximos años. Una provino del Congreso de los EE.UU. y la otra de la Cámara de Diputados de la Nación.
El Capitolio aprobó una histórica reducción impositiva para la mayor economía del mundo (del 35% al 21% en el impuesto de sociedades que pagan las empresas), lo cual podría producir una ola global en igual sentido. Mientras, en Argentina ya se empezó a transitar esa senda con la media sanción que dio Diputados al proyecto de Reforma Tributaria.
Se estima que a partir de 2018 y por una década, la economía estadounidense dispondrá de un billón de dólares para hacer negocios, que antes iban al fisco. Esto significará una presión competitiva de alto rango –ineludible– para el resto de las economías del mundo.
¿Cómo se lee esto desde la realidad de un estado subnacional, como Córdoba? La lectura debe hacerse bajo el marco de lo establecido por otras dos leyes que también se sancionaron esta semana: la de Consenso Fiscal y la modificación de la ley de Responsabilidad Fiscal. Por la primera, las provincias se comprometieron a bajar impuestos, por la segunda a reducir el gasto y evitar los déficits fiscales.
Así entonces, el modelo para la próxima década quedó trazado: se viene una era de “low cost tax”, que más allá de los resultados macro que genere a largo plazo, en el corto plazo impondrá un cambio de paradigma en la forma de gestionar los estados (en todos sus niveles). Esto significa un rediseño del modo de gastar e invertir los fondos públicos y también de cobrar los impuestos.
“Si tú bajas impuestos se generan menos incentivos a evadir, pero a la vez hay que hacer una fiscalización más fuerte e inteligente”, explica el experto chileno Alejandro Burr, asesor internacional en materia de organización tributaria, control impositivo y facturación electrónica, que trabaja para organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT). Burr estuvo esta semana en Córdoba analizando el nuevo modelo de gestión tributaria que está implementando el Ministerio de Finanzas, y con él PERFIL Córdoba sostuvo el siguiente diálogo.
-¿Qué modelo de gestión tributaria exige un ciclo de baja generalizada de impuestos?
-Es un modelo con fuerte enfoque en la fiscalización electrónica y la autocorrección de los contribuyentes. De lo que se trata es de hacer muchas más fiscalizaciones (mayor cobertura) pero con un impacto que no sea tan fuerte en la operación de los contribuyentes. En otras palabras: el contribuyente debe sentir que la Administración Tributaria está muy presente, pero no porque fue fiscalizado le cobren un monto tan alto que, al final, le cueste seguir operando.
- ¿Sería un fisco “más amigable”?
- Es más amigable, pero a la vez aumentan las probabilidades de que la Administración Tributaria tome contacto con el contribuyente. El problema que hoy día pasa es que cuando los períodos de fiscalización son muy largos y lo que se cobra por diferencias encontradas es mucho, los contribuyentes no pueden seguir operando porque termina debiendo demasiado. Este impacto es el que se busca cambiar.
-¿Con qué herramientas se logra un modelo tributario de ese tipo?
-La tecnología ayuda mucho. Todo lo que tiene que ver con formas de notificación electrónica, en lo cual Córdoba ha avanzado bastante, permite armar de mejor manera ese tipo de control. También, hay que poner foco en la manera en la que la Administración Tributaria hace normalmente su trabajo. ¿Por qué? Porque ya las auditorias no deben ser tan largas; tienen que ser más acotadas, con objetivos más claros sobre lo que hay que revisar y sobre datos más ciertos en relación a las diferencias que se quiere cobrar al contribuyente.
-Para entender bien: se sacrifican montos a cobrar por tener un mayor universo controlado… ¿es así?
-Aquí lo importante es avanzar en los niveles de cobertura. Por ejemplo, en Córdoba se habla de más 300.000 contribuyentes; es fundamental ver cómo con la fiscalización electrónica se puede aumentar la cantidad de contribuyentes que se fiscalizan y con cobros específicos. Al final, lo que se debe lograr es la sensación de control permanente para generar un cambio voluntario en el comportamiento del contribuyente. La labor de una Administración Tributaria es, más que fiscalizar, hacer que los contribuyentes cumplan. Esto se logra cuando asumen que el Estado va a terminar yendo sobre ellos, y que si no hacen una mejora en su comportamiento en algún momento la fiscalización será más dura. De este modo, el Estado termina recaudando, idealmente, lo mismo o más de lo que recaudaba con un sistema tradicional.
-¿Hay alguna evidencia internacional que muestre que este modelo funciona?
-Un buen ejemplo es lo que está pasando con la factura electrónica: en el caso de Chile, cuando se hizo obligatoria, la evasión bajó dos puntos; en el caso de México, más de cuatro puntos. Entonces, hay cierta evidencia de que modelos de fiscalización electrónica con masificación de controles mejora el comportamiento de los contribuyentes.
-¿Cómo ve a Córdoba para ir en ese sentido?
-Me da la impresión de que el trabajo que se realizó en Córdoba (notificaciones on line, cedulón digital, web de DGR amigable) permite estar en buen pie para mejorar el modelo. A mí me gusta mucho lo que están haciendo con la notificación electrónica porque tiene mucho potencial de uso. En definitiva, han creado los fundamentos para poder avanzar hacia una fiscalización masiva y electrónica de mejor calidad que la que se está teniendo hoy en día. Si se arma un buen modelo de fiscalización, aprovechando todo lo que ya se ha realizado, el retorno para el gobierno respecto de la inversión que realice, va a terminar siendo alto.
EN SINTESIS
• Habrá mayores probabilidades de control
• Las fiscalizaciones serán masivas
• Las notificaciones electrónicas cumplirán rol clave
• Se acortarán los períodos auditados
• Los motivos de cobro serán más específicos
• Los procesos serán más transparentes
• Habrá menos incentivos para evadir