Como si hubiese recibido consejos de Carlos Salvador Bilardo, el oficialismo provincial pidió a sus intendentes que salgan a pegar… los comicios municipales con los de gobernador, para potenciar así las chances de Martín Llaryora, quien en vez de pegar está pateando la pelota afuera. Y es que, según algunos, prescribió el plazo para anunciar la fecha en que se votará en la ciudad de Córdoba, en tanto desde el Palacio 6 de Julio aducen que están a tiempo porque según el Oráculo del Indio Bamba, recién se verían obligados a hacerlo 20 días antes de que la constelación de Orión alcance el cenit a las 3 de la mañana; o 10 días después de que un colibrí se asome por la ventana del despacho del intendente.
Para colmo, en Hacemos por Córdoba reina la inquietud luego de que se conociera que el Encuentro Vecinal, de Aurelio García Elorrio, irá en alianza con Juntos por el Cambio en las elecciones de La Calera, municipio donde el peronismo se siente ahora menos seguro que Sergio Berni en una reunión de la Internacional Colectivista. Si bien existe un acuerdo similar en Bouwer, desde EV desmintieron cualquier posibilidad de que vayan a respaldar la candidatura a la gobernación de Luis Juez, tal vez espantados ante el peligro de que este dirigente profiera alguna expresión xenófoba y/o blasfema contra Santa Rosa de Lima o Santa Teresa de los Andes.
Del lado de la coalición opositora tampoco son todas rosas; y si lo son, tienen unas espinas más filosas que el comentario de un hater. En Río Tercero, el PRO se dividió en dos y Daniel Protti, presidente del partido, competirá por la intendencia desde fuera de la alianza porque dice representar “el pensamiento de Mauricio Macri”, con lo cual será difícil saber si finalmente apoyará al schiarettismo, al deloredismo, al antijuecismo o al pechitolopecismo. El temor es que cunda el ejemplo de Mendoza, donde el diputado nacional macrista Omar De Marchi rompió el frente con el radicalismo y lanzó su precandidatura a la gobernación, decisión que desató la furia de Patricia Bullrich, quien intervino el PRO mendocino pero, de estar a su alcance, quizás hubiera preferido enviar tropas de asalto que redujeran al insurrecto.
El termómetro cordobés de estas disidencias es la Comupro, la entidad que reúne a intendentes vecinalistas y del PRO cuyo titular, Oscar Fasolis, se tuvo que fumar la indecisión de sus pares y dio libertad de acción para que cada uno apoye a quien quiera, aunque es probable que en esa amplitud no se incluya a Máximo Kirchner, Donald Trump ni Ludovica Squirru. A la par de estos remezones internos, han surgido versiones que indican que como prenda de su acuerdo con Rodrigo de Loredo, Luis Juez le habría prometido al radical que en caso de ganar, no iría en 2027 por la reelección; y que se lo habría jurado con su mano derecha posada sobre el carnet de socio de Talleres.
Los libertarios, en cambio, no sólo no logran definir a quién nominarán en Córdoba, sino que además están tomando un cóctel de Biletan, Alikal, Sertal y fernet puro para digerir las declaraciones de Carlos Kikuchi, el armador del ‘dream team’ de Javier Milei, quien señaló que evalúan “desistir de presentar candidatos a la gobernación” en este distrito. Lejos de aquella idea de un casting de empresarios exitosos que compitieran para encabezar la lista de La Libertad Avanza, ahora en esa corriente política realizarían un último intento por elegir un postulante cordobés entre quienes sean capaces de editar con photoshop una foto de Milei hasta hacer que se parezca a Timothée Chalamet.
No mucho mejor se presentan las cosas para el Frente de Todos en la provincia, porque mientras Martín Gill es contado como propio en Hacemos por Córdoba, Federico Alesandri desde Embalse ratifica su vocación de liderar la boleta, por más que se sepa que en esta región, sobre todo a partir de 2008, el antikirchnerismo es más contagioso que el dengue. Esa animadversión se hizo patente luego de que el ministro de Economía Sergio Massa presentara en sociedad el ‘dólar agro’, al que los productores rurales calificaron como ‘otro parche’, pero que al menos refleja el interés en parchar esa situación por parte de un Gobierno nacional que se desinfla ante los problemas ‘imparchables’.