Nacida en 1973, su infancia estuvo marcada por una de las épocas más difíciles de nuestro país. Sus padres no eran militantes pero tenían amigos que sí lo eran y en la casa de su niñez flotaba siempre un velo de misterio.
Fue a una escuela de monjas pero abandonó el catolicismo cuando le dijeron que si hacía la confirmación vería a Jesús, cosa que no sucedió.
Hija de una generación en la que el miedo se vinculaba a cuerpos desaparecidos, transitó la adolescencia en una realidad ‘pesada’ y coqueteó con las drogas, que había empezado a consumir a los 13 años.
De chica soñaba con convertirse en periodista musical y lo logró: se dedicó al periodismo del rock durante 10 años.
Obsesionada con lo pagano y las deidades no convencionales (su abuela creía en la magia negra), visita los cementerios de cuanta nueva ciudad conoce.
Cuando tenía 19 años escribió ‘Bajar es lo peor’, su primera novela; y con ‘Nuestra parte de noche’ ganó el Premio Herralde en 2019.
Patti Smith y Alan Moore la recomiendan y su obra la ha convertido en una suerte de estrella del rock de la literatura. A pocos días de su visita a nuestra ciudad y recién llegada de Islandia, donde fue a presentar el libro de cuentos ‘Las cosas que perdimos por el fuego’, la escritora dialogó con PERFIL CÓRDOBA.
–Por un lado viene a recibir un premio y por otro a presentar un espectáculo.
–Sí, pero las dos cosas se dieron juntas porque cuando en la Universidad se enteraron que iba, tomaron la decisión de darme este premio, cosa que agradezco muchísimo. Además ellos participan en la organización del espectáculo.
–¿De qué se trata el espectáculo?
–Leo relatos míos, los comento, cuento la cocina y las inspiraciones, tanto de cuentos como de textos personales que van surgiendo, porque los vamos cambiando. Ale (Bustos) hace visuales en arena inspirados en lo que yo leo, entonces son efímeros. Y en una pantalla que hay detrás proyectamos fan art, dibujos que hacen mis fans de los personajes de las novelas, de los cuentos e incluso míos. La idea del espectáculo es que sean eventos especiales en algunos lugares, que sea algo divertido pero no que se conviertan en un hábito sino algo especial.
–¿Están definidos otros lugares?
–Ahora Córdoba. En julio, Rosario y por ahora nada más. Hay ideas y propuestas pero lo estamos llevando con calma.
–¿Se siente cómoda en ese rol?
–Sí. Y creo que tiene que ver con que en los últimos años algunos escritores, a partir de las traducciones, empezamos a viajar mucho. Es impresionante la cantidad de festivales literarios que hay y algunos son lugares donde te pueden entender pero cuando vas a Noruega, Polonia o Francia, esos lugares te obligan a ser un poco performer. Me parece que hoy hay un circuito donde el escritor es mucho más público de lo que era, hay muchos escritores que no se sienten cómodos en ese lugar pero yo sí. Y sin traicionar la esencia –porque no me voy a poner a actuar– la idea es leer y ofrecer algo más. Estamos experimentando. Se trata de tener una conexión con la gente, que pase por otro lado, que no sea solo el acto de leer y después firmar. Además me interesa la narración oral, que la literatura no sea un misterio, contar de dónde viene la inspiración.
–¿El título ‘No traigan flores’ tiene un vínculo con esa obsesión suya por los cementerios?
–Sí, y por otro lado tiene que ver con el primer texto que leemos, donde hay una referencia a un ramo de flores con el que pasa algo raro, pero no te puedo contar para no spoilear. Entonces, la productora lo pensó teniendo esas dos cosas en mente. Y es un poco un chiste también, para descontracturar.
–¿Siempre le gustó visitar cementerios? ¿Por qué?
–Sí, desde siempre. Era como una especie de coleccionista de los cementerios, tomaba nota de los que visitaba y hasta el día de hoy siempre que viajo voy a cementerios. Después publiqué todo eso en un libro. La mamá de una compañera de trabajo fue secuestrada y desaparecida y ella recuperó sus huesos y los enterró. Me di cuenta que ahí había una especie de cierre de una historia personal pero también de una historia política. Fueron hechos muy traumáticos. Yo tengo casi 50 años y pasé toda mi infancia en la dictadura y hay parte de la atmósfera fantasmal de la dictadura que está muy presente en mis textos. A veces me gustaría que no esté tanto pero no lo puedo evitar, vuelve casi como una manera inconsciente. Cuando pasó esto que te cuento entendí por qué me llaman tanto la atención los cementerios: porque son un cierre, un lugar con una tumba, con un nombre. Me di cuenta que no era sólo una fascinación de gótica o de las historia de los cementerios que son las historias que a mí me gustan, sino que también tenía esta dimensión.
–Hay mucho fan art suyo en las redes, ¿cómo es el vínculo con los fans?
–Muy grato. Veo muchos adolescentes y jóvenes y eso me sorprende porque creo que mis textos son bastante generacionales. Es muy divertido y me hace sentir más cerca, me alegra que pase. Sí me parece un poco raro que le suceda a un escritor. Yo lo que doy en mis textos son mis obsesiones, mis mundos y es impresionante ver cómo se conectan ellos con algo que para mí es tan personal. ‘Nuestra parte de noche’ es lo que más fan art tiene y es raro porque es una novela muy enrevesada, con cosas que son medio complejas, el fin de los 60, la mitología correntina. Y que se haya vuelto masivo es muy sorprendente.
–¿Y a qué piensa que responde el éxito que tuvo esa novela?
–Creo que ayudó mucho la pandemia. Salió a finales de 2019 y dos meses después estábamos todos encerrados. La novela ya había ganado el Premio Herralde y eso vende mucho pero no era eso lo que estaba pasando. Lo que yo empecé a notar es que crecía, sobre todo en redes, como el boca a boca y creo que tenía que ver con una necesidad de la gente de meterse en un mundo muy diferente al que estábamos viviendo, que los transportara a otro lugar. A mí me pasaba lo mismo, yo trataba de leer cosas que no me recordaran a la vida cotidiana que estaba afuera. Creo que funcionó muy bien como evasión. Así creció.
–¿Cómo se lleva con la exposición?
–La exposición no me estresa mucho, la demanda sí, un poco más porque la gente no sabe en qué anda uno y demanda muchas cosas, desde podcasts hasta firmas. Y cuando son 500 personas en una cola se complica un poco. No soy una estrella de rock que se toma un trago y aguanta toda la noche, mi vida es diferente, necesito levantarme temprano, mis mañanas son para escribir. Y me pasa lo mismo afuera porque la novela está traducida a muchos idiomas. Entonces me piden artículos, prólogos y me cuesta manejarlo porque además tiendo a decir mucho que sí.
–¿Y con la crítica?
–Me llevo bien. Yo hago crítica también y entiendo que el libro no tiene por qué gustarle a todo el mundo. Tampoco tuve críticas tan despiadadas. Tuve muchas cuando era chica, así que no estoy tan desacostumbrada. Por supuesto, a nadie le gusta tener una mala reseña. Pero ya me pasó, entonces tuve que aprender a convivir con eso.
–¿Se considera una persona ecléctica en sus consumos culturales?
–Lo que más consumo es música, pero me gusta mucho el cine, las series, el arte plástico. Lo mío es ir a cementerios y a galerías, sobre todo en mis viajes. Miro mucha ilustración, me gusta mucho la moda; sí, tengo consumos muy variados y muchos, lo cual para escribir está bueno porque tengo muchos lugares a los que recurrir.
–¿Cuáles han sido los escritores que la han marcado más?
–Las hermanas Brontë, Julio Cortázar. El otro día me puse a releer a Alejandra Pizarnik y me di cuenta que me influenció más de lo que pensaba. Manuel Puig, por lo que hace con la cultura pop. Stephen King, Borges y su manera irónica de entender las cosas. Me gusta mucho James Joyce, William Faulkner, el gótico sureño. Soy muy fan de Shakespeare y súper fan de Bradbury. Y leo muchos contemporáneos, me gusta saber qué están escribiendo. Y cuando estoy escribiendo, leo más poesía que prosa.
–¿En qué está trabajando ahora?
–Acabo de terminar un libro de cuentos que ya entregué a Anagrama. Son cuentos de terror o con cosas horribles. Saldrá seguramente a fin de año o el año que viene. Luego estoy escribiendo para Chile un ensayo sobre ser fan, que a mí me interesa mucho. Parto de mi fanatismo por una banda que se llama Suede y desde ahí pienso el fenómeno. Y en octubre me voy a un retiro en Barcelona para corregir mi nueva novela.
–¿Cuál es la trama?
–Es una novela en la que vuelven los fantasmas en Argentina. Es un poco posapocalíptica, un ambiente lúgubre, gótico y un poco aislado para que este contagio fantasmal no llegue a los demás. Tiene que ver con esta obsesión que tenemos con la historia, la memoria y repetir siempre los mismos errores como país.
Charla abierta
CHICA GÓTICA. La obra de la escritora argentina genera un fanatismo inusitado entre sus lectores.
Este martes 16 de mayo a las 18 en Sala de las Américas (Pabellón Argentina), la escritora dará una charla abierta. El evento es gratuito (retirando entradas en la Subsecretaría de Cultura de Extensión UNC, de lunes a viernes de 10 a 14, hasta cubrir la capacidad de la sala).
En ese marco, se solicita la donación de ropa de abrigo para la Campaña ‘Ponele el pecho al frío’ del Programa de Puntos de Extensión de la UNC que luego serán donadas a organizaciones sociales.
'No traigan flores', el show
El próximo miércoles 17 a las 20, Mariana Enriquez presenta por primera vez en Córdoba el espectáculo ‘No traigan flores’. Será en la Sala de las Américas del Pabellón Argentina (Ciudad Universitaria) y las entradas anticipadas –desde $6.000– se consiguen a través de alpogo.com.