Una pesadilla. Es lo que padecieron jóvenes mujeres a partir de la conducta presuntamente delictiva de un muchacho de 24 años, Armando Quipildor, quien se presentaba como técnico informático.
PERFIL CORDOBA entrevistó a tres víctimas, cuya identidad se mantendrá en reserva por decisión de las involucradas y también por la de este medio, por tratarse de hechos que revelan aspectos de su intimidad.
La investigación penal comenzó en noviembre cuando una joven acudió a una Unidad Judicial para relatar lo que padecía. Inmediatamente el caso fue girado a la Fiscalía de Instrucción especializada en Cibercrimen, a cargo de Franco Pilnik.
Allí se recibieron testimonios de otras jóvenes. Hasta el momento son 17 las mujeres que acudieron a la unidad judicial, donde cada declaración es analizada para comprobar si efectivamente la conducta de Quipildor se encuadra en uno o más delitos.
El muchacho fue detenido el 18 de diciembre, imputado por grooming -acoso sexual a menores de edad por parte de un adulto-, coacción calificada, amenaza y tenencia de imágenes de contenido sexual de menores de edad.
Apenas finalice la feria judicial, la fiscalía deberá resolver su situación procesal y determinar si seguirá detenido.
Modus operandi. Según los investigadores, el caso presenta muchas aristas para ser analizadas. El presunto victimario es mayor de edad, ya que tiene 24 años. Era él quien tomaba la iniciativa para contactar a jóvenes adolescentes, la mayoría menores de edad.
El primer grupo al cual sedujo eran conocidas del mismo ámbito escolar, el Colegio Nacional de Monserrat, una institución de reconocido prestigio académico y social en la ciudad de Córdoba.
El joven egresó del establecimiento en 2013, cuando cursaba los últimos años, mientras ellas transitaban los primeros del secundario.
La maniobra que describen las víctimas es similar en todos los casos que se conocen hasta ahora. Quipildor las elegía, les escribía a través de diferentes redes sociales virtuales y las atemorizaba con un argumento calcado: que sus cuentas habían sido vulneradas por hackers y él podía darles una solución.
Quienes se presentaron a la Justicia afirmaron que le creyeron e incluso algunas se sorprendieron al concurrir a Tribunales porque pensaban que en realidad Quipildor no había sido quien las perjudicó sino que era quien las había salvado de caer en manos de hackers. Para darles seguridad informática, les pidió sus claves personales y, una vez que se hizo de ellas, les solicitó fotos íntimas y de desnudo argumentando que el reconocimiento se hacía por el “color de piel”.
Las denuncias refieren a hechos ocurridos desde 2017. En aquel momento las adolescentes tenían entre 16 y 17 años, razón por la cual los delitos que se imputan a Quipildor está encuadrado en el grooming. Actualmente, las jóvenes ya son mayores de edad, ya que la mayoría tiene alrededor de 20 años.
Miedo. Cuando alguna de las jóvenes se resistía a producir fotos desnuda o en poses sexuales, Quipildor habría creado perfiles con sus rostros y “ofrecido” contactos virtuales a hombres. Esa situación generaba aún más temor y para “terminar con la pesadilla” -así lo explican ellas- terminaron accediendo a enviarle las imágenes requeridas.
El caso presenta múltiples aristas. Analizando la actitud del presunto agresor, se plantea claramente cómo las sometía generando miedo y ofreciendo solución. De ese modo las tenía cautivas de sus propósitos, y a la vez, cuando les “solucionaba” el inconveniente informático les pedía que lo recomendaran. De esta forma, se aseguraba la continuidad de la captación de nuevas víctimas.
Los contactos para obtener las fotos los hacía durante la noche.
Aún no fue posible realizar las pericias psicológicas y psiquiátricas al joven que pidió la defensa, a cargo de Esteban Papagenadio.
Fuentes de la investigación señalaron que resulta de sumo interés para la causa contar con el perfil del imputado. De los testimonios surge la mentalidad de un psicópata que, incluso, se había obsesionado con algunas de las chicas. Tres de ellas tienen el mismo nombre de pila.
¿Qué hizo Quipildor con todo el material que consiguió? Por el momento es un misterio. En el allanamiento que se practicó en su domicilio en barrio Marqués Anexo se secuestró un centenar de carpetas con imágenes íntimas de jóvenes mujeres.
No hay querellantes. Otra particularidad es que a la primera denuncia le siguieron casi dos decenas de testimonios pero ninguna de las víctimas se constituyó en querellante. Este medio consultó el motivo de la decisión de no participar en el expediente a las tres jóvenes con las cuales dialogó. La respuesta fue -en dos de los casos- que sus padres no conocían lo que habían padecido y buscar abogados para tener participación en el expediente las expondría a una situación familiar no deseada.
El abogado de Quipildor señaló a este medio que para abordar el caso también desde una perspectiva de género se designó como co-defensora a Victoria Gervasoni, de modo que sea una mujer quien esté presente cuando testifiquen las víctimas.
RELATOS EN PRIMERA PERSONA
A continuación se presentan testimonios exclusivos de tres víctimas manteniendo su identidad anónima. Las tres ya declararon en la Justicia.
“Rápido porque te están atacando”.
“Me pidió la contraseña de Google y que suba fotos mías. Subí unas viejas pero me dijo que se tenía que ver la piel y que lo hiciera rápido, porque me estaban atacando. En ese momento me dio miedo, porque había sacado entradas para Lollapalooza y pensé que me las podían robar. Nunca nos pidió plata por el ‘asesoramiento’. Sí me pedía a cambio la publicidad. El nos envió un flyer para distribuir entre nuestros contactos. El primer contacto fue por la red Curious Cat. Pero después era también por Twitter y por WhatsApp”.
“Hackers en la Deep Web”.
“Nos daba explicaciones didácticas y le creíamos. Una noche me dijo que por la Deep Web lo habían contactado hackers para comprar mis fotos íntimas. Yo las había borrado y me dijo que las iba a recuperar con una aplicación. Bajé la App Diskdigger que me indicó y pude tener todas las fotos nuevamente. Me prometió que las iba a encriptar. Mi temor era que terminara publicando todo o que las subiera a algún sitio pornográfico. Nos hacía la ´psicológica´ en todo momento”.
“Cuando me desperté tenía 12 chats en el celular”.
“Pasaba noches enteras en contacto. Un día cuando desperté tenía 12 chats de hombres desconocidos. Algunos me mandaron fotos de sus partes íntimas. Él había creado un perfil con mi nombre y apellido y puso ahí mi número de teléfono, con una leyenda que decía que si querían pidieran fotos íntimas mías. Me generó mucho miedo. Todos los meses me hacía algo. Mantuvo el contacto desde hace años hasta poco antes de ser detenido”.