“Si la humanidad no encaja, bueno, peor para la humanidad” (Aldous Huxley)
En la novela 1984 George Orwell narraba la importancia de comprender los conceptos para tener un pensamiento crítico autónomo. El autor desarrolló un término que se podría traducir como “nueva lengua” y refiere a relatos, incluso contradictorios, impuestos por una autoridad totalitaria que nadie podía discutir por ser “políticamente correctos”, aun cuando eran evidentemente falsos.
El objetivo de generar relatos era sustituir el pensamiento individual por uno colectivo al punto que cualquiera que tuviera un pensamiento crítico era considerado un enemigo de la sociedad y del régimen.
La nueva lengua está hoy más presente que nunca en nuestras vidas. Cuando se intenta debatir con otros se puede observar que se utilizan términos conceptuales que se defienden fervientemente sin saber que significan; por ejemplo, sobran los enemigos (o los defensores) de: “el mercado”, “el capitalismo”, “la derecha”, “el neoliberalismo”, “la izquierda”, “el comunismo”, “el socialismo”, “la meritocracia”, “la igualdad”, etc; o se califican determinadas personas como “facho”, “nazi”, “trosko”, etc; pero muy pocas personas saben de lo que están hablando.
Este problema se extiende desde los sectores que menos educación reciben hasta altos funcionarios, de los cuales se espera determinado grado de formación. Un ejemplo claro de lo que digo sucedió cuando el economista Manuel Adorni le preguntó a Ana Franchi (presidente del Conicet) en un programa de televisión , a que se refería ella con el término “neoliberal”, respondiendo “características” del pensamiento colectivo que nada tienen que ver con el verdadero significado. La presidente del Conicet (nada más y nada menos) tenía un enemigo claro que era el neoliberalismo pero nunca pudo conceptualizar a que se refiere ese término.
Se demonizan conceptos o pensamientos y a las personas que los exponen. Se toma partido como causa personal, con un grado de convicción propio de un fanático, defendiendo algo que no comprende. Se insertan términos en la sociedad contrarios al significado real con connotaciones negativas, lo que imposibilita el pensamiento crítico constructivo. Como decía A. Huxley: “Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad”.
R. Scruton magistralmente lo describía así: “Una vez identificado como de derecha, usted está más allá de discusión; sus puntos de vista son irrelevantes, sus cualidades desacreditadas, su presencia en el mundo un error. Usted no es un oponente sino una enfermedad”. Este autor fue siempre crítico a la imposición de ideologías desde los sectores formadores de pensamiento, como son el colegio y la universidad. Relata una experiencia personal como profesor universitario de la siguiente manera: “Cuando me presenté para el trabajo en Birkbeck se acercaron a Bernard Williams para una referencia. Él les dijo: ‘Este tipo es bueno en la materia, pero es un conservador repulsivo’. Entonces no me sentí muy bienvenido entre gente que nunca había conocido un conservador antes y que me espiaba detrás de la puerta de mi oficina para verificar si hacía las cosas extrañas que hacen los conservadores, como hervir bebés en tubos de ensayo o marchar haciendo el saludo nazi”. Lo que demuestra que no es un fenómeno meramente local.
No conocer los alcances de los términos es una herramienta poderosa para ejercer el poder sobre las masas porque describe una supuesta realidad que subyace en una apariencia genial pero no deja de ser eso: una apariencia, algo irreal.
La sobrecarga informativa, la necesidad de pertenecer a un grupo y la falta de pensamiento crítico, contribuyen a la relatividad de la verdad, lo que beneficia a la colectivización de las ideas y al atontamiento de las masas.
Se necesita responsabilidad educativa de las instituciones formativas y de los creadores de opinión. El consenso solo es posible con tolerancia, educación y la posibilidad de comunicarnos. Para ello, es necesaria la rigurosidad conceptual de los términos.
La nueva lengua traspasa las discusiones cotidianas afectando incluso sentencias judiciales, lo cual es altamente preocupante. El derecho implica rigurosidad conceptual, sin embargo muchas veces los jueces realizan juicios valorativos influenciados por la imagen negativa de conceptos colectivizados sin comprender el sentido y alcance de los mismos, modificando lo que la ley establece con claridad.
Abogado, Magister en Derecho y Argumentación Jurídica. Escribano