“Los trapitos se lavan en casa” fue una de las frases más trascendentes de la semana y no tiene nada que ver con el matrimonio de Will Smith y Jada Pinkett. La dijo Sergio Massa en relación a las internas del Frente de Todos, pero se ve que a las facciones en pugna el tender le quedó chico y tuvieron que sacar los trapos al sol nomás, porque las declaraciones cruzadas entre los dirigentes del oficialismo fueron más virulentas que la influenza, el coronavirus y el peor de los troyanos. Consecuente con sus palabras, Massa dialogó con los dos sectores en busca de acercar posiciones, si bien luego Máximo Kirchner tildó de “sketches cómicos” a los cruces entre Sergio Berni y Aníbal Fernández, aunque esos episodios tengan menos gracia que el índice de inflación de marzo.
Al mismo tiempo que la coalición gobernante mostraba las rajaduras de una torta de hojaldre, la oposición procuró mostrarse compacta en una cumbre “antigrieta” que se realizó en San Isidro. “Pusimos un asado como prenda de unidad y se prendieron todos”, me contó uno de los organizadores de la velada, que contó la asistencia de referentes del radicalismo, el peronismo republicano, el PRO y el socialismo. También estuvo Florencio Randazzo, pero definir su encuadramiento partidario sería tan complicado como convencer a Javier Milei de compartir unas achuras con “la casta”. “Sólo nos hubiera faltado que venga Luis Juez para la ronda de chistes que se armó a los postres”, lamentó uno de los asistentes.
Uno de los que sí participó del cónclave fue el gobernador Juan Schiaretti, siempre listo para agregarle carriles a la “ancha avenida del medio”. Sin embargo, hay muchos que hoy sugieren que al gobernador le sienta mejor el amarillo que el celeste, y no es que estén hablando precisamente de la bandera de Ucrania. “El Gringo tiene muchas afinidades con Juntos por el Cambio y estaría dispuesto a sentarse a negociar. Pero hay un límite: ni loco va a aceptar que pongan a Ramón J. Cárcano o Amadeo Sabattini a la altura de Juan Bautista Bustos”, me confió un funcionario provincial, responsable del ranking de próceres históricos.
En los pasillos del Panal comentan que la candidatura de Martín Llaryora para suceder a Schiaretti estaría tan consolidada, que ya se habrían alistado cuadrillas de chalecos celestes para pintar los cordones de las veredas en las principales localidades del territorio cordobés. Aguarrás en mano, Martín Gill se dispondría a desteñir esas certezas y no oculta su deseo de lanzarse para la gobernación, sin medirse en costos políticos. El intendente de Villa María se fotografió en estos días con Gustavo Santos y Juan Schiaretti. “Ahora tendría que sacarse selfies con García Elorrio y con el Presto”, ironizó un colaborador de Carlos Caserio, a quien estas jugadas de Gill le huelen peor que las aguas de La Cañada.
Otra figura local del Frente de Todos, la diputada Gabriel Estévez, acusó a Gustavo Santos de “mentir para salir en televisión”, una práctica que si estuviera multada por ley generaría ingresos como para pagar varias deudas externas. El presidente de la Fundación Pensar Córdoba, quien también ocupa una banca en diputados, respondió que lo suyo no eran opiniones sino datos, cuando responsabilizó a La Cámpora por la disminución del turismo en Córdoba. Sin preocuparse por quién tenga la razón en esta puja, los hoteleros quieren creer que esta semana santa será una “pascua de resurrección” para esa industria sin chimeneas, cuya existencia se estaba haciendo humo.
Algunos municipios turísticos se muestran confiados en que los ingresos que percibirán en este finde largo les podrían permitir sentarse a negociar sus deudas con Epec, abultadas como sunga de Luciano Castro. La situación pone en riesgo el alumbrado público en numerosas comunas, por lo que ya se estaría pensando en implementar farolas de papel, como las que se utilizaban en la época de la Confederación Argentina. Mediante escaleras, al anochecer saldrían los faroleros de gorro rojo a encender estas modestas luminarias, al grito de “viva la santa iluminación, vuelvan los salvajes impuestazos”, en referencia al tributo que antes pagaban los usuarios con su boleta de luz y que ahora, en parte, recae en las arcas comunales, más vacías que la de Noé después de que paró la lluvia.
(*) Sommelier de la política