Desatado el paro que comenzó con las
asambleas en las puntas de línea, la figura del delegado de Aucor, Marcelo
Marín, comenzó a ocupar la agenda mediática cordobesa y nacional. Enfrentado al
santafesino Luis Arcondo, el interventor de UTA Córdoba, y a Roberto Fernández,
el líder del gremio a nivel nacional, el chofer cordobés planteó su perfil
desde los medios hablándole a la conducción del sindicato mirando a cámara, y
señalando y cuestionando al poder político de la misma manera que lo hacía con
los empresarios. Así, cultivó un perfil que le permitió ser la cara del
conflicto durante toda la semana.
Es chofer de la línea 40 de Aucor,
empresa sospechada de ser una “filial” de Ersa y que cumple con los recorridos
que tenía Autobuses Santa Fe, la otra prestataria que llegó en su momento de la
mano de la gestión de Ramón Mestre. Sin embargo, tras coronarse delegado por
una elección que terminó 198 a 132 en la punta de línea ubicada en avenida
Parravicini, el estatuto gremial le permitió dejar de hacer el recorrido que
atraviesa la ciudad desde el noreste al noroeste capitalino. A partir de ahí
empezó su carrera política dentro del gremio aprovechando la acefalia en la que
había quedado el sindicato ubicado en avenida Vélez Sarsfield.
Durante la semana aprovechó cada segundo
de cámara y cada entrevista de radio. Incluso tras la agresión a los
periodistas el último lunes en la puerta misma del Ministerio de Trabajo. Allí,
varios conocidos que tiene en las distintas empresas, y con años en el
transporte urbano de Córdoba, recordaron su época en el boxeo amateur en la
década del ’80; sin combates en el campo rentado y con una dispersa actividad como
sparring en sus años de juventud.
Hoy, con 45 años cumplidos en abril
pasado, piensa y le cuenta a su entorno que es el momento ideal para levantar
el perfil dentro del mundo sindical. Más aún tras la semana que vivió de
abrazos y euforia con líderes con peso propio dentro del gremialismo cordobés
como es el caso de Gabriel Suárez (Luz y Fuerza), Mauricio Saillén (Surrbac) y Juan
Monserrat (Uepc).
Dentro de las filas de UTA, detesta a
Ricardo Salerno y Alfredo Peñaloza, quienes ya ocuparon el despacho principal de
Vélez Sarsfield 588 y los considera el pasado. Por ello, formó la Agrupación 9
de Julio desde la que viene gestando hace meses el reclamo que se plasmó esta
semana.
Igual, y pese a los movimientos y
arengas que realizó a sus compañeros, muchos lo vieron sin brújula en medio del
conflicto. Por eso varias veces pasó por las empresas para llevar gente a la
convocatoria, momento en el que le discutieron algunos argumentos y empezaron a
desconfiar de su capacidad en el inicio de las manifestaciones, cuando se pintó
la cara con caucho quemado en la puerta de la sede y dijo “si quieren que
vayamos a la guerra, vamos”.
Superado esto, cuando parecía que se
desvanecía su rol al frente de la protesta, llegaron el resto de los sindicatos
para apoyarlo y darle aire. Él ya había tejido vínculos con pares de otros
gremios y había estado incluso en protestas del Suoem. Sin embargo, con los
municipales enfocados en su propio conflicto, el primer guiño vino de Luz y
Fuerza y allí se concretó el abrazo con Suárez. Como luego lo hizo con Saillén.
De todas maneras, y pese a su origen
peronista, no se casó con nadie. Ese mismo miércoles a la noche pidió a la
izquierda que se estableciera un vínculo con “el Pollo” Sobrero. La persona que
intercedió en ese contacto comunicó telefónicamente al líder porteño con el
cordobés y el mismo miércoles por la noche se diagramó el arribo de Sobrero.
Lo que resta saber ahora es si Marín tiene
la capacidad de capitalizar o no el conflicto a su favor. Y si esto le dará
aire para entrar en la puja con el resto de los que quieren liderar la poderosa
UTA.