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ANÁLISIS Y PERSPECTIVA

Trafalgar: victoria de ‘La pérfida Albión’

1-11-2020-Logo Perfil
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En 1805, Inglaterra construía un imperio comercial marítimo mundial y Francia, con Napoleón como líder, intentaba liderar un imperio continental de base terrestre. Desde 1803 ambos imperios se enfrentaban abiertamente. El bloqueo del Báltico no era tolerable para los británicos, pues allí se abastecían de materiales esenciales para la industria naval. La flota inglesa era más poderosa en número, aunque Napoleón, consiente de su importancia había destinado recursos al mejoramiento naval: en 1804 se incorporó España a la lucha contra ‘La pérfida Albión’, con su marina. La expresión peyorativa era utilizada para referirse al Reino Unido en términos anglófobos: se usó en Francia y también, entre otras, en la guerra de Malvinas.

Luego de la destrucción de la flota danesa en 1803, Gran Bretaña no solo recuperó el comercio con el Báltico, sino que inició un largo bloqueo de los puertos donde descansaba la armada francesa y luego también cercó los atracaderos españoles. En ese breve lapso, el frente oriental de Francia se había calmado y Napoleón advirtió que era el tiempo propicio para invadir Inglaterra. Así, concentró 200.000 veteranos en la costa de Calais y Boloña. Solo necesitaba dominar el Canal de la Mancha por tres horas para trasladar su experimentada tropa, que hubiera aplastado a los 500.000 milicianos dispersos por toda Gran Bretaña.

La ventaja de los ingleses fue que el Emperador era un soldado de tierra y no comprendía la guerra en el mar. Así, ordenó una  compleja maniobra distractiva agrupando gran parte de la flota francesa en Martinica: confiaba distanciar de las cercanías del Canal a lo mejor de la armada del Lord Vizconde Horacio Nelson, Duque de Bronté. La operación tuvo éxito inicial pero cuando el vicealmirante francés Pierre Silvestre de Villeneuve inició el regreso (para tomar el Canal), la flota estaba en estado precario. Un combate en Finisterre agravó la situación y se refugió primero en La Coruña y Ferrol y luego en Cádiz: esto último a instancias de un errático Napoleón, que ahora lo enviaba al Mediterráneo. La flota franco-española de Cádiz era de tal tamaño que Nelson reforzó el bloqueo a la espera de un enfrentamiento decisivo.

¿Por qué salió Villeneuve el 21 de octubre de 1805, de un refugio seguro? Bueno, estimo que buscó una muerte honrosa en combate, ya que el Emperador ya había enviado su reemplazo y reclamado, intimidatoriamente, su presencia.

El “toque Nelson”, consistente en un ataque con dos columnas al centro de la línea enemiga, determinó un triunfo rotundo, con la eliminación de 23 de 33 navíos de la Flota Combinada.

A las 13:25 Nelson recibió un disparo mortal: murió 3 horas después sabiendo que la victoria estaba consumada. Su palmarés incluía los triunfos en las batallas de San Vicente (1797), Nilo-Aboukir (1798) y Copenaghe (1801). También había participado en el asalto a Córcega, en el bloqueo de Tolón y en las guerras americanas. En Trafalgar, a los 47 años, lucía demacrado, había perdido el brazo derecho, un ojo y sufría de hernia abdominal y contusión cerebral.

Consecuencias.
La invasión a Inglaterra se pospuso “sine die” y los británicos se aseguraron el dominio de los mares (y el comercio) por más de un siglo. Gran Bretaña llevó su impronta e idioma al imperio más grande de la historia mundial. España pronunció su declive.

Héroes y villanos.
Aunque tanto Lord Nelson como el vicealmirante Villenueve eran hombres de honor y cumplían con creces su deber, el primero es el héroe nacional de Gran Bretaña y el francés falleció sin honores, “suicidado” por el Emperador. Lord Nelson será siempre un personaje amado, por su abnegado servicio: Trafalgar Square con su columna lo atestiguan.

Premonitoriamente había vaticinado: “Es mejor servir a un país ingrato que renunciar a la propia fama: la posteridad le hará justicia”.

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