CORONAVIRUS
cien días de aislamiento

Ansiedad y depresión: riesgos psíquicos de volver a la fase más dura del encierro

Una investigación de la Facultad de Psicología de la UBA señala que el 80% de la población se encuentra "muy afectado" anímicamente por la extensión de la cuarentena.

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Cien días de aislamiento. Ansiedad y depresión: riesgos psíquicos de volver a la fase más dura del encierro. | Néstor Grassi

Frente a los cien días de aislamiento, con sus cambios de fase según jurisdicción, y el reciente endurecimiento del Área Metropolitana de Buenos Aires, expertos en salud mental advierten sobre los riesgos que, en una población desgastada por el peso social, económico y cotidiano del encierro, sumado a los temores que pueden causar los aumentos de casos, puede llegar a tener una posible vuelta a la fase más dura de la cuarentena.

Según un estudio publicado esta semana, elaborado por la Facultad de Psicología de la UBA sobre familia, pareja y crianza en el contexto de pandemia —que compara además el estado de ánimo de los argentinos desde los 10 a los 80 días de aislamiento obligatorio—, ni bien comenzada la cuarentena un 72% de los encuestados se declaraba “muy afectado” por ese nuevo escenario. A los 80 días, ese número ya pasaba el 80%.

Cuidados. Las mujeres, con roles de cuidado sumados a los del trabajo y la maternidad —según un informe de las Naciones Unidas que se conoció el martes, ellas siguen absorbiendo casi en un 90% la carga del acompañamiento de las tareas escolares, por ejemplo—, se declaran “más afectadas”: casi el 84% se manifestó así frente al 74% de los varones.

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Para Jorge Catelli, psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y profesor de la UBA, “volver a una cuarentena más cerrada generaría una enorme frustración, aunque hay una premisa importante, que es cómo pasar del cuidarse del otro, o pensar sólo en uno, a cuidarse con los otros. Tenemos que tener en cuenta que también el encierro incide en nuestra salud psíquica, y en general los psicoanalistas ya sabemos que es fuente de depresión.

“En algunos casos estas medidas pueden ser experimentadas como sometimientos, porque implican una adecuación a normas que nos vienen impuestas desde afuera y que sentimos que llevamos a cabo no por decisión propia sino por imposición.

El riesgo de este juego de "avances y retrocesos" es el incremento de la sensación de injusticia y la ira a nivel social, que puede materializarse en fuertes sublevaciones colectivas. Todo dependerá de si nos quedamos mirando aquello que teníamos y nos fue arrebatado o nos damos la posibilidad de comenzar de nuevo pero rectificando los errores. Considero que los efectos psicológicos de los retrocesos en los permisos otorgados dependerán de la versión de la realidad que nos construyamos al respecto y que transmitamos, por ejemplo, a aquellos que dependen de nosotros”, explica por su parte María Fernanda Rivas, psicóloga, psicoanalista e integrante del departamento de Pareja y Familia de APA.

El encierro puede experimentarse como una pérdida de libertad o como una ganancia de salud, explica la psicoanalista. “Los avances y retrocesos en estas medidas pueden ser vividos como profundas injusticias -‘robos’ de posesiones fundamentales que tienen que ver con el libre albedrío- o como la existencia de una instancia que se ocupa de observar y cuidar la salud de la población. Depende de la perspectiva en juego”, asegura.

Cien días. Para el psicoterapeuta cognitivo Pablo López, director académico de la Fundación Ineco, si el AMBA vuelve efectivamente a una fase anterior hay que tener en cuenta la variable emocional: “Lo que sabemos en estudios de pandemias anteriores y la actual que la duración de la cuarentena se ha asociado en lo general a un efecto emocional negativo: cuanto más larga es, pareciera haber un mayor efecto negativo a nivel emocional. Aparecen síntomas como irritabilidad, ánimo decaído, ansiedad y por lo cual siempre la recomendación es que las cuarentenas sean lo más breves posibles siempre teniendo en cuenta la evolución de la pandemia”, dice.

“En el caso de quienes tienen la posibilidad de permanecer en sus casas, se observa un cambio muy positivo cuando una persona puede comprender que el encierro es una manera de cuidarse y cuidar a los otros y no significa estar prisionero. De esa forma se pasa de la sensación de estar preso a la elección de permanecer en casa. Éste es un cambio psicológico fundamental y que no ocurre en todas las personas, o no en todas con los mismos tiempos”, agrega por su parte Rivas.  

Pero sin embargo, el peso de los días acumulados puede tener un efecto especial: “Los pensamientos apocalípticos —que se nutren del pesimismo y de la vivencia de derrumbe— suelen lograr un efecto de ‘infección psíquica’ entre las personas. Son formas de aprehender la realidad tomando en consideración una sola perspectiva -la negativa- de ésta, y que pueden causar profundas depresiones en quienes están cerca”, asegura la experta.  

“La otra cuestión importante es que a medida que pasa el tiempo esa respuesta aguda que uno hace de sobrecargarse -lo hemos visto en muchas cuestiones: trabajar más, estudiar más, hablar todo el tiempo por videollamada- eso fue perdiendo atractivo e incluso transformándose en algo que ya no es disfrutable. Las videollamadas han dejado de ser una alternativa agradable y la gente las ha ido dejando discontinuando, por lo que uno puede observar.

Cuanto más larga es la cuarentena, más aparecen las sensaciones de frustración y aburrimiento, porque no terminamos de encontrar alternativas gratificantes suficientes”, aporta López, de Ineco.

Por otro lado, los cien días “no son centrales para evaluar los efectos, pero sí la extensión excesiva”, dice. Según los estudios, “estar continuamente postergando, posponiendo el fin de una cuarentena es algo que afecta negativamente sobre la dimensión emocional: refuerza la sensación de incertidumbre y pierde capacidad de previsión, por lo que se asocia a la ansiedad y a desánimo y cierto pesimismo y desesperanza”, agrega el experto.

Ansiedad. Resultados similares se desprenden del estudio presentado por la UBA: el 75,5% de los encuestados declaró, a los 80 días, sentirse ansioso, y el 46,7% dijo “haber empeorado” por sobre cómo se encontraba al principio. Lo que resta ahora es cuidar la salud mental, para que no afecte la física.