CORONAVIRUS
Desde Madrid

Diario de la peste: los gatos en Corea del Norte

España es el país peor situado en Europa en términos sanitarios y Madrid lo es como región.

reunión del presidente Pedro Sánchez con  Isabel Díaz Ayuso 20200922
reunión del presidente Pedro Sánchez con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso | AFP

Ayer, al fin, se reunieron el presidente Pedro Sánchez con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Después de meses de confrontación, en medio de la pandemia, la situación se ha vuelto insostenible. España es el país peor situado en Europa en términos sanitarios y Madrid lo es como región. El despropósito no solo está en los niveles de gestión sino también en la mise en scene montada para el encuentro en la sede del Gobierno de Madrid, donde el equipo de comunicación de la presidenta dispuso un marco de banderas y ceremoniales más cercano a un acto de Kim Jong-un que a una situación de emergencia social y sanitaria de extrema gravedad. Bromas no han faltado: el escenario lógico para un virus asiático. El director de la revista Letras Libres tuiteó una viñeta en la que los dos líderes se parapetan detrás de grandes banderas con este epígrafe: "Yo no digo que resuelvan el problema, pero por lo menos nos tapan".

Pero hay poco espacio para el jolgorio cuando la tasa de contagios en Madrid es muy superior a 1.000 por cada cien mil habitantes y la cifra de contención en Europa se ha fijado en torno a los 150 casos. Más compleja es la emergencia aún si se atiende a la indigencia, por omisión e ineficacia, que provoca huelgas en la educación y sanidad por falta de medidas y recursos.

Esta mañana, ni bien comenzó el día, el ministro de Sanidad pidió a los madrileños que restrinjan al máximo la movilidad, recomendación que apoyó el alcalde y el Gobierno estudia nuevas medidas de control ciudadano.

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Hay poco espacio para el jolgorio cuando la tasa de contagios en Madrid es muy superior a 1.000 por cada cien mil habitantes

Van pasando las horas y a las cifras locales se van sumando los ecos de nuevos frentes. Uno está en Alemania, país al que aquí se tiene como referencia en la gestión de la crisis sanitaria, pero que empieza a dar muestras de desgaste ya que en las últimas 24 horas se han registrado 1,821 nuevos casos (2.297 el sábado y 1.345 el domingo), con lo cual dan por iniciada la segunda ola.

El fin de semana aún imperaba cierta relajación y olvido sobre la existencia y peligro del virus. Como en aquella viñeta de Tute en la que el paciente le dice al psicoanalista: "¿Por qué tengo que salir de la zona de confort, si estoy cómodo?", parecía que todos se habían acomodado a un final de verano calmo y lento. Ayer, con el primer viento del otoño y las hojas de los árboles en las aceras, poco a poco, se ha ido desalojando la «nueva normalidad» entendida como el regreso a un pasado que ya solo puede ser memoria sin posibilidad de volver a estar en acto porque tampoco es potencia. Aunque no nos guste.

En la cuarentena la mayoría de los ciudadanos se aferró a un relato heroico, de resistencia y solidaridad con los trabajadores sanitarios. Cuando terminó el confinamiento se vivió como una liberación sin que mediara ninguna catarsis. Ahora, como en el cuento de Monterroso, nos hemos despertado y vemos que el dinosaurio sigue allí.

Un amigo de Cataluña se ha pasado estas semanas tratando de conseguir un gato que reemplace al anterior felino que vivía en su piso. Desde su pueblo, en el Vallés Oriental, me contaba que se desplazó hasta Tarragona y después a Girona y Lérida donde finalmente consiguió el gato que buscaba. Cruzó algún pueblo recluido, controles policiales y, de paso por Barcelona, vio a las multitudes ocultas detrás de las mascarillas: el relato tiene ecos de una película de Theo Angelopoulos en la que el protagonista atraviesa el paisaje en medio de un cambio de época intentando no perderse en su propia mutación. "En esta pareja", dice mi amigo, "el único que tiene certezas es el gato". Quizás tenga razón y el gato permanezca indiferente en su zona de confort. Nosotros no podemos y peor aún, a ratos estamos como el gato de Schrödinger en su caja: no sabemos si estamos a salvo o no. Las dos cosas a la vez.

MR/BDN/FF