CULTURA
Tenía 78 años

Adiós al renovador de las formas

Publicado en nuestra lengua sólo en Argentina -en las estupendas traducciones de César Aira- la muerte por covid-19 del brasileño Sérgio Sant'Anna invita a conocer la literatura de uno de los mayores escritores contemporáneos.

Sérgio Sant'Anna, 20200511
Sérgio Sant'Anna murió el domingo de coronavirus. | TWITER

"Y pronto caerá la noche. La noche también es hermosa, pero mucho más lo sería si fuese en día de juego, con la cancha iluminada. Pero no. Muy pronto, para mi, será sólo oscuridad”. Estas palabras inquietantes se encuentran en uno de los últimos cuentos de Sérgio Sant'Anna publicado en Folha de S. Paulo hace dos semanas. Figura central e ineludible de la literatura brasileña, Sant'Anna falleció ayer en Río de Janeiro, a los 78 años, a causa del coronavirus.

Pocos meses antes de su muerte, había terminado de escribir una nouvelle de 78 páginas y publicado otro cuento inédito en la revista Época. Su disposición parecia la de un joven primerizo y no la de alguien con medio siglo de carrera literaria. En una etapa de la vida en que muchos artistas se apoltronan o se vuelven pastiches de sí mismos, Sant'Anna continuaba produciendo con regularidad y cualidad asombrosas, con cinco libros publicados en menos de diez años.

Nacido en Río de Janeiro em 1941, Sérgio Sant'Anna debutó con el libro de cuentos O sobreviviente en 1969, el mismo año en que serían publicados 
Lúcia McCartney, de Rubem Fonseca y Guerra Conjugal de Dalton Trevisan. Dieciséis años más joven que aquellos, él se volvería el miembro más joven e inquieto de la Santísima Trinidad del cuento contemporáneo en Brasil.

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En 1970 Sant'Anna ganó una beca para el International Writing Program de la Universidad de Iowa, donde fue compañero del mexicano Fernando del Paso y de Héctor Libertella. Sant'Anna le dedicaria al argentino uno de sus cuentos más conocidos, “Marieta y Ferdinando”, de su segundo libro publicado: Notas de Manfredo Rangel, repórter (1973). Con esa obra  Sant'Anna se consolidó como uno de los mejores y más originales narradores brasileños, teniendo como una de sus principales características la variedad: de hechura, de tema, de extensión y de forma  –“no me gusta repetirme” era uno de sus mantras predilectos-. Así, encontramos en su obra casi todo lo que es posible hacer con palabras, desde poesía hasta novela policial, pasando por teatro, ensayo y por las memorias, sin olvidar las combinaciones posibles entre dichos géneros (como en A tragédia brasileira, de 1984, clasificada por el autor como una “novela-teatro”).

Dentro de dicha variedad, no es difícil percibir que el centro de gravedad de Sant’Anna siempre fue la narrativa corta, a médio camino entre el cuento y la novela. Y es aqui donde realiza su contribución decisiva a la ficción, explorando y ampliando las posibilidades de las formas breves en obras fundamentales como O concerto de João Gilberto no Rio de Janeiro (1982). 

Si Rubem Fonseca fue el responsable principal de la renovación del cuento brasileño contemporáneo con su realismo brutal, Sant’Anna fue decisivo para apuntalar salidas formales para diversas encrucijadas de la narrativa corta después de Fonseca (incluyendo la tentación de imitarlo). El actor y cineasta francés Michel Saint‐Denis dijo en alguna ocasión que “estilo es hacer lo que el texto pide”. Se refería a la exigencia del actor de adecuar su performance a las necesidades de cada texto dramático, lo que podría describir las estrategias ficcionales de Sérgio Sant’Anna. En los veinte libros que integran su obra, late la conviccción de que cada cuento pide una configuración inédita y particular, la cual redunda en textos de la alta calidad que son, al mismo tiempo, completamente distintos entre sí.

Cito tres ejemplos del ya mencionado O concerto de João Gilberto no Rio de Janeiro: el formato clásico, engañosamente realista de “Na boca do túnel”  –tal vez el mejor cuento sobre fútbol jamás escrito en Brasil–  que transmite admirablemente el conocimiento acumulado de una vida entera jugando, viendo y amando fútbol (concretamente, al Fluminense F.C.). Un texto que no tiene nada qué ver con la radicalidad de “Conto (não conto)”, su texto metaficcional más conocido. A su vez, el relato que da título al libro acaso sea el mejor ejemplo de un rasgo característico del autor: el diálogo con otras expresiones artísticas, como la música, el cine, las artes plásticas y el teatro. En este caso, la forma experimental del cuento refleja y responde a la libertad creadora de artistas tan inovadores y rupturistas como John Cage, Antunes Filho y João Gilberto.

Es tentador aseverar que el legado principal de Sérgio Sant'Anna son la libertad y la inventiva formales, pero la verdad es que su contribución tiene mayores alcances. Él también es un maestro de la prosa clara y directa, especialmente cuando nos muestra como ser lírico sin abusar de los adjetivos y otros adornos (como en varios cuentos del magnífico O voo da madrugada, de 2003). Y ese legado no se restringe a la literatura brasileña: “las virtudes de escritor de Sergio saltan a los ojos: el domínio de la construcción, la elegancia narrativa, una melancolía nunca patética”, declaró César Aira a la revista Piauí en un perfil de Sant’Anna publicado 2015. Admirador confeso del brasileño, Aira tradujo dos de sus libros, hasta hoy los únicos disponibles en español: El monstruoUn crímen delicado (ambos publicados por Beatriz Viterbo). 

Al contrario de Rubem Fonseca y Dalton Trevisan –famosos por no dar entrevistas ni aparecer en público–  Sant'Anna desarrolló una intensa actividad como intelectual, periodista y profesor universitário (experiencia cristalizada en su célebre cuento "La clase”, incluído en la antología Terriblemente felices, traducida por Cristian Di Nápoli y publicada por Emecé en Argentina). Siempre sostuvo que le “gustaba de gustar” la literatura brasileña contemporánea, que seguía con atención y hacía lo posible por apoyar a los innumerables escritores principiantes que lo buscaban. Para muchos autores brasileños de varias generaciones –incluyendo a quien esto escribe–  Sant’Anna fue un ejemplo de generosidad e integridad artística.

En los últimos tiempos, sintiendo el peso de los años y obsesionado con la muerte, Sant'Anna escribía y publicaba como nunca, sin perder el vigor ni la novedad.  En sus últimos libros, exploró una rica vena memorialística, revisitando episodios de su vida en un “ajuste de cuentas” consigo mismo, como en O conto zero e outras histórias, de 2016. Su último libro, Anjo noturno, fue publicado 2017.

En uno de sus últimos posteos de Facebook, Sant'Anna sentenciaba: “el Brasil es uma película de terror”. En esta película, ninguna autoridad se pronuncia públicamente sobre la muerte de uno de los mayores artistas brasileños, como no se pronunció sobre la muerte de Rubem Fonseca o de João Gilberto. Sin embargo, no creo que Sérgio Sant'Anna se molestara demasiado al respecto, tal vez incluso lo divirtiera, recitando acaso  "Imortalidade (epitafio)", de su libro de poemas Junk-box (1984):

Mi carne
despachan los gusanos
a despecho de una estatua
en plaza cívica
mi gloria
es un holograma
en cuyos laureles
cagan las palomas

*Gustavo Pacheco, escritor y diplomático, autor del libro de cuentos Alguns humanos (ed. Tinta da China).

Traducción: Rafael Toriz