CULTURA
Street Art

Arte Urbano en Buenos Aires: paredes en tensión

En la tercera y última parte de esta serie, Claudia Bosoni disecciona Buenos Aires, donde la presencia de arte urbano es innegable.

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En el casco urbano o centro neurálgico, asociado a la vieja Buenos Aires y al vez al área política y financiera, se distribuyen manifestaciones asociadas a las discusiones actuales, principalmente políticas, y la pintada transitoria de menor calidad estética como principal protagonista, utilizando símbolos colectivos y populares. | Claudia Bosoni, @fileteadoresdelconurbano y @bapasteup

Es innegable la presencia de arte urbano en Buenos Aires. En particular empezó a llamar la atención de los habitantes y turistas no hace más de 10 años. Lo interesante de la distribución espacial de esta ciudad es que encontramos representaciones en absolutamente todos los barrios, y al mismo tiempo, encontramos diferencias en cada uno de ellos.

En el casco urbano o centro neurálgico, asociado a la vieja Buenos Aires y al vez al área política y financiera, se distribuyen manifestaciones asociadas a las discusiones actuales, principalmente políticas, y la pintada transitoria de menor calidad estética como principal protagonista, utilizando símbolos colectivos y populares, representando mucho las posturas que ponen en discusión las desigualdades, las luchas populares del momento, y representan la característica efímera del graffiti clásico, emulando la noticia de la prensa, y muchas veces ocupando los espacios que ésta deja en blanco. 

En los barrios residenciales, encontramos una marcada territorialidad, que se ve plasmada en los símbolos del lugar. La identidad del barrio frecuentemente está representada por el club de futbol y la banda de rock local. En estos casos las representaciones tienen mayor perdurabilidad, y hasta son cuidados por los propietarios del soporte/pared, aun cuando no dieron permiso expreso para la creación de la obra. Pero también aparecen pintadas de invasiones extranjeras que rompen con la armonía de la zona y conservan características similares a las de los graffitis clásicos. Estos son efímeros y rústicos con velocidad en la composición, y de pocas chances de perdurabilidad. La clave de la aceptación tácita de una intervención urbana, más allá de su calidad estética es consecuencia de la valoración del derecho a la libertad de expresión, y al mismo tiempo de la empatía que genera con el público, en desmedro de la cuestión sobre la legalidad de la actividad.

Un tercer grupo de barrios más despersonalizados, que se pusieron de moda en los últimos años en general gracias a políticas públicas o privadas, y asociado a la afluencia turística, tiene más que ver con la comisión o el mural a pedido. En general, emprendimientos privados que contratan a artistas consagrados para publicitar un proyecto en particular (gastronómico, comercial, entre otros) o desde el estado mismo se pone en práctica como política para generar un proceso de gentrificación (aunque esto último genera muchas controversias) en donde se presentan casi guionadas, emulando los recorridos de museos (en este caso a cielo abierto). Las características de estos murales son la gran calidad estética, la inversión de tiempo en la obra y la perdurabilidad y el cuidado de ellos (muchas veces se llevan a cabo procesos de restauración de los mismos.

 

Discusiones     

Después de este breve recorrido por la conformación del fenómeno del arte urbano seguimos sin encontrar una clasificación acabada y precisa para estas manifestaciones, y a la vez abrimos el juego a diversas discusiones:

¿Puede ser considerado arte? ¿Puede ser analizado bajo los mismos estándares? La idea de montar una obra en un escenario que no está preparado para tal fin supone una serie de efectos totalmente diferentes en el espectador, que cuando va a un museo tiene controladas sus expectativas y su comportamiento acorde a las normas sociales. El arte urbano es anárquico, no puede pretender reacciones controladas en los espectadores porque no están dirigido a un público selecto que consume arte. El arte callejero es público, nos choca de frente y no necesitamos tener una experiencia o conocimiento previo sobre él para consumirlo, codificarlo o analizarlo. Mucho menos podemos cuantificar las emociones que producen. Estas expresiones nacieron para ser miradas y la ciudad proporciona un público masivo totalmente diferente del consumidor habitual de arte, de donde la heterogeneidad de las audiencias nos devuelve innumerables interpretaciones y sensaciones con respecto al fenómeno. Los habitantes de las grandes ciudades se transforman en un público consumidor involuntario de una nueva forma de arte a la que interpretan desde la inmediatez, la indiferencia, y cualquier otra reacción que está destinada a provocar.

¿Puede ser analizado desde las ciencias sociales? El fenómeno viene siendo ampliamente estudiado por la sociología, la antropología y la semiología al menos en los últimos 20 años. Problemáticas referidas a la territorialidad o la construcción de identidad colectiva, por mencionar algunos ejemplos, son algunos de los temas de análisis que más fueron trabajados. Incluso desde la crítica literaria y como poesía visual están surgiendo debates interesantes. 

Pero específicamente se presenta como un campo interesante para ser analizado como manifestación comunicacional. Las distintas capas de contenido de los graffitis pueden ser analizadas como un diálogo y las paredes como un medio masivo de comunicación. Al transmitir códigos y símbolos representa una especie de lenguaje que genera una separación y reconfiguración de identidades grupales (que agrupan desde lo generacional, lo geográfico, lo político, etc) y aparecen en un escenario considerado neutro que se encuentra bajo el escrutinio de todos los observadores. Específicamente se puede considerar digno de observación y análisis el manejo de la ironía, los tags, los juegos de palabras y los chistes.

Un apartado especial se merecen los estudios recientes sobre la utilización de las nuevas tecnologías. El hecho de que la masificación de la imagen se multiplique como representación vía tráfico de pixeles hacia cualquier lugar del mundo con un simple dispositivo móvil genera una revolución de sentido. Son más los espectadores intermediados por una pantalla que los que observaron las obras en vivo por lo que la ubicación ya no es lo que prima en las peleas por la pared más visible/peligrosa/etc. y la reconfiguración de espacios de poder empieza a aparecer como un campo de estudio muy interesante para explorar. 

Sin lugar a duda, el arte urbano ha entrado en nuestras vidas cotidianas sin permiso y ocupa un lugar en la sociedad desde donde rompe paradigmas y preconceptos. Y principalmente cumple con el primer objetivo de la palabra escrita, que es generar una reacción en el otro. El arte urbano nos incita a reflexionar sobre los patrones estéticos y la discusión sobre la propiedad tanto material (paredes) como intelectual. Y como si fuera poco, milita por la democratización de la palabra y del arte.

 

*Claudia Bosoni es Licenciada en Antropología. Su campo de estudio es la Arqueología Histórica-Urbana y el Patrimonio cultural. En los últimos años, se interesó especialmente en los fenómenos de vanguardia artística desde una mirada antropológica. Ha participado en varios proyectos académicos y de investigación en ciencias sociales y tiene publicados numerosos artículos en revistas y actas de congresos (nacionales e internacionales) en el campo de la Antropología y la Arqueología. Además, es profesora universitaria y se desempeña como guía turística en temas de Historia y cultura de la Ciudad de Buenos Aires.