Tiene sólo 27 años y una vocación por la pintura que no sabe cuándo ni cómo nació. Está en su ADN. Tampoco puede explicar las características de su obra, su estilo. Porque cuando Tomás Sarquíis pinta, la mano toma vida propia y se desparrama por el lienzo sin un camino previo trazado en su mente.
Orgullosamente porteño, que se debate hoy en el difícil desafío de soltar su destino a los deseos del instinto artístico mientras mantiene su trabajo que le permite solventar los gastos del placer que requiere su obra. Fibrones, aerosoles, lienzos de todo tipo, acrílicos, marcadores y hasta la música es un insumo para su inspiración. “Es una de mis herramientas imprescindibles”, dice mientras comienza a acomodarse para iniciar una nueva obra.
Lo suyo podría decirse que es “arte urbano”, muy lejos del arte callejero. Son sus trazos de figuras humanas compactas las que ubican mentalmente su trabajo en una ciudad. “No se cómo serían mis pinturas en otro escenario que no fuese Buenos Aires. Es una ciudad que tenés que saberla llevar o ella te lleva por delante”.
Tan complejo es poder definir su arte que entre bromas dice que “que es como ver Crónica TV en el Malba (risas). Considero que lo que hago es callejero, no porque pinte las calles (que a veces lo hago) sino porque retrato a mi ciudad. La religión, la vorágine, el caos. A veces el amor, el sexo, pero considero que la impronta es un tanto sofisticada”.
El interés por su trabajo está en ascenso. A veces le piden que “intervenga” una pared, una puerta, una guitarra, un par de zapatillas o un cartón. Lo contactan por Instagram a su cuenta @tomisarquis, donde 4.000 seguidores espontáneos esperan que cada semana publique su nuevo trabajo. Así, sin más, logró armar su propio “club de fans” enamorado por ese estilo caricaturesco de la humanidad.
La mejor definición que encontró para sí mismo es la de un Peter Pan. “Todo esto me divierte muchísimo, como un chico, así me tomo la pintura. Con sus responsabilidades pero divirtiéndome”.
¿Crees que jugar es fundamental?
Sí, jugar, explorar. Es fundamental porque te dan las herramientas para poder moverte en distintos campos y no caer siempre en lo mismo. Es jugar, es probar. Es un trabajo pero no se puede perder lo lúdico. Soy muy obsesivo pero esas manías suelen dar su recompensa.
Durante la Pandemia 2020 su rutina lo ayuda a potenciar su obra. Por la mañana, muy temprano, concurre a su trabajo (está dentro del rubro “esencial”). Y toda la tarde es suya para la inspiración. “Es como dijo Picasso: La inspiración existe pero tiene que encontrarte trabajando”.