Claudia Piñeiro (59) es un ser luminoso. Con su sonrisa y mirada transparentes, parece que fuera ella la que ilumina los ventanales del segundo piso de las oficinas de la editorial Random House, en San Telmo. Es mediodía y espera sentada delante de una biblioteca blanca poblada de libros que llegan hasta el techo. En 2018 expuso a favor del aborto con un discurso magistral que le trajo opositores y nuevos lectores. “Catedral”, su última novela, polemiza con la religión.
¿Cómo empezás a escribir esta novela?
Siempre arranco con una imagen disparadora. A lo mejor tiene metida gran parte de la trama adentro pero de una manera más inconsciente, como la materia de los sueños. En “Catedral”, tiene que ver con la ilustración de la tapa; el retrato de esa niña-adolescente en una iglesia, en una situación de angustia. Cuando empecé a escribir no supe bien qué le pasaba a este personaje que está sentada frente a la estatua de un ángel que cae y se rompe. Esa era la imagen disparadora que tenía en la cabeza. Al principio dejé que macerara un poco y después empecé a tirar del hilo imaginario para saber quién era el personaje.
¿Cómo desarrollás a los personajes que no piensan como vos en la vida real?
Como escritor uno se tiene que poner en la ropa de todos los personajes: los que te gustan y los que no. Sino terminás escribiendo personajes maniqueos: o son buenos o son malos. Los de “Catedral” son todos en primera persona y eso significa que le tuve que dar voz propia a alguien que a lo mejor piensa completamente distinto a como vos lo hacés en la vida real, pero tenés que lograrlo igual. La literatura no se trata de tomar partido entre los buenos o los malos sino en mostrar distintos personajes y que tengan coherencia lógica de acuerdo a sus propias acciones y su manera de ver el mundo.
Y hablando de la vida real, ¿Cómo ves la convocatoria a la marcha del próximo 8M que realizó la Iglesia en contra del aborto?
La misa del 8M está convocada por la autoridad de la Iglesia Católica, que define hacer una "Misa por las Mujeres", con una connotación antiabortista de base. Se va a hablar y pedir para que no salga la ley. Igualmente creo que cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera. Si las personas que no quieren que salga la ley quieren ir a Luján a rezar por eso, que lo hagan. Me parece un poco fuerte que lo hagan el 8 de marzo, sabiendo que el movimiento de mujeres está a favor del aborto. Es casi agresivo en un punto, pero hay que dejarlo correr.
¿Qué impresión te llevaste del discurso del presidente respecto a los derechos de la mujer?
Con respecto a los derechos de las mujeres tocó temas muy interesantes. Más allá del aborto, creo que eligió palabras precisas para mencionarlo. Yo estaba muy atenta a las palabras que iba usando. Me imaginaba que iba a anunciarlo, como todas estábamos esperando, pero quería saber qué palabras iba a usar. Me parece que lo anunció de la mejor manera. Por lo menos, de la forma que a mi me gustó que se anunciara porque dijo "legalización" y no solamente encararlo por un tema de salud pública sino que en un párrafo dijo que cualquier persona tiene que tener derecho a disponer de su propio cuerpo en libertad. Que Alberto Fernández lo mencionara me pareció una jugada valiente.
¿Este año sale la ley?
La ley va a salir este año porque están dadas las condiciones para que así sea. Que el Ejecutivo esté a favor, marca un escenario muy diferente donde tenemos muchas más posibilidades. De todos modos hay que seguir el tema muy de cerca porque finalmente los que deciden son los diputados y senadores que votan.
¿Para qué sirve la literatura?
No me gusta la pregunta para qué sirve. Esta cosa de contarnos historias es una de las riquezas que tenemos los seres humanos. Estas historias están construídas con palabras y con lenguaje. Eso es algo que hasta me emociona decirlo. Es mágico. Hay algo que pasa para el futuro en un relato construido con palabras: como esa catedral que el escritor Raymond Carver le dibuja a un no-vidente y le lleva la mano para que entienda lo que es.