CULTURA

Consuelo de tontos

Perfil
. | CEDOC

Leí No me acuerdo de nada, el libro de la periodista, guionista, directora y novelista Nora Ephron. Me hizo gracia especialmente el capítulo que se llama igual porque no me acordaría del título si no lo tuviera delante de los ojos. No debería hacerme gracia, porque no acordarse de las cosas es un claro signo de vejez. Pero Ephron se ocupa de la vejez en otros capítulos, en éste dice que lo de olvidarse de los nombres de las personas y los títulos de las películas le ocurre desde que tenía treinta años. Sin embargo, hace una diferencia importante: “Ahora se me olvidan de otra manera. Antes, creía que podía recuperar lo perdido de un modo u otro, y guardarlo en la memoria. Ahora sé que no es posible. Lo que sé que se fue, se fue para siempre. Y lo nuevo no se queda.” Ahí la cosa se pone un poco más melancólica. 

Yo todavía tengo fe en acordarme de lo que me olvido todo el tiempo y, como dice Ephron, ahora tenemos Google. Pero no para todos los casos. Un ejemplo que da es el de encontrarse en una reunión con un conocido y no saber quién es. Un caso parecido es el de tener que presentar una persona a otra y no acordarse del nombre de ninguna de las dos. A mí me pasaba todo el tiempo en el Bafici (y eso que yo era bastante joven entonces) con el agregado audiovisual francés en Buenos Aires. Lo terminaba presentando por el cargo, lo cual era todavía más ofensivo. El tipo era muy buena gente, lo que me daba más vergüenza. Desde luego, sigo sin recordar su nombre.

Yo todavía tengo fe en acordarme de lo que me olvido todo el tiempo y, como dice Ephron, ahora tenemos Google

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Pero me estoy olvidando de lo que quería decir, del motivo por el que se me ocurrió este texto. Uno de los casos de amnesia que recopila Ephron es el de ser parte de un grupo de ocho personas, de las cuales ninguna se acordaba del título de una película con Jeremy Irons que trata sobre el caso von Bülow, un playboy acusado de asesinar a su mujer. Yo nunca quise asesinar a mi mujer (o al menos no lo recuerdo), pero siento frecuentemente la tentación de asesinar a un traductor. En este caso, el del libro al castellano. Ephron escribe que solo se acordaba que el título tenía tres palabras y la del medio era “of”. La película, que dirigió Barbet Schroeder y me dejó un buen recuerdo, se llama Reversal of Fortune. Pero el traductor, puesto a traducir (a diferencia, por ejemplo de su colega italiano), usa el título de la película en España, que fue El misterio von Bülow. Y así le hace decir a Ephron que solo se acordaba que el título tenía cuatro palabras y la tercera era “von”, como si Ephron, además de desmemoriada, hubiera sido idiota (si la tercera era von ¿cuál iba a ser la cuarta?). Pero el remate es que su propia tontería lo lleva a transformar la dedu-cción de que nadie se acordaba del título porque no tenía mucha relación con Von Bülow en la afirmación de que una película llamada El misterio von Bülow no tiene nada que ver con el caso von Bülow. Digamos, aunque no tiene nada que ver, que en la Argentina la película se estrenó como Mi secreto me condena, exactamente el mismo título que tuvo I Confess de Hitchcock. Si el mismo inepto hubiera sido argentino, la traducción de ese pasaje podría haber funcionado. 

Nora Ephron murió en 2012, a los 71 años, la edad que yo tengo ahora. Mucha gente famosa asistió a su funeral, aunque apuesto a que Ephron no se acuerda.