Por razones laborales estoy leyendo a Robert Musil. Pues, busqué y encontré entre mis papeles el viejo número de Magazine Littéraire que le está dedicado (N° 184, mayo de 1982) y me dispuse ir a leerlo al Félix, verdadera base de operaciones de la intelectualidad porteña. Instalado ya en la vereda –covid mediante, solo como en lugares al aire libre– mientras esperaba mi tortilla de papas, registré que en una mesa cercana cenaban un célebre poeta y un igualmente célebre narrador. Prestando máxima atención, logré escuchar la conversación. Los célebres versaban sobre los 200 años del nacimiento de Baudelaire, y sobre todo acerca de una nota de Babelia sobre ese tema, o mejor dicho, sobre la ambivalente recepción oficial francesa al asunto. Mientras que los restos de algunos autores, como Voltaire o Victor Hugo fueron, a su turno, trasladados al Panteón, verdadero templo laico de la República, no es el caso con Baudelaire, quien no encajaría en los parámetros de lo políticamente correcto, tal como lo encarna nuestra época. Luego, los célebres pagaron y se fueron, mientras una persona –que también cenaba sola– los reconoció e intercambió algunas palabras con ellos (alcancé a oír que les decía: “Si no saben qué hacer con Baudelaire, imaginen con Drieu La Rochelle”). Como sea, habiendo terminado la tortilla (me la clavé en menos de lo que canta un gallo), abrí el Magazine y me encontré con artículos sobre Musil escritos, entre otros, por Blanchot, Claudio Magris, Jacques Bouveresse, más una selección de textos traducidos obviamente por Philippe Jaccottet (ese “obviamente” viene al caso de que, además de un gran poeta, Jaccottet tradujo prácticamente toda la obra de Musil al francés, en un caso de fidelidad poco habitual en la literatura contemporánea). Magazine Littéraire siempre me interesó por esa capacidad de instalarse en la banda alta de la divulgación, mezclando textos que claramente no lo son –como los mencionados– con reseñas, artículos y un tono general que apuntan a un público amplio. Sin embargo, al final no tuve ganas de leer los artículos sobre Musil y fui directamente hacia una entrevista inédita a Barthes, que el Magazine decidió publicar tres años después de su muerte. Ante el comentario acerca de que, más allá de los ensayos dedicados a Robbe-Grillet o Butor, “usted parece preferir el estudio de textos clásicos, como los de Racine, Sade, Balzac o Michelet”, Barthes responde: “Es por razones teóricas muy complicadas. Pero digamos en general que es más fácil –es decir, más pertinente– aplicar un lenguaje moderno a objetos pasados que aplicar un lenguaje moderno a objetos modernos. ¿Por qué? Porque el objeto moderno, a saber el escritor absolutamente contemporáneo, de alguna manera produce su propio lenguaje crítico”.
Y luego llegué a la última página de la revista, llamada “Petites annonces”, que bien podríamos traducir como “avisos clasificados”. Es decir, avisos de compra y venta de cosas. Escritos en la lengua de ese formato, con palabras cortadas para que ocupen poco espacio y pagar menos, traduzco uno: “Obr. Complet. Balzac. Ed. Club de l’Honnête Homme, valor 6.800 francos. Vendo por 4.000 F. Escrib: Gamba 64, R. Gannat, 03500 St-Pourçain/Sioule”. ¿Lo habrá vendido? Imposible saberlo. ¡Pero qué linda la época en que no existía Mercado Libre o esas cosas!