CULTURA
Nancy Fraser, feminista

“Los subsidios no son la respuesta, la respuesta es restructurar la economía”

Celebrada por sus trabajos en torno a la filosofía política y el feminismo, la autora norteamericana repasa algunos de los temas más candentes de la agenda global.

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La autora feminista, dueña de un pensamiento crítico e independiente. | Cedoc

La autora reflexiona en esta entrevista sobre la avanzada neoliberal bajo formas aparentemente izquierdistas y los desafíos de las minorías para no ser completamente absorbidas por el mercado. Diferencias entre la figura legal de "femicidio" utilizada en Argentina y la más abarcativa "crimen de odio" vigente en Estados Unidos, entre otros temas que cruzan fronteras territoriales y culturales en el contexto de la pandemia.

—¿Podría explicar brevemente qué significa su famosa frase “Neoliberalismo progresista”?

Neoliberalismo progresista es una expresión que inventé porque necesitaba un término para nombrar y explicar un fenómeno que de otra manera me era muy confuso. En Estados Unidos, el partido Demócrata se dedicó en las últimas décadas a desarrollar una política económica neoliberal en favor de los ricos y las grandes empresas que ha bajado el estándar de vida de, yo diría, dos tercios de la población, afectando severamente a las clases trabajadoras. Los gestores de esa debacle se presentaban a sí mismos como pro feministas, pro LGBTIQ, anti racistas, pro inmigrantes. Una parte del partido Demócrata había establecido una alianza férrea con Wall Street, Silicon Valley y Hollywood, que constituyen los negocios más grandes de nuestro país, por un lado, y con movimientos sociales aparentemente progresistas, por otro. Para preservar los intereses de estos negocios se promovían la falta de trabajo, la destrucción de sindicatos y la baja de salarios y se usaba la narrativa progresista para dar una suerte de legitimidad. Pero en las elecciones de 2016 esto se había vuelto claramente problemático. Creo que la clase trabajadora empezó a pensar que el feminismo, el anti racismo, los derechos LGBTIQ o el multiculturalismo son ideas promovidas por la elite en contra de clases media, media baja y obrera. Ponerle un nombre a esta alianza me ayudó a entender cómo se estaba estructurando el universo político. Al final, teníamos neoliberalismo progresista y neoliberalismo reaccionario. Pero no teníamos ninguna alternativa que fuese anti neoliberalismo. En un momento escribí que uno podía estar a favor del multiculturalismo o del nacionalismo étnico, pero en ambos casos estando atorado por políticas económicas anti clase trabajadora, y tanto Donald Trump como Bernie Sanders, uno en la derecha y otro en la izquierda, explotaron esto. Además del aspecto neoliberal, ambos ofrecían populismo, un populismo de derecha y un populismo de izquierda. La pregunta hoy es: ¿Vamos a ver -con el triunfo de Joe Biden- un revival del neoliberalismo progresista?

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—Hace dos décadas hizo una crítica a la dinámica por la cual las mujeres pobres que recibían subsidios estatales terminaban por ser completamente dependientes del Estado. En Argentina, mucha gente depende hoy de ellos...

—En ese momento, cuando Bill Clinton era presidente, Estados Unidos estaba atravesando una neoliberalización de su sistema de prevención social y para reducir el gasto del Estado se abolió el derecho a obtener subsidios, sin generar fuentes de trabajo. Ahora, está pasando algo interesante debido a la pandemia: estamos teniendo una gran evidencia de que mucha gente está desempleada, que mucha gente recurre a un seguro estatal por alimentos porque literalmente no tiene qué comer, algo que en un país tan rico como el nuestro es una locura, al igual que en el tuyo. Frente a esto Biden está en proceso de crear un proyecto de ley para darle a esa gente más plata, más tiempo de seguro de desempleo, etc. Lo que yo sugiero es que, teniendo una sociedad con mucha desigualdad, los subsidios no son la respuesta, la respuesta es restructurar la economía para que se vuelva más igualitaria. Pero en la emergencia que estamos ahora mismo, con una pandemia que dejó a tantos sin comer, por supuesto que uno acepta que se den subsidios.

—En Argentina tenemos la figura legal del “femicidio”. ¿Cómo se trata esa cuestión en su país?

No tenemos nada comparable al femicidio en Estados Unidos, pero si tenemos algo llamado “crimen de odio” que no necesariamente es un crimen contra una mujer: puede ser contra una persona de color, gay, lesbiana, trans o queer; si alguien es asaltado o asesinado a partir del racismo o el sexismo o la misoginia, se agrega más tiempo de cárcel. Hay gente que piensa que agregar una penalidad extra es algo problemático, pero yo no estoy enfáticamente en contra. Sin embargo, no me parece que solo porque el asesino sea un hombre estamos sí o sí ante un crimen de odio. Si un asesinato es una expresión de misoginia que se puede probar, diría que sí, pero me parece que siempre hay que encontrar una justificación que tenga sentido para dar más tiempo de cárcel a una persona. Además, se abren otras preguntas: el hecho de que un hombre mate a una mujer es algo muy malo, ¿pero es realmente peor que si una persona blanca mata a una persona negra? No todo asesinato es un crimen de odio, hay que tener un criterio. No diría que todos los casos donde un hombre mata a una mujer lo sea. Para ello es necesario un juicio con pruebas, y un juez idóneo.

—Para cerrar: ¿Cuál es su visión sobre Black Lives Matter

—Es una nueva ola de anti racismo militante. Creo que el hecho de que haya llevado tanto tiempo para que surgiera un movimiento así es otra indicación de cuán desmoralizada había estado la gente en Estados Unidos, porque el racismo es un problema de larga data muy arraigado. Militar en contra de eso puede ser bueno siempre que esa militancia no pase por derribar estatuas o atender a lo estrictamente simbólico. El desafío es profundizar el estudio del racismo, entenderlo a la luz de factores concretos y buscar soluciones igual de concretas. Si las salidas pasan por incluir personas de color en las fotos o incluso en lugares de poder como ocurrió con Obama, sin atender a la situación de segregación económica y cultural de las mayorías, nada cambiará realmente.