CULTURA
La directora de la biblioteca nacional, sin filtro

Máxima tensión

Elsa Barber, directora de la institución, dialogó con PERFIL sobre la posibilidad de despidos y reveló que luego de la salida de Alberto Manguel advirtió “desprolijidades” y falta de transparencia en el área administrativa (hoy a cargo de Néstor Luque), situación que recientemente la llevó a pensar –otra vez– en la renuncia.

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Elsa Barber, directora de la Biblioteca Nacional. “No creo que me pidan que despida; si eso ocurre, daré un paso al costado.” | Aballay

Cuando en julio de este año se produjo la renuncia de Alberto Manguel y se designó en su lugar a Elsa Barber, hasta entonces subdirectora, uno de los rumores que corría por los pasillos de la Biblioteca era que podía sobrevenir una ola de despidos. El temor se fundaba sobre todo en lo que había pasado un año y medio antes, a principios de 2016, cuando ella había asumido como directora interina luego de que Horacio González presentara su renuncia y de que Manguel anunciara que no podía asumir hasta julio porque tenía que dar algunos cursos.   

En ese momento, desde Cambiemos pusieron un interventor argumentando que en los últimos años se había aumentado la planta de manera innecesaria, acusación que Barber ahora niega (“había muchas actividades y por lo tanto mucho por hacer”), aunque aclara que le hubiera gustado emplear gente con otro perfil. “Eso sí, tengo que decirlo: faltaron, y todavía faltan, bibliotecarios. Esto es una biblioteca y en realidad lo que tendríamos que tener es más bibliotecarios de los que tenemos”, nos dirá durante la entrevista.  

De cualquier modo, y más allá de que ahora sabemos que en aquel momento las incorporaciones estuvieron, en efecto, justificadas, lo cierto es que en 2016, durante su interinato, hubo 240 despidos, y que, si bien el listado de gente a la que había que desvincular llegaba desde el Ministerio de Modernización, quien tuvo que mandar los telegramas fue ella.

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Por eso al asumir el cargo en agosto de este año tenía por delante dos grandes desafíos. Por un lado, reconstruir la confianza en varios sectores de la Biblioteca que veían con cierto recelo su designación; por otro, administrar el cada vez más estrepitoso derrumbe presupuestario.

Respecto de lo primero, hay que decir que pareciera estar lográndolo. Algunas fuentes importantes dentro de la institución cuentan que en estos meses ha tenido varios gestos en ese sentido y la describen como un hábil zoon politikón, a pesar de su perfil técnico (recordemos, por cierto, que no solo es la primera mujer en dirigir esta institución, sino también la primera persona que proviene del ámbito de la bibliotecología).

En cuanto a lo segundo, el panorama es un poco menos alentador; aunque Barber sostiene que aún no han tenido que hacer grandes ajustes. Las muestras, por ejemplo, tendrán que hacerlas de una forma bastante más austera y la puesta en valor de la biblioteca de la calle México requerirá más tiempo. Además afirma que no habrá despidos, y lo que declara al respecto quizás pueda leerse como otro gesto para reconstruir la confianza entre la gente de la Biblioteca. “No creo que me pidan que despida, pero en tal caso yo voy a defender a los trabajadores de la Biblioteca hasta la muerte. Y si en última instancia no puedo evitar que haya despidos, doy un paso al costado”, dice.  

—La que en cambio no continuaría es la gente del área administrativa que en su momento, durante 2016, habían recomendado desde el Ministerio de Cultura, ¿no?

—Bueno, se acaba de producir un cambio, porque yo lo que necesito en este momento como directora de la Biblioteca es un perfil administrativo distinto. Yo necesito mucha transparencia, mucha honestidad, y encontré algunas desprolijidades, y soy yo la que firmo ahora...

—¿Qué tipo de desprolijidades?

—Estamos haciendo un informe, porque yo pedí un estado de situación de qué recibo financieramente, ¿no? Entonces podremos hablar de eso en el momento en que recibamos esa documentación.

—¿Eran personas que había puesto el Ministerio de Cultura?

—Nos las recomendaron en su momento. Alberto Manguel y yo necesitábamos un director general de Coordinación Administrativa. Ninguno de los dos conocíamos gente de confianza para poner en ese lugar y en aquel entonces desde el Ministerio de Cultura nos lo recomendaron. De golpe apareció esta persona. Alberto Manguel y yo la entrevistamos, nos pareció bien, nos pareció fantástico, y bueno, después uno en el día a día, sobre todo cuando no conocés a las personas...

—Tengo entendido que al respecto tuviste un diálogo con Pablo Avelluto, ¿no?

—Sí, totalmente, y conté con el apoyo político total para realizar ese cambio, en el que espero logremos avanzar.

—La información que tengo es que en ese diálogo vos le planteaste que, si no era posible desplazar a esta gente, abandonabas inmediatamente el cargo, ¿es cierto?

—Sí.

—O sea, es muy importante este tema para vos...

—Sí, es muy importante...

—¿Y por qué motivo?

—Algo personal, algo de mi persona, de mi educación, algo que me dieron mis padres, una convicción. Es decir, yo hasta ahora, al ser subdirectora, en ningún momento tenía que firmar. Bueno, cuando Alberto Manguel no estaba, firmaba yo. Pero de todas maneras había un responsable, que era el director. Cuando a mí me nombran directora y empiezo a leer todas las responsabilidades del director casi me muero...

—Claro, ahora toda la responsabilidad política es tuya...

—Política y de todo tipo, de todo tipo. Entonces para mí eso es muy delicado. Yo creí que íbamos a poder trabajar con todo el equipo que habíamos elegido, pero bueno, lamentablemente me di cuenta de que la parte administrativa no podía ser...