En Twitter –Osvaldo Lamborghini: cosas lamborghíneas (@lamborghiniOL)–, a principios de este mes se difundió que los materiales originales del escritor ya están disponibles en forma gratuita, para descarga y lectura en archivos PDF, todo esto desde el Archivo del Instituto de Investigación en Arte y Cultura Dr. Norberto Griffa (IIAC), de la Untref (Universidad de Tres de Febrero): http://archivoiiac.untref.edu.ar. PERFIL entrevistó a Agustina Pérez, cuya tesis en Estudios Literarios Latinoamericanos trató sobre Teatro proletario de cámara (de ahora en más: TPC). Además, es la administradora de dicha cuenta en la red social.
—¿Cómo surgió el catálogo digital de obras de artistas e intelectuales argentinos?
—El Archivo IIAC surge en 2013 y empieza a funcionar en 2014. Aparece como respuesta a tres donaciones, los fondos de Alberto Collazo, Galería Lirolay y la biblioteca de Edgardo Cozarinsky.
—¿Y cómo llega el archivo de Osvaldo Lamborghini a este proyecto?
—Gracias al contacto de mi directora de tesis, Paola Cortés-Rocca, Elvira Lamborghini conoció a la gente del Archivo y lograron que el material pase bajo su guarda. Y la historia es así: Hanna Muck, la última pareja de Osvaldo, una vez que este falleció, compró una fotocopiadora con la que duplicó todos los manuscritos: La causa justa, El pibe Barulo, Tadeys y demás. Material que llegó a Buenos Aires y apareció publicado en las ediciones al cuidado de su albacea de entonces, César Aira. Pero no era todo.
Cuando fallece Hanna, Elvira viaja a Barcelona y vuelve con tres valijas repletas de material, tanto publicado como inédito. Allí estaban los originales de La causa justa y ocho carpetas del TPC, pero también cuadernitos erráticos, libros intervenidos, pinturas, collages. Parte del material había deambulado por el Macba de Barcelona, en una exposición durante 2015. Esa muestra planteaba el material como el descubrimiento de una vertiente plástica en el escritor.
—¿Los 200 objetos disponibles en el IIAC es todo o queda material sin clasificar y escanear?
—Faltan los objetos, como las cajas de fósforos y los libros intervenidos, así como la mayoría de los cuadernos de los cuales surgieron los materiales de Osvaldo Lamborghini inédito (Grupo Editorial Sur, diciembre 2019, investigación y recopilación de Néstor Colón y Agustina Pérez). Y, por su tamaño, Elvira tuvo que dejar algunas pinturas en Barcelona, que también será un faltante para completar el catálogo.
—¿Está disponible “TPC” en su totalidad? ¿Cómo clasificarían esta obra que supera los límites de publicación?
—En 2008, Anxo Rabuñal publicó en España una tirada casi facsimilar de 300 ejemplares que contenía el proyecto en su totalidad. Digo “casi”, porque el TPC consta de ocho carpetas distintas, y la edición de Rabuñal las sintetiza en un solo tomo. TPC es un proyecto demencial desde diversas aristas. Para empezar, es un objeto que en su contexto de producción era impublicable. Por otra parte, dicha primera edición es hecha a puro lujo, algo que desentona con los materiales trash que lo componen. Hoy se lo consigue a $ 20 mil en Mercado Libre. En este sentido, reponer este objeto en formato digital, para que todos puedan acceder a él, es fundamental. Así abandona su condición de fetiche inaccesible. Porque allí existe una apuesta muy fuerte de Lamborghini por llegar, como en el verso de Fierro, hasta las “últimas poblaciones”. Es una producción que parece venir del futuro y recién ahora vamos a sopesar sus efectos.
—¿Qué efecto cultural estiman por esta forma de brindar los archivos de escritores?
—Resulta imprescindible destacar la actitud de la heredera, Elvira Lamborghini. Lo más común es que los archivos se vendan a universidades extranjeras, las que acaparan este bagaje cultural. En el caso de ella, eligió de forma deliberada que el material quede en Argentina, pero no solo eso. Al prestarlo en guarda, aceptó que se digitalice íntegramente y que esté disponible para su consulta. Levantó la barrera para dar lugar a la circulación, y eso es algo muy valioso. Esto hace posible el estudio especializado. Por ejemplo, el manuscrito que revisé (El pibe Barulo), corroboró algo que César Aira deslizó en alguna otra oportunidad: a Lamborghini todo le salía bien de entrada. Casi no había corrección, lo que no implica que no exista relectura de lo escrito, sino que esta decantaba como agregado de texto más que para pulir lo previo.