CULTURA
Aniversario

Por qué la repatriación de los restos de Gardel a Buenos Aires tardó más de 6 meses

Sus restos mortales llegaron a Buenos Aires el 5 de febrero de 1936. El rol del periodismo y del presidente Agustín P. Justo en la odisea para traerlos que incluyó cargarlo a pulso en caminos de montaña.

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Carlos Gardel. | Telam

La horrible muerte que encontró Carlos Gardel en Medellín el 24 de junio de 1935 conmovió a toda la Argentina. Pero lejos del dolor genuino por la pérdida de un ídolo popular a los 44 años y en lo más alto de una carrera artística a la que le esperaba todavía más, hubo intereses oscuros que se aliaron para utilizar ese amor puro por una figura extraordinariamente carismática, para tapar uno de los hechos más aberrantes de la historia argentina: el asesinato de un senador en el mismísimo recinto del Senado de la Nación.

Fueron Natalio Botana, creador del diario Crítica y el presidente por “fraude patriótico” Agustín P. Justo, quienes tomaron en sus manos la repatriación de los restos de Gardel a Buenos Aires, entendiendo que sería una manera de tapar la noticia del asesinato del senador Enzo Bordabehere. El senador de origen uruguayo pero nacionalizado argentino, había sido asesinado casi un mes después del accidente fatal que le costara la vida al cantor, el 23 de julio de 1935, cuando recibió los balazos destinados a su compañero de bancada Lisandro de la Torre.

Cuenta Helvio Botana en sus memorias, “Tras los dientes del perro”: “Fue así que a ocultas, sabia y tenazmente, aceleraron el culto a Gardel y desviaron la mirada de la opinión pública. El estado puso su parte, Crítica lo suyo. Se demoró exprofeso la vuelta de sus restos durante seis meses, buscando que la apoteosis tapara lo que por razones de estado se debía olvidar”, escribió en el libro publicado en 1977.

El historiador Felipe Pigna cuenta que lo que más lo sorprendió en su investigación para su reciente libro “Gardel”, fue la extraordinaria movida que se armó para repatriar los restos del Zorzal Criollo. Si bien a los cuatro días del accidente de Medellín, el gobierno uruguayo comenzó gestiones para llevar los restos de Gardel al otro lado del Río de la Plata, el testamento del cantor y los deseos de su madre Berta impusieron que su morada final sea en Buenos Aires.

 

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Pigna cita a Rosendo Fraga, quien señala en una nota en La Nación: “El estudio de las primeras planas de los ejemplares de Crítica durante el segundo semestre de 1935 muestran cómo un mes después de la muerte de Gardel, comienza a crecer la expectativa por la llegada de sus restos y a difundirse con gran espacio los homenajes y repercusiones en el exterior. Esta política de Crítica, el diario entonces con mayor tirada y el más popular, fue arrastrando a otros mediosy la radio. Por otra parte, este tipo de maniobras eran muy propias de personajes como el general Justo y Natalio Botana, caracterizados tanto uno como líder político militar y el otro como periodista exitoso, por un realismo cínico. Ambos percibieron en los años 30, antes del surgimiento de Perón, la poderosa eficacioa de la utilización de los medios de comunicación masivos con fines políticos”.

Fue Armando Defino, apoderado de Carlos Gardel y por pedido de Doña Berta Gardes, mamá del cantor, quien se ocupó de todos los trámites. El 17 de diciembre de 1935 se exhumó el cadáver del Mudo, gracias a gestiones del gobierno argentino con su par colombiano, ya que la ley local impedía exhumar un cuerpo hasta cuatro años después de su muerte. De Medellín a Cali, el recorrido se realizó en tren, pequeños buses, a lomo de mula y hasta a pulso en senderos angostos al borde de precipicios, hasta que pudo ser despachado en otro tren a Cali después de ser velado una noche en Supía y descansar otra, en Santa Ana de los Caballeros. De Cali fue al puerto de Buenaventura, para partir rumbo a Panamá, cruzaron el canal y llegaron a Nueva York, donde fue velado en el Barrio Latino.

Exactamente un mes después de su exhumación, el 17 de enero, los restos de Gardel partieron en barco desde Nueva York, el 31 llegaron a Río de Janeiro y el 4 de febrero, a Montevideo, donde también fue velado por algunas horas. Finalmente, el 5 de febrero llegaron a Buenos Aires a las 10 de la mañana y fueron llevados al stadium Luna Park, para el velatorio final.

 

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Una multitud siguió el paso del féretro por las calles de Buenos Aires desde el puerto al “Luna”, donde fue velado y homenajeado con discursos y música. Francisco Canaro tocó “Silencio” con un grupo de músicos y parte de la orquesta de Roberto Firpo con el cantante Roberto MAida. Enrique García Velloso, Paquito Busto, Claudio Martinez Payva y Azucena Maizani, que leyó una carta de Rosita Moreno, entre otros, fueron los oradores.

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El 6 de febrero, en medio de una multitud calculada en 80 mil personas, se trasladaron los restos desde el Luna Park al cementerio de la Chacarita, donde hasta se entonó el Himno Nacional Argentino. Los restos de Gardel estuvieron hasta el 7 de noviembre de 1937 en el panteón de los Artistas, y ese día fueron trasladados hasta su propio mausoleo, con la famosa estatua “el bronce que sonríe”, que fue descubierta por Francisco Canaro, y donde aún hoy, a más de 85 años de su muerte, no falta el admirador que le ponga entre los dedos un cigarrillo encendido.

La odisea pergeñada por Justo y Botana, aprovechando el amor de los argentinos por Carlos Gardel había cumplido su ciclo. El asesinato del senador había quedado en el olvido para muchos, gracias a la utilización del auténtico dolor popular por la muerte de Gardel, potenciado por una campaña mediática y por un periplo cinematográfico de sus restos.

Ajeno a todo eso y ganándole por goleada al olvido que le auguraban algunos, el mayor ídolo popular que tuvo esta parte del mundo sigue emocionando con su arte aunque haya pasado casi un siglo desde su muerte.