Este martes a las 13.14 México volvió a temblar. Con epicentro en la frontera de Puebla y Morelos, un terremoto de 7,1 en la escala de magnitud de momento causó daños catastróficos que llegaron hasta la capital nacional. Mientras subía el conteo de muertos, miles de personas buscaban sobrevivientes bajo los escombros y el país se unía en un dispositivo solidario conmovedor.
El 19 de septiembre va a quedar como un día maldito para el país, que en 1985 registró el evento natural más mortífero de su historia, con un sismo que dejó 40 mil muertos y jaqueó la organización del Mundial que consagraría a Diego Maradona como el mejor futbolista de su generación. Treinta y dos años después, los 67 argentinos que compiten en el Torneo Apertura pasaron el susto de sus vidas. Salvo en Guadalajara, donde Matías Almeyda dirige un plantel 100% mexicano, todos los equipos de la Liga MX tienen jugadores argentinos, con figuras como Leonel Vangioni, Guillermo Burdisso, Marcelo Barovero y Gustavo Bou.
“Estábamos saliendo del entrenamiento cuando el suelo empezó a sacudirse muy fuerte. Nos fuimos corriendo hasta el estacionamiento”, cuenta Carlos Salom, jugador de Puebla, que 12 días antes del terremoto debió dejar su departamento por los temblores originados en el golfo de Tehuantepec. Mientras manejaba hacia su casa, el ex Sacachispas y All Boys pudo apreciar la magnitud del caos: edificios caídos, semáforos cortados, falta de luz y agua, cientos de personas desesperadas por contactar a su familia. De vuelta a los entrenamientos, todo el plantel se reunió para comprometerse a colaborar con las víctimas.
Todos los jugadores de la liga se involucraron activamente en la reconstrucción, en persona y en las redes sociales, donde publican mensajes solidarios e información sobre dónde y cómo ayudar. Aunque siguen entrenando, la Federación Mexicana suspendió la décima fecha en solidaridad con los afectados. Como todos los clubes de la liga, Veracruz habilitó un centro de acopio en su estadio, donde recibe agua embotellada, enlatados, botiquines, linternas, jabón, palas y baterías. “Estamos colaborando con la gente damnificada. Recibimos donaciones todos los días hasta las seis de la tarde”, dice el delantero, ahora aliviado porque “por suerte la puedo contar”.
Salom es compañero de Jonás Aguirre y Gabriel Esparza, el que peor la pasó de los tres. Con las paredes rajadas y serio riesgo de derrumbe, la torre donde vivía debió ser desalojada. “El edificio se rompió. Lo primero que estamos haciendo es pensar en una vivienda para mí y mi mamá”, contó. Aunque el club consiguió un hotel para los compañeros en su situación, el ex San Lorenzo pasó la primera noche en la casa de Aguirre, que el día del terremoto creyó que se caía el techo del vestuario. “Es una de las pocas cosas que no se pueden predecir –explicó–. Te agarra donde sea y tenés que disparar para cualquier lado”.
Al momento del temblor, Silvio Romero tomaba mate con Agustín Marchesín (seleccionado para la doble fecha final de las Eliminatorias) y Guido Rodríguez en el décimo piso del hotel donde concentraba el América. “Fue tremendo ver cómo se rajaban las paredes y los vidrios”, contó el ex Lanús. “Vivimos una desesperación muy grande. Pudimos salir a la calle pero son momentos que no se terminan más, con mucha angustia”. Cuando pasó el temblor, empezaron a entender el panorama: “Mucha gente perdió la vida, la ciudad es un caos”.
Cristian Pellerano dormía cuando la tierra empezó a sacudirse. “La cama se movía como si estuviera en un barco. Se sintió bastante feo”, se sincera el capitán de Veracruz, que en medio de la confusión revivió otro episodio traumático: el terremoto en Shizuoka, al sur de Tokio, donde en agosto de 2011 Independiente esperaba su partido contra el Jubilo Iwata. Esa noche hubo gritos y corridas en el Kakegawa Grand Hotel. Parecía que se caía a pedazos. Seis años más tarde, después de ponerse a salvo bajo el marco de una puerta, salió disparado hacia la escuela de sus tres hijos. Estaban sanos y salvos. “Los simulacros los ayudan a resolver estas situaciones”, cuenta el jugador, que puso la bandera azteca y la frase “amor patrio” en su estado de WhatsApp. Este miércoles, Pellerano y sus compañeros predicaron con el ejemplo: antes del entrenamiento, llegaron al estadio con donaciones y ayudaron a llenar un camión que salía hacia la ciudad devastada.
Ningun arrepentido
“Le contaba a mi esposa que siempre quise venir a jugar a México y no se me daba. Después ella me dijo que no se me daba por algo, y ahora pasó esto. La verdad, me arrepiento. A cumplir el contrato, después veremos, pero no sé si voy a seguir otro año”. Las palabras de Carlos Salom, jugador del Puebla, llegaron en el peor momento. La reacción fue inmediata: recibió críticas y mensajes agresivos por las redes sociales.
“Me cambiaron la frase y ahora todo México me está matando”, lamenta ante PERFIL el delantero del Puebla. Y agrega, como si hiciera falta: “Amo a este país y me gustaría quedarme”.
Para reforzar su descargo, la cuenta oficial del club en la red social Twitter difundió un video donde el jugador insiste en que, a pesar de las dificultades que le provocó el terremoto, está cumpliendo su sueño de jugar en la Liga MX.