En 2011, Jurgen Klopp llegó a una conferencia de prensa con dos salchichas y una lata de Coca. Se sentó y almorzó mientras los periodistas le preguntaban por un partido que se iba a disputar dos días más tarde, ante el Hannover. “Ah, esto es porque no tuve tiempo de comer”, explicó entre risas. Extrovertido, histriónico, desenfadado: así es el entrenador del Borussia Dortmund que revolucionó al fútbol alemán por su juego (pelota por abajo, rápido, sincronizado, agresivo, de presión alta) y que salió campeón de la Bundesliga de Alemania en las últimas dos temporadas. Ese equipo, según se sorteó ayer, va a enfrentar al Real Madrid en la semifinal de la Liga de Campeones de Europa.
Es, éste, el perfil de un entrenador alemán para nada arquetípico, que privilegia la estética del juego a la eficiencia. Como explicó en febrero en una entrevista con el diario El País: “Cuando llegué al Dortmund, dije: ‘Si 80 mil personas vienen cada dos semanas al estadio y en el campo se juega un fútbol aburrido, una de las dos partes, el equipo o los fans, tendrá que buscarse un nuevo estadio’. Yo no sólo quiero ganar, ¡también quiero sentir!”.
El optimista. En una semblanza publicada en la revista alemana Stern, se caracterizó la metodología de Klopp como de “reinterpretación de eventos”. Castellanizado: Klopp es un optimista empedernido, impenitente. “No siempre –según analizó– es mejor ganar un partido jugando mal que perder un partido jugando bien. Ganar así puede ser engañoso.” Amplió en El País: “Los partidos deben tener un efecto más allá del resultado. Todo el mundo sabe que se ha ganado 3-1. Pero lo que se siente es el tiro, el gol, la parada: eso lo llevas dentro toda la semana”.
Klopp pretende desdramatizar el fútbol (verbo, desdramatizar, que no se conjuga en la Argentina). Así, incluso, justifica él su llegada en 2008 al Borussia Dortmund, el equipo que más hinchas lleva a la cancha en Europa después del Barcelona: “Cuando el club casi había sido rescatado (de la bancarrota) se dieron cuenta que había que recobrar vitalidad. Y buscaron un entrenador vitalista, que apuesta por un fútbol vivo, que se divierte, que ríe a pesar del descenso del Mainz (club al que dirigía)”. Klopp es un bromista, además. En 2011, cuando su equipo compartía, después de 11 fechas, el liderazgo de la Bundesliga con el Mainz y el Eintracht Frankfurt, dijo: “Estar cabeza a cabeza con equipos así a esta altura de la competencia no era lo que queríamos. Tenemos problemas. No estoy seguro de que yo sea el indicado para dirigir al Borussia Dortmund”.
Pero, sobre todo, Klopp es un entrenador que le saca agua a las piedras: los otros equipos que llegaron a las semifinales de la Liga de Campeones duplican (Bayern Munich) y hasta triplican (Real Madrid, Barcelona) el presupuesto del Borussia Dortmund. Dirige un equipo que tiene un promedio de edad de 24,5 años, el tercero más joven de la Bundesliga. No es casual: ése es el proyecto del club. “No tener dinero no significa no poder seguir trabajando, significa solamente que hay que encontrar otros caminos. El club ha seguido su camino con un entrenador de Segunda y un equipo muy joven. Nos encanta que siga siendo un club y no una empresa donde se dice: “Hoy éste, mañana aquél’. Veo ahora a jugadores de diez o 13 años y los entrenaré en cuatro años”, dijo.
Klopp no tiene cábalas porque se las olvida y nunca llegó a jugar en Primera División: apenas llegó a Segunda. Hasta de eso se ríe, y con ganas: “Como futbolista, tenía un talento de Tercera División y una cabeza de Primera, así que me quedé en Segunda”.
Ese es el arquitecto del Borussia Dortmund, un fundamentalista de la estética futbolística. No es para menos, y él lo explica: “Es que ya he lidiado bastante en mi vida con el mal fútbol. Incluido el mío”.