Para Estudiantes lo que hizo el pibe Gerónimo Spina fue una canallada. El club lanzó un comunicado demoledor: habla de “ingratitud”, de “codicia”, de un negocio “fácil y mezquino”. Está claro que en La Plata dolió, y mucho. Spina, 18 años, marcador central, joyita de las inferiores, abrochó un contrato con el Atlético de Madrid y pegó un portazo en el club platense. Amparados en la patria potestad, la familia y los representantes se lo llevaron a España y a Estudiantes no le queda ninguna posibilidad de negociar nada. El pibe se formó durante seis años en el Pincha y hasta estudió en la escuela del Pincha, pero se va sin que al Pincha le quede una moneda.
El caso Gerónimo Spina no es un episodio nuevo ni aislado en el fútbol argentino. Los clubes de fútbol vienen padeciendo un vaciamiento por goteo, una maniobra que reproduce la lógica colonial: los poderosos de Europa se llevan lo más valioso de estas tierras a cambio de nada. Es un mecanismo que se puso en práctica hace más de veinte años, no lo inventaron ahora los representantes del ingrato. Y se sostiene en la tentación que genera una montaña de euros, una oferta que no pueden rechazar.
Estudiantes de La Plata y un fuerte comunicado tras la polémica salida de uno de sus juveniles
Solidaridad. No es habitual que entre los clubes se crucen mensajes de apoyo y convivencia, pero el caso Spina impulsó a varias instituciones a expresar su solidaridad con Estudiantes a través de las redes sociales.
Independiente, por ejemplo, publicó un tuit en el que dejó en claro que “llegó el momento de que todos los clubes argentinos enfrentemos estas situaciones, en las cuales nos vemos visiblemente perjudicados por el accionar de algunos inescrupulosos que atentan contra el patrimonio más preciado de una institución”.
Mientras que San Lorenzo propuso “un pacto entre clubes para no trabajar más con personas que actúan en contra del patrimonio de nuestras instituciones”. Argentinos Juniors, Banfield y Belgrano de Córdoba también se sumaron a las adhesiones
Antecedentes. En un principio fueron los hermanos Cambiasso. Allá por 1996 Esteban y Nicolás abandonaron Argentinos Juniors para volar a las inferiores del Real Madrid. Del Semillero del Mundo a la Casa Blanca sin escalas. Fue el primer caso mediático, que sorprendió e instaló la maniobra de la patria potestad.
Tres años después lo padeció Boca: Fabricio Coloccini, quien ya había debutado en Primera, se fue al Milan sin dejarle un peso a la institución que presidía Mauricio Macri. El padre del jugador, también llamado Fabricio, trabajaba en las inferiores del club y fue separado de su cargo. El xeneize volvió a sufrir un despojo en 2015, cuando el Villarreal se llevó al volante ofensivo Leonardo Suárez, de 18 años. Actualmente juega en el América de México.
River tampoco se quedó afuera de la maniobra. En enero de 2020, meses antes del comienzo de la cuarentena, el enganche Tiago Geralnik, de 16 años, figura indiscutida de la Séptima, se marchó a España. ¿Club? Otra vez el Villarreal. Hasta Marcelo Gallardo intervino en el caso y le pidió a la familia que el pibe se quedara, pero fue en vano. Un año antes el Millonario ya había sufrido otra baja: Giuliano Simeone, uno de los hijos del Cholo, goleador de la Sexta división, se fue con el pase en su poder al Atlético de Madrid. River reclamó ante la FIFA, pero el fallo favoreció al Cholito.
Vélez perdió a Matías Soule, joya de las inferiores que pasó a la Juventus de Italia sin debutar en Primera, y a Benjamín Garré, delantero que firmó para el Manchester City. Y San Lorenzo tampoco pudo hacer nada cuando en 2018 se fue el juvenil Francisco Bonfiglio, de 16 años. ¿A qué club? Otra vez el Villarreal.
Cuestiones legales. Cuando un menor juega en las inferiores de un club y llega a los 16 años ya está en condiciones de firmar su primer contrato. Entonces aparecen dos posibilidades: una, que se usa muy poco, se llama modalidad profesional promocional, que son contratos por uno o dos años con la posibilidad de que el club lo prorrogue por decisión unilateral; y la otra, conocida como contrato a plazo fijo, es similar a la de un jugador profesional, con una extensión máxima de cinco años.
“Si el jugador está ligado contractualmente con el club, las posibilidades de que reclamen la patria potestad son prácticamente nulas”, explica el abogado Pablo Barbieri, exmiembro del tribunal de ética de la AFA.
Los problemas para los clubes arrancan cuando los pibes no tienen contratos firmados. “Los padres pueden recurrir vía judicial a liberar al jugador de su vínculo con el club, utilizando las normas constitucionales y los tratados internacionales, sobre todo haciendo alusión a lo que se denomina el interés superior del niño. Por ejemplo, la posibilidad de radicarse en otro país o la necesidad laboral de los padres –completa Barbieri–. El jugador queda en libertad de acción y al club formador le va a quedar como única alternativa reclamar el derecho de formación”.
¿Qué pueden hacer los clubes? Nada. Hay una sentencia judicial notificada en Fifa y AFA que deben acatar y no deja margen para reclamos. La indefensión es absoluta.
“Hoy es este chico Spina y mañana será otro, y otro, y otro –finaliza Barbieri–, porque se trata de una manifestación de un negocio que se potencia en países y en economías críticas como la Argentina, que en cuanto a salarios de futbolistas y sobre todo de los más jóvenes no puede competir con Europa.”