Santiago Silva se rasca la cabeza y mira al piso; mira la nada. El nueve trata de masticar los cuatro goles que en un tiempo San Martín de San Juan le convirtió a Boca. Lo histórico: nunca un equipo de Bianchi se había ido al descanso con una cifra semejante en contra. Saldo: Caruzzo y Clemente Rodríguez no volvieron para jugar el segundo tiempo. La excusa es que jugarán por la Copa ante Toluca, en México. Los dos fueron grandes agujeros de una defensa colador, la más goleada del campeonato.
No hay corte. La escena se prolonga quince minutos más. Luna, exquisito, habilita a Osorio, que se perfila y convierte el quinto gol. No hacen falta palabras; se explica por la imagen de Bianchi. El Virrey, espantado, gira la cabeza y escucha a un plateísta. No le dice nada; no tiene qué decirle. El señor del silencio se lleva el dedo índice a la boca y hace el gesto de un cuadro de enfermera de hospital. Pero Bianchi no cura. Y llega el sexto. Penco lo grita y no es por el partido, que se terminó hace rato; piensa en él, que todavía no había convertido.
Rubén Forestello mete mano. El entrenador de San Martín entiende que la defensa de Boca se autoflagela y saca a Osorio, autor de tres tantos. Códigos. Lo ve Bianchi, que supone que en la media hora que queda de juego no habrá más goles rivales. El favor implícito se paga: al final, Bianchi se acerca y saluda a Forestello con un beso y unas palabras al oído. El Virrey habló.
Pérdida de identidad. Boca está roto y le cuelgan los hilos. A veces, cuando juega, Riquelme los ata y con remiendos el equipo abandona por un rato la imagen de piltrafa. San Martín lo llenó de agujeros. Con puntería, logró el resultado histórico que hace dos semanas Independiente pergeñó en juego y no en puntos. San Martín, rival del Rojo en la zona roja, no perdonó los errores de un Boca anti Bianchi. Nada debe preocupar más al DT que no ver la etiqueta de su marca en el equipo deshilachado.
Carlos Luna fue el hacedor de juego; la envidia de Boca. El enganche elaboró con pases y desde la pelota parada jugadas demoledoras para el conjunto visitante. Encima, hizo un gol; el segundo de su equipo, en el que Ustari pasó un papelón con el cálculo. Boca apenas arrimó con un penal (dudoso) y se arrastró durante toda la tarde. Indefenso y sin norte, perdió mucho más que un partido. Boca ayer nunca supo que fue Boca. No hace falta agregar precisiones tácticas. A San Martín le sobraron los espacios. Al equipo de Bianchi, las palabras.
Goleador enmascarado
El hombre del antifaz al final llamó más la atención por su juego que por su fachada. Con una máscara negra a modo de protección (había sufrido una fractura de tabique en la fecha pasada ante Quilmes), Humberto Osorio fue verdugo de Boca. El primer gol lo marcó a los dos minutos, tras mal despeje de Burdisso. Después anotó de cabeza sobre el cierre del primer tiempo y completó su triplete a los nueve de la segunda parte. Jugó ocho minutos más: Forestello lo reemplazó por Diego García.
El colombiano tuvo su jornada histórica. Hasta acá tenía un solo gol en el torneo. Con los tres convertidos ayer se metió en un selecto grupo: apenas 12 futbolistas le marcaron esa cifra en un partido a Boca.
Carta de Bianchi a los hinchas
A todos los hinchas de Boca les pido disculpas por esta derrota que no se merecen. Soy el primer responsable y lo asumo totalmente.
Al equipo y a mí nos da vergüenza como fuimos derrotados porque estos resultados no sólo duelen sino que nos obliga a replantear muchas cosas.
A partir de ahora enfocaremos nuestras fuerzas en la Copa Libertadores pero también sabemos muy bien que el equipo que salga al campo de juego cada domingo estará dispuesto a dar todo lo que tiene para defender como corresponde los colores de Boca Juniors.
Hoy más que nunca, las partes que componen el mundo boquense, tenemos que estar unidos para mantener el protagonismo que Boca merece.
Carlos Bianchi