¿Por qué Boca no apuesta por Nicolás Blandi, un jugador de la casa, y echa mano a la billetera para contratar a Emmanuel Gigliotti, un nueve sin una carrera embrionaria que lo proyecte como crack? ¿Por qué Independiente contrata un refuerzo sin impronta de estrella y le paga el doble que el sueldo promedio de un futbolista de la B Nacional? ¿Dónde se agotan los límites para comprar? ¿La frontera es el pasivo de los clubes o la exigencia de los hinchas? En el país del aguante, de Lionel Messi y de Diego Maradona, los mensajes bajan de las tribunas: ganar, ganar y ganar. Mientras, las derrotas se trasladan a los balances. No importa si la pelota entra o no. Los dirigentes que ganan el campeonato económico no suelen recibir ovaciones de la hinchada. La vidriera, al cabo, suele iluminar figuras que llegan a decorar un equipo y terminan surcando el pasivo de los clubes que los contratan. Los cinco grandes son campeones mundiales de las deudas: según los últimos balances (los ya aprobados del período junio 2011/ junio 2012), entre Boca, River, Independiente, Racing y San Lorenzo arrastran pasivos por más de 1.100 millones de pesos. El déficit es aún mayor en las vitrinas. De los últimos veinte torneos locales, solamente ocho quedaron en poder de los grandes. Incluso, los campeones del endeudamiento arrojaron al vacío a dos de sus miembros: River descendió en 2011 e Independiente deberá jugar esta temporada en Segunda División. San Lorenzo surfeó en el abismo el año pasado, cuando debió revalidar su lugar en Primera contra Instituto; en 2008, Racing también había tenido que refrendar su categoría ante Belgrano.
La mesa de los grandes se sirve con deudas y presupuestos atados con alambre. Las trampas contables juegan su partido en un escenario que, a veces, resulta inédito: River ganó su último título en el Clausura 2008, aunque ostenta récords en los balances. En el ocaso de la era José María Aguilar, se contemplaba como activo la clasificación de River para disputar la final de la Copa Libertadores antes de debutar en el torneo. Más acá, Daniel Passarella quebró la cintura como Ariel Ortega y metió el pase imposible: contabilizó la venta de Gabriel Funes Mori en 34 millones de pesos sin que se hubiese ido a ninguna parte. Sucedió en el balance anterior; en éste, tendrá que improvisar otra jugada. El mellizo delantero está apartado del plantel, a la espera de renovar su contrato. Si no lo hace, dentro de un año podrá ser jugador libre. Ese activo de River puede terminar en gol en contra.
La economía se mancha. El déficit mensual de Racing es de 2 millones de pesos. Con esa mochila asumen la dinámica de administrar el club los dirigentes que, todavía, arrastran deudas de la era Juan De Stéfano. Deudas prehistóricas que anteceden a la famosa frase de la síndico Liliana Ripoll: “Racing ha dejado de existir”. La Academia tendrá un pasivo de 140 millones para este período, estiman sus dirigentes. Unos 25 millones más que el pasivo que arrojó el balance anterior. Sin embargo, los activos descansan en los pies de Luciano Vietto, Luis Fariña, Roberto Centurión, Bruno Zuculini y Rodrigo De Paul, los nacidos y criados en el club. Así y todo, la tesorería está vacía de billetes. “No hay un peso”, le dice en off a PERFIL un importante dirigente. Racing pagaría sólo el contrato por Mario Regueiro y Fabián Vargas. Si llega Nicolás Tagliafico, será por un préstamo bajo o a cambio de Javier Cámpora. La cuenta en Racing cierra si no hay compras. Y el mayor triunfo, que no se traduce en festejos dentro de la cancha, se reduce al rubro bancario: hace cuatro años y medio que el club no tiene cheques rechazados.
Independiente es la otra cara. Hoy, el lado B de Avellaneda. El club que descendió, encima, pierde por escándalo en las cuentas. Las proyecciones indican que su pasivo rondaría los 400 millones de pesos. Una deuda más grande aún que la carga de perder la categoría. Tampoco los jugadores de la casa representan un costado virtuoso que equilibre los números. No hay en el Rojo talentos que despierten la atención de los clubes de Europa.
Mientras Boca tuvo un pasivo de casi 170 millones de pesos en el período anterior y descarta jugadores como si fuesen papelitos sin valor (Santiago Silva y Walter Erviti no se entrenan con el plantel), Carlos Bianchi aboga por más refuerzos.
River supera los 300 millones de pasivo en un año eleccionario y la posible venta de Edgar Alvarez Balanta por ahora forma parte del imaginario del presidente del club de Núnez, que ya arrojó valores astronómicos para cotizar al defensor, que apenas disputó nueve partidos en el club.
Dicen desde las entrañas de San Lorenzo que tienen la economía mejor que en los volcánicos tiempos de Carlos Abdo: su pasivo, esta vez, sería de 180 millones, una cifra significativamente inferior a los 324 que, según Matías Lammens, heredó la actual gestión. Con la impronta del empresario Marcelo Tinelli, ya no hacen castings para descubrir una perla entre los jugadores libres (como sucedió con Caruso Lombardi como DT), sino que se apuesta a refuerzos que jerarquicen el plantel de Juan Pizzi. El entrenador de San Lorenzo dijo que este año iba a ganar un título. Los dirigentes, en cambio, no pudieron prometer el campeonato económico.