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opinión

Un Dios que formó parte de nuestra familia

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La despedida. A cuatro años de la muerte de Maradona, el final menos esperado. | afp

Los grandes críticos literarios, a lo largo de la historia, compiten entre sí o, dicho de otro modo, se ven obligados a escribir sobre grandes escritores para mostrar que ellos también son grandes, en su caso, críticos. Cada gran crítico quiere dejar su marca, y entonces toma como obligación escribir sobre, por ejemplo, Shakespeare, sobre el que, en principio, ya se ha dicho todo, con la ilusión de decir algo nuevo, algo que supere a todo lo ya dicho y que deje a ese crítico en un lugar de fortaleza en la historia de la literatura.

Algo parecido podría decirse que ocurre en el fútbol, pero con la diferencia –no menor– de que aquí no existe la figura de gran crítico (de fútbol), aunque sí existe la figura del gran futbolista sobre el que, en principio, también ya se ha dicho todo. Y ese gran futbolista tiene un nombre: Maradona. Sobre Maradona se ha dicho y escrito estrictamente todo. Y sin embargo, su nombre nos convoca a recomenzar cada vez, a agregar una gota de agua al océano infinito de lo dicho sobre él. Mucho más, teniendo en cuenta que esta semana que está terminando se cumplieron cuatro años de su muerte (exactamente el lunes pasado, 25 de noviembre).

Si tuviera que decir algo sobre Maradona, alguna anécdota sería la de la anécdota de la anécdota, la anécdota sobre todas las anécdotas: hace ya muchos años estaba yo en un taxi, y el taxista tenía puesto un programa de radio (el déficit de mi anécdota es este: no me acuerdo qué programa era). El locutor dio una consigna a los oyentes: que llamaran contando cada uno una anécdota que tuvieran con Maradona, ya sea un encuentro personal con él o algo que tuviera que ver con él, aunque no fuera cara a cara, sino recordar algo que tuviera relación entre el oyente y Maradona (cómo dónde vio el partido contra Inglaterra o cosas así). El viaje en taxi era corto, no más de 20 cuadras, unos 10 minutos, con suerte. Y en esos 10 minutos ocurrió lo impensado (o mejor dicho, no. Ocurrió lo previsible): fueron tantos y tantos los llamados, que el conmutador o central telefónica de la radio se saturó. El locutor tuvo que pedir a los oyentes que no llamaran más porque habían explotado las líneas y no entraban más llamados. ¡Todos tenían una anécdota con o sobre Maradona! ¡Todos tenían algo para decir sobre Maradona! (El fútbol es más democrático que la literatura: no hace falta ser un gran crítico para tener algo interesante para decir). Y me acuerdo también de uno que llamó, no para contar una anécdota, sino para hacer un comentario, un chiste. Eran los años en que muchos viejos vinagres querían separar al “Maradona jugador” (al que elogiaban) del “Maradona persona” (a la que criticaban). Entonces este oyente dejó un mensaje irónico, que decía algo así como: “A mí me interesa el Maradona fuera de la cancha, lo que hacía en la cancha me tiene sin cuidado…”. Como todo chiste, tiene algo de verdad: nos sentimos cercanos de Maradona por la capacidad que tenía de ir más allá de la cancha, ir de la cancha hasta nuestras vidas cotidianas. Era tanto Dios, como parte de nuestra familia.

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