DOMINGO
Reportaje a Svetlana Alexievich

“Después de Chernóbil vivimos en un nuevo mundo”

La Premio Nobel 2015 reflexiona, en una “autoentrevista”, sobre la mayor catástrofe nuclear de la historia, que devastó el pueblo ucraniano y que ella reflejó en su aclamado libro Voces de Chernóbil.

Ruinas. La planta que estalló hace 30 años, como se ve hoy. La autora rastreó la dimensión humana de la tragedia.
| Cedoc

Chernóbil ya se ha convertido en metáfora, en símbolo. En historia, incluso. Se han escrito decenas de libros, se han filmado miles de metros de cintas de video. Nos parece que de Chernóbil lo sabemos todo: los hechos, las cifras. ¿Qué se podría añadir a esto? Por lo demás, es tan natural que la gente quiera olvidar Chernóbil, convenciéndose de que todo ha quedado atrás. ¿Sobre qué trata este libro? ¿Por qué lo he escrito?

—Este libro no trata sobre Chernóbil, sino sobre el mundo de Chernóbil. Justamente sobre lo que sabemos tan poco. Casi nada. Es una historia omitida: así la llamaría yo. A mí me interesaba no tanto el propio suceso –qué pasó aquella noche en la central y quién tiene la culpa, qué decisiones se tomaron, cuantas toneladas de arena y de cemento hicieron falta para construir el sarcófago sobre aquel agujero diabólico– sino las sensaciones, los sentimientos de las personas que estuvieron en contacto con lo desconocido. Con el misterio. Chernóbil es un enigma que aún no hemos desentrañado. Tal vez sea una tarea para el siglo XXI. Un reto para el futuro. ¿Qué es lo que el hombre ha conocido, qué ha adivinado, descubierto de sí mismo, en su relación con el mundo? La reconstrucción de los sentimientos y no de los hechos.
Si antes, cuando escribía mis libros, me detenía en los sufrimientos de otras personas, ahora soy tan testigo como todos los demás. Mi vida es parte del suceso, vivo aquí. En la tierra de Chernóbil. En la pequeña Bielorrusia, país sobre el que antes el mundo casi no había oído hablar. En el país del que ahora dicen que ya no es una tierra sino el laboratorio de Chernóbil. Los bielorrusos son el pueblo de Chernóbil. Chernóbil se ha convertido en nuestra casa, en nuestro destino nacional. Se ha convertido incluso en nuestra visión del mundo. Yo no podía no escribir este libro…
—¿Qué es, en definitiva, Chernóbil? ¿Cierta señal? ¿O, de todos modos, es una catástrofe tecnológica gigantesca, no comparable con ningún otro suceso anterior?

—Es más que una catástrofe… pues lo que impide entender Chernóbil es justamente la pretensión de colocar Chernóbil entre las catástrofes más conocidas. Se diría que constantemente nos movemos en la dirección equivocada. Aquí, por lo visto, no basta con la experiencia del pasado. Después de Chernóbil vivimos en otro mundo, el mundo anterior no existe. Pero el hombre no quiere pensar en ello, porque nunca se ha parado a reflexionar sobre esto. Ha sido cogido por sorpresa.

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Más de una vez he oído a mis contertulios la misma confesión: “No encuentro las palabras para transmitir lo que he visto, lo que he experimentado”, “no he leído sobre algo parecido en libro alguno, ni lo he visto en el cine”, “nadie antes me ha contado nada semejante”. Estas confesiones se repetían, y no he eliminado a propósito estas repeticiones. La verdad es que encontrarán muchas repeticiones. Las he dejado, no las he tachado, no sólo para dar mayor veracidad, con la intención de mantener una “verdad carente de artificiosidad”, sino porque me parecía que reflejaban además lo insólito de lo sucedido. Todo se señala, se pronuncia en voz alta por primera vez. Ha sucedido algo para lo que aún no tenemos un sistema de representaciones, ni casos análogos ni experiencia, para lo que no está adaptada nuestra vista, nuestro oído; ni siquiera nuestro diccionario nos sirve. Disponemos de todo nuestro instrumental interior, que está preparado para ver, oír y tocar. Pero nada de esto es posible. El hombre, para comprender algo de todo esto, debe salir fuera de sus propios límites.
Ha comenzado una nueva historia de los sentidos…

—Pero ¿un hombre y un suceso no siempre son equivalentes? Es más frecuente que no lo sean.
—He buscado a personas conmocionadas. Seres que se hayan sentido a solas, frente a frente, con esto. Que se hayan parado a reflexionar. Que expresaran un texto nuevo. Un texto que hasta ahora nadie hubiera oído. Tres años me he pasado viajando, preguntando: a trabajadores de la central, científicos, ex funcionarios del partido, médicos, soldados, personas evacuadas y las que se han quedado… Personas de diferentes profesiones, experiencias, generaciones y temperamentos. Creyentes y ateos. Campesinos e intelectuales. Chernóbil es el contenido central de su vida. Todo les ha sido envenenado por dentro y a su alrededor, y no sólo la tierra y el agua. Todo su tiempo.

Un suceso contado por una persona es su vida, pero contado por muchos es ya historia. Esto es lo más difícil: compaginar dos verdades: la personal y la colectiva. Más aún cuando el hombre actual se halla en medio de una fractura de épocas. Se han sumado dos catástrofes: la social –ante nuestros propios ojos el enorme continente socialista se sumerge bajo las aguas– y otra cósmica: Chernóbil. Dos explosiones globales. Pero la primera es más próxima, más fácil de comprender. La gente está preocupada por el día a día, por sobrevivir: ¿con qué dinero comprar, adónde ir? ¿En qué creer? ¿Bajo qué bandera marchar de nuevo? Esto es lo que experimentan todos y cada uno. En cambio, Chernóbil, todos querrían olvidarlo. Al principio confiaban en vencerlo, pero al comprender lo estéril de sus esfuerzos, han callado. La realidad escapa a la comprensión. Es difícil defendernos de lo que no conocemos. De aquello que la humanidad no sabe. Chernóbil nos ha trasportado de un tiempo a otro. Ante nosotros asoma una realidad nueva para todos.

Pero hable de lo que hable el hombre, siempre sobre la marcha se desnuda también a sí mismo. De nuevo se ha planteado el problema del sentido de su vida. ¿Qué somos? Nuestra historia es una historia de sufrimiento. El sufrimiento es nuestro refugio. Nuestro culto. Estamos hipnotizados por él. Pero a mí me gustaría preguntar otra cosa: sobre el sentido de la vida humana, de nuestra existencia en la tierra. He viajado, hablado, tomado nota. Esta gente ha sido la primera… que ha visto aquello que nosotros sólo sospechamos. Aquello que para todos aún es un enigma. Pero ellos mismos lo contarán. En más de una ocasión me ha parecido que estaba anotando el futuro.

*Periodista y escritora.