DOMINGO
LIBRO / Una historia política del medio más influyente

El diario del poder

<p>Gracias a una profunda investigación, el periodista Martín Sivak escribió un libro extraordinario y apasionante, incómodo para los dos bandos de la Argentina polarizada de hoy, e indispensable para entender las relaciones entre los medios de comunicación y la política en la segunda mitad del siglo XX. El pasado del diario fue materia prima de la guerra que le declararon los Kirchner, eje de la política argentina de nuestro tiempo.</p>

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Ex diputado del Partido Socialista Independiente y ex ministro de Gobierno del conservador (y pronto nacionalista) gobernador bonaerense Manuel Fresco, Roberto Noble lanzó en agosto de 1945 un tabloide de lectura fácil. Esta catapulta –creía él– le devolvería influencia política para convertirlo en presidente de la República. El flamante director aspiraba a repetir la experiencia de los políticos del siglo XIX –Mitre, Sarmiento– que editaron periódicos para participar de la lucha facciosa. Pero Noble quería algo más que eso: un diario masivo, liviano de ideología, que influyera sobre la mayor cantidad de argentinos y proyectara su propia figura. Con fondos empresariales de un origen nunca revelado, bobinas de papel prensa de un diario financiado desde la Alemania nazi y un pequeño capital propio, Noble conoció la debilidad inicial de la falta de recursos y una limitada autonomía frente al Estado y la política. Clarín dependió del Estado peronista, que administraba a piacere las cuotas de papel, los créditos oficiales y la publicidad. Sobrevivió gracias a las habilidades de Noble para flexibilizar su línea editorial y recibir beneficios económicos directos e indirectos, como la expropiación del diario La Prensa, gracias a la cual heredó muy lucrativos avisos clasificados.
A lo largo de su trayectoria, Clarín reflejó siempre el pragmatismo de su director y fundador. En 1945 hizo campaña contra Perón. Desde fines de 1946 adhirió con entusiasmo al peronismo y sólo durante los días que precedieron al derrocamiento del presidente se reconvirtió al más furioso antiperonismo. Al advertir este último cambio, Perón ordenó el cierre de Clarín, pero no llegó a hacerse efectivo porque el golpe de Estado ya se había consumado. Tiempo después, Perón supo reconciliarse con Noble y Noble con Perón: en el exilio madrileño, el ex presidente recibía, a modo de ayuda alimentaria, dinero que llegaba dentro del sobretodo del dirigente desarrollista Rogelio Frigerio.
Noble construyó una forma de relacionarse con la política y el Estado que lo ha sobrevivido. De la estirpe del ciudadano Kane y de Natalio Botana, Noble fue el primer tycoon de la prensa argentina de posguerra. Fiel a la imagen del nuevo rico, el director de Clarín escenificó espectacularmente comportamientos que atribuía a las clases altas para compensar su propio origen en las medias. Veraneaba en el balneario francés de Cannes con nobles europeos, modelos y traficantes de armas, pagó para que un arzobispo de Buenos Aires lo casara en una ceremonia privada en su dúplex sobre las Galerías Santa Fe, su avioneta particular cubría la ruta Punta del Este-Buenos Aires-Punta del Este para que en sus platos de pasta no faltaran los fideos al huevo argentinos. En su diario recibió tratamiento de jefe de Estado durante un cuarto de siglo. Ignorado por las cámaras empresariales, en tensión con La Prensa y La Nación, que lo consideraban un arribista, Noble actuaba en los márgenes de la industria. Durante el primer peronismo supo vincularse con el mundo del trabajo ligado a la prensa escrita –los canillitas, los gráficos y los distribuidores–, lo que le permitió consolidar la empresa y entender la cadena de relaciones que compone un diario. Después del golpe de Juan Carlos Onganía echó a 174 empleados como parte de su gesta anticomunista y antisindical. Retó a duelo a Bartolomé Mitré y a Alberto Gainza Paz (los directores de La Nación y La Prensa), pero después los convocó, en 1968, como socios para diseñar una fábrica de papel. Fue el primer editor de periódicos que lideró una salida conjunta de la industria que, gracias a la ayuda estatal, cortaría con la dependencia del papel extranjero.
Durante la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962), Clarín se convirtió al desarrollismo y recibió fuertes auxilios del Gobierno. La última gran fe política que profesó el diario le permitía, a la vez, flexibilidad por el consenso de que gozaba entre vastos sectores sociales. Frondizi y Frigerio necesitaban un diario que defendiera sus políticas sin que luciera como partisano. Noble encontró en el desarrollismo un principio general que podía compartir con muchos actores de la época; entre ellos, los altos mandos de las Fuerzas Armadas. Cuando al principio de la década de 1960 concluyó que ya no podía ser presidente, descubrió que sí podía, en sus palabras, “hacer presidentes” (...).
Noble fue el gran desaparecido del primer número de Clarín del 28 de agosto de 1945. En la página 3 se publicaron los saludos y las felicitaciones de editores, agencias y “personalidades”, y uno de ellos estaba dirigido al “Señor Norberto Ezeiza, director de Clarín”. En un documento fechado el 18 de junio de 1945, Noble escribió que Ezeiza, capataz de su estancia, lo representaría en Clarín y que haría una supervisión contable de la empresa. Le asignó un sueldo mensual de 400 pesos, el valor de 800 ejemplares vendidos. Noble expuso las razones que le “impiden actuar, por ahora, públicamente al frente de dicha publicación cuya propiedad me pertenece”. La primera era de carácter material. Sostenía que las tareas profesionales y agropecuarias le impedían consagrarse a “los innumerables detalles que constituyen la explotación de una empresa de publicidad”. En realidad, la casa de campo estaba en venta, no trabajaba en el estudio jurídico y se dedicaba con exclusividad a Clarín, tal como cuentan sus biografías autorizadas y los testigos de la época. “La segunda (razón) más esencial –puntualizó Noble– radica en mi anterior actuación pública, pues, si bien he dejado la acción política desde 1938, cuando renuncié al Ministerio de Gobierno de Buenos Aires, no deseo que mi orientación política pueda pensarse que gravita sobre dicha empresa, cuyo objeto consiste, fundamentalmente, en editar un gran diario objetivo, independiente y ajeno a cualquier simpatía política partidaria”.
¿Temía que lo vincularan a Manuel Fresco? ¿Podían pesar negativamente su pasado germanófilo, sus simpatías por Mussolini o su defensa de la neutralidad? ¿Pretendía no levantar sospechas sobre los orígenes financieros? ¿O se impuso el anonimato por el riesgo de un fracaso?
Con el primer número en la calle, Noble llamó a Mendoza a uno de sus mejores amigos, el juez Heriberto Baeza González.
—¿Y si no le va bien? –le preguntó.
—Yo no nací para pobre. Me pego un tiro –respondió (...).
El mito del origen de Clarín es un trueque: Noble cambió su estancia por un diario. Para agigantar aquella fundación mitológica, Noble detalló la admirada reacción de uno de sus pares ante la novedad. “Si yo fuera propietario de un diario, lo vendería para comprar una estancia, y usted quiere vender la estancia para comprar el diario”. Los números, sin embargo, no parecen sostener los mitos. Ni siquiera la versión del trueque. Un editorial publicado en Clarín en 1949 informó que el 10 de agosto de 1945, dos semanas antes de su lanzamiento, Noble vendió la estancia en 1.611.000 pesos y recibió poco más de 1 millón de pesos, deducidos los impuestos y las comisiones. Instaló el diario con los 250 mil que recibió por el boleto de compraventa (6.800.000 pesos a valores de 2013). Los compradores, la familia Grether, conservaron una carpeta con todos los detalles de las tasaciones, negociaciones, recibos y comentarios de Noble. Fechados en septiembre y octubre de 1945, los comprobantes de pago –y el pago mismo– se firmaron después de que los canillitas vendieran en las calles el primer ejemplar de Clarín.
Noble recibió secretamente dinero de un grupo de empresarios. Una parte del papel se la proveyó Cabildo, el diario nacionalista de Fresco financiado por el Tercer Reich. Un informe reservado de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, desclasificado para publicarse en este libro, buscaba aclarar una inquietud del Departamento de Estado: ¿por qué Clarín había sido el primer diario antiperonista en reconocer la victoria de Perón en su editorial “Juego limpio”, publicado el 22 de marzo de 1946? El “Background Report on Clarín” (reporte de antecedentes) debía informar quiénes sostenían la empresa. Primero figuraron los hermanos José y Mariano Morixe, presentados como ricos productores de granos y comprometidos adherentes del conservador Partido Demócrata Nacional. Según el informe, el ingeniero José Morixe era “un hombre conocido”, dueño de varios molinos y director del Banco de Crédito Industrial Argentino, y de gran amistad con César Ameghino, ex ministro de Fresco, ex canciller y futuro miembro del directorio de Clarín. El segundo backer (patrocinador) mencionado en el informe era Raúl Lamuraglia, millonario textil, dueño de Lamuraglia, Igafi y Sagi, secretario de la Unión Industrial Argentina, que también militaba en las filas del antiperonismo. Miguel Machinandiarena, empresario español con vínculos con Fresco desde que obtuvo la explotación del Casino de Mar del Plata, dirigía la compañía de cine San Miguel y lideraba la pata peronista de los patrocinadores. Amigo de Eva y de Perón, intentó influir para que el diario apoyara la candidatura laborista en las elecciones presidenciales de febrero de 1946.
La Embajada de los Estados Unidos ya había preparado dos informes previos sobre Clarín. El primero, fechado el 3 de agosto de 1945 con el título “Clarín, un diario de la mañana a punto de salir”, había sostenido que se esperaba que el nuevo diario apoyara al Partido Demócrata Nacional y a sus candidatos conservadores. Que al staff se le prometió que no tendría conexiones con el Gobierno y que no apoyaría al fascismo o al nazismo. Que planeaba distribuir 100 mil ejemplares, que compró 370 toneladas de papel y que podía perder 60 mil pesos por año. El 14 de noviembre, un segundo informe señalaba lo contrario. Que Clarín se convertiría en un órgano de propaganda de Perón. Que en el equipo había muchos pro nazis reconocidos. “Se rumorea que la Subsecretaría de Prensa e Información del Gobierno controlará Clarín y en vez de apoyar a varios semanarios se quedará con un diario.”
Los autores del segundo informe pudieron haber escuchado algún rumor sobre el rol de Fresco y de Cabildo, un diario financiado por la embajada alemana y por el régimen militar argentino, según consta en archivos públicos de Washington y Buenos Aires. En períodos de holgura, el diario nacionalista envió una cantidad importante de toneladas de papel a Noble, según refirieron periodistas de Cabildo a un colega de Clarín. Desde que empezó su proyecto periodístico, Noble compraba papel cada vez que podía y reclamaba auxilio a sus amigos y conocidos. El papel de Cabildo cubrió una cantidad aún indeterminada de ediciones de Clarín.
El primer jefe de Circulación de Clarín, Rodolfo “Fito” García, supo de aquella ayuda. Según contó su hijo Hugo en una entrevista, se refería a Fresco como el socio de Noble en Clarín. Fresco dejó una marca visible en Clarín: el aún vigente eslogan del diario: “Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”, que remite al lema del gobernador bonaerense: “Un gobierno argentino de soluciones argentinas para problemas argentinos”. A diferencia de los periódicos de Fresco, Clarín nunca publicó una nota de propaganda nazi o fascista. Noble honró la ayuda inicial de Fresco. Cuando el diario se estabilizó, le pagó una mensualidad vitalicia.
Dos de las ayudas que recibió Noble para lanzar Clarín –la de un grupo de empresarios y el papel prensa que le entregaba Cabildo– reflejan su precariedad inicial. Lejos de constituir una novedad, con fondos de origen nunca publicitado se fundó Crítica, como muchos diarios en las décadas de 1930 y 1940, y aun en las siguientes de los siglos XX y XXI. La debilidad inicial de Clarín minaría en el futuro su autonomía frente a la política y frente al Estado. En sus comienzos, Noble mostró su destreza al momento de forjar alianzas: lo hizo con germanófilos, con empresarios conservadores y con otros de simpatías peronistas. A todos les ofreció un diario influyente, masivo y lo suficientemente ambiguo como para que cada uno pudiera sentirse representado(...).
Noble tuvo en Raúl Apold, jefe del aparato de comunicación y propaganda del peronismo, un aliado fundamental. Cuando Apold asumió en la Subsecretaría de Informaciones, el director de Clarín empezó a mandarle cartas y telegramas con regularidad, según consta en el Archivo General de la Nación. En una larga carta, fechada el 11 de agosto de 1950, Noble se quejó con Apold de lo que consideraba injustas adjudicaciones de papel. “El papel francés utilizado por nosotros torna casi ilegibles las páginas de Clarín, cosa que no ocurre con la mayoría de los colegas”. Le explicó que fue “shockeante” entregarle buen papel noruego a La Prensa. Pretendía ponerlo al tanto del insólito beneficio para el único diario furiosamente opositor. “Cuando por la intervención personal del propio presidente, como a usted le consta, se nos había colocado en un plano de igualdad, permitiéndonos importar, es injusto que se nos prohíba su uso y se nos obligue a pagar 300 pesos más por tonelada de un papel por nosotros importado.” En concreto, pidió que lo compensara con las próximas partidas. En la nota al pie le ofrecía espacio para exhibir los logros de su área. Nota: “Acerca de la inauguración del salón de la Subsecretaría, le dejo instrucciones a De la Calle (n.d.r.: el subdirector de Clarín) para que refleje el magnífico esfuerzo realizado por usted”. En los archivos, no consta ninguna respuesta de Apold a los pedidos de Noble. Se refirió a Clarín en el “secreto y confidencial” Cuestionario sobre orientación respecto a las tareas a llevar a cabo para concretar la acción para el año electoral 1951-1952, último período 1946-1952. Allí evaluaba como óptima la situación de la prensa partidaria para afrontar la campaña electoral en la que Perón obtendría su reelección. Atribuía al peronismo “superioridad numérica, mayor tiraje y mayor circulación y preferencia en el suministro de papel a cargo del Estado”. Dividió a la prensa en “favorables” (224 publicaciones con una tirada mensual de 57.000.000 de ejemplares), “opositoras” (120 con un tirada de 28.500.000) e “independientes” (227 con 10.300.000 ejemplares). Entre la prensa independiente ubicó a Clarín, única aparición del diario en el informe. Con una aclaración: “No obstante, presta colaboración cada vez que se lo solicita” (p. 34). El diario de Noble formaba parte de la prensa “independiente” considerada “favorable”.
Durante el golpe de la Libertadora, Perón ordenó el cierre de Clarín. León Bouché, reemplazante de Apold, se encontró con el todavía jefe de Estado en el quinto piso del Ministerio de Guerra. “Nunca lo había visto tan agitado y violento”, recordó Bouché en su inédito testimonio ante la comisión que investigó a Apold por presuntas irregularidades. “Me ordenó imperativamente el cierre definitivo de Clarín”. Bouché llamó al subdirector de Clarín, Isidoro de la Calle, para comunicarle la orden y éste le pidió que consiguiera que Perón la reconsiderara. Al rato, el subsecretario se reunió con el Presidente para que reconsiderase la medida. Perón accedió, con la condición de que el Gobierno controlara los contenidos de Clarín y de los demás diarios.
A Clarín le faltaron transiciones entre la defensa del gobierno de Perón y la crítica feroz del gobierno caído. La metamorfosis se produjo en horas. En la “doctrina Noble” del día siguiente al golpe, el peronismo había sido una dictadura que restringió libertades y arruinó la economía del país.
Noble ayudó a los dos últimos subsecretarios de Informaciones del peronismo. A León Bouché lo contrató para trabajar en Clarín. A Apold, exonerado y con bienes expropiados por la Revolución Libertadora, le pagó una mensualidad en negro. Según contó en una entrevista para este libro la persona encargada de llevarla en mano, Apold lo recibía en su precario departamento, en el mismo edificio que la confitería El Molino, en la esquina de las avenidas Callao y Rivadavia. “Apold siempre nos ayudó a que no nos faltara papel”, le dijo el Director. Años más tarde, Apold publicaría con seudónimo artículos de aviación en Clarín. El 22 de enero de 1980, el diario lo despidió con una necrológica cariñosa: las únicas negritas conceptuales de la nota destacaban que Apold había sido absuelto de las acusaciones por su gestión como funcionario.
A lo largo de su historia, Clarín encarnó un híbrido: la invocación de la libertad de prensa –tema frecuente en los medios– unida a la necesidad práctica de intermediarios como Apold. Pasadas las urgencias de sobrevivir, Clarín siguió necesitando mediadores ante la política y el Estado para continuar su expansión. Néstor Kirchner operó sobre esa vida doble.