Llueve copiosamente sobre Buenos Aires y comienza una jornada que despierta con los enojos de Lilita Carrió (“No compartiré más fotos de familia”) y el anuncio, por parte de la UCR y el socialismo, de que toman el control de UNEN. Mientras tanto, degustamos pacíficamente un café con el diputado Francisco de Narváez, dirigente de Unión Celeste y Blanco, que derrotó al kirchnerismo en 2009 y luego perdió su caudal electoral.
—¿Cómo se ubica usted dentro de este panorama político tan cambiante?
—Sin hacer una evaluación personal –contesta diplomáticamente–, si quienes pensamos parecido no tenemos la capacidad de unirnos, le diría que el Frente para la Victoria tiene muchas más posibilidades de seguir en el gobierno a partir del próximo turno y nosotros seremos responsables de esa desunión frente al 70% de los argentinos que sienten que ésta no es la forma de vida que queremos en la Argentina.
—Llama la atención la dificultad que aparece en la oposición para poder llegar a puntos de acuerdo.
—Creo que estamos discutiendo sobre cosas diferentes, a veces hablamos más de las personas y las personalidades que de las ideas. Me parece que la Argentina tiene que retomar rumbos sin volver siempre al kilómetro cero porque hay cosas que están bien y que hay que sostener. Incluso hacerlas progresar en ese sentido, pero también hay que recuperar algo que siento que nos está faltando.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, la certeza de pensar que si uno se esfuerza puede progresar. Escuchamos entre la gente muchas historias de frustración y, más allá de la inflación, el gasto público, el déficit, la balanza comercial o las reservas del Banco Central, no hay historias de éxitos ni de progreso. La gente no te habla bien de lo que le está pasando y de lo que va a ocurrir en su vida. Y eso es muy triste.
—Si hiciéramos un mapa político de la Argentina actual, ¿usted dónde se ubicaría?
De Narváez no duda en contestar rápidamente:
—Yo estaría en el centro. Y estaría adhiriendo a un peronismo que entiende que la Constitución está por encima de cualquier gobernante, que se cumple la ley y que la justicia social es una realidad cotidiana y no simplemente una frase de ocasión en una tribuna justicialista.
—Lo escucho, De Narváez, y cuando habla de justicialismo no puedo dejar de subrayar que justicialismo no es lo mismo que kirchnerismo.
—No para quienes estamos involucrados en la política, pero para la gente del Gobierno el kirchnerismo es igual al peronismo. Y así es como está haciendo un mal gobierno. Además, le están haciendo un gran daño a un partido, a un movimiento político. Yo creo que la concepción del kirchnerismo es borrar del mapa al peronismo. De hecho, no hablan de Perón y de Evita. Incluso no lo hacen como personajes de la historia argentina. Yo creo que ellos se han propuesto encabezar el tercer movimiento histórico y se equivocan: no van por un buen rumbo.
—Es el famoso “relato”, que no es histórico.
—Ellos han sido tremendamente capaces para instalar títulos y llevarnos a nosotros a discutir justamente títulos que no son la esencia. Por ejemplo, nos llevaron a discutir si la inflación es del 25% o del 40%. Lo importante es decir que la inflación es alta y preguntarse cómo vamos a hacer para bajarla. Y ahí nos trenzamos en la discusión del número y no de la política fiscal monetaria y cambiaria que hace a una política de inflación baja como tienen Uruguay o Paraguay. Nos corren el eje y nos trenzamos en una discusión vacía.
—De acuerdo con las últimas evaluaciones, nos llama la atención el lugar que ocupamos en algunos índices internacionales junto a países como Bolivia, Paraguay, y ni hablemos de la distancia que tenemos con Chile o Uruguay.
—Es que estos países, sobre todo Uruguay, han entendido lo que significa el respeto institucional. Al ver a los presidentes uruguayos en conjunto cuando hay actos o situaciones de gobierno, se observa que hay un progreso. Y ésta no es simplemente una frase de ocasión. Nosotros tenemos que volver a una palabra que hace falta en nuestro país, esa palabra es “ordenar”. Argentina es un gran desorden. Y es un desorden por la falta de certeza, no sabemos si las clases van a empezar en tiempo y forma; el ciudadano no sabe si al salir de su casa va a volver con vida; no sabe si la plata le va a alcanzar todo el mes; no sabe, tampoco, si va a sostener el trabajo que tiene. Vivimos en un gran desorden. Y, por si fuera poco, hemos hecho un festival de feriados. Yo quiero un país donde haya más días de trabajo y menos feriados.
—Justamente estábamos comentando la información acerca de que el año que viene tendremos otros dos fines de semana largos. O sea, más de 15 feriados en el año.
—Yo creo que hay otra forma de incentivar el turismo. Los países progresan cuando se trabaja más y no progresan cuando se trabaja menos. Yo quiero un país con más fábricas, con más comercios, con más universidades, con más escuelas y con menos casinos y menos bingos.
—Y con menos inseguridad también, ¿no? Desgraciadamente, la inseguridad es un problema que parece agravarse continuamente.
De Narváez suspira, y luego responde:
—Este gobierno va a ser recordado por muchas cosas, pero fundamentalmente será recordado por haber tumbado todas las barreras que un país normal tiene frente al avance del crimen organizado y el narcotráfico. Nos parece normal que el blanqueo de dinero en negro sea oficial, que no podamos controlar nuestras fronteras, que las reuniones de los capos narcos de Colombia se realicen en Buenos Aires. Y, sin hacer un juicio de valor, nos acostumbramos a que la familia de Pablo Escobar viva en la Argentina. Todas éstas son señales muy claras de que aquí el narcotráfico crece. Yo no puedo medir la intención, y no sé si todo esto es intencional o no, pero lo que sí veo y conozco es el resultado que ha provocado. Cuando el narcotráfico irrumpe en la sociedad como ya irrumpió en la Argentina, estamos en riesgo. Y no discutamos si es o no un país de tránsito, porque aquí se produce, se comercializa y se exporta.
—Argentina ha dejado de ser un país de tránsito en materia de narcotráfico, ¿qué duda cabe?
—Absolutamente, no hay ninguna duda. Y esto corrompe la estructura social. Entonces aquí hay que volver a tejer el tejido social, la escuela, el hospital, la comisaría, el respeto y el orden en el barrio. Y, al mismo tiempo, emprender una guerra frontal contra el narcotráfico. Nada de esto está en la agenda ni en las prioridades del gobierno nacional. Es una de las grandes tareas que le tocará a la próxima administración que asuma en la Argentina.
—Y como legislador, ¿cómo ve, a través del nombramiento del general Milani al frente del Ejército, que el Ejército haga inteligencia?
—Esta es la gran contradicción del “relato” con la realidad. De hecho, por ley, el Ejército no debería tener la capacidad de poder hacer inteligencia o contrainteligencia ni utilizar el servicio de información. Yo creo que el kirchnerismo tiene el concepto, por haber ganado las elecciones con el 54% de los votos en 2011, de que tiene derecho a todo. Incluso a poner al Ejército a investigar a las personas y a perseguirlas. Y va a costar mucho tiempo recuperar el concepto de que la información del Estado no está para perseguir a quienes piensan distinto sino, por ejemplo, para combatir el narcotráfico, las bandas organizadas. Eso no se está haciendo en este momento.
—Pero, más allá del narcotráfico, hay un aumento de la inseguridad cotidiana. Hay un nivel de robo y asaltos a mano armada, sobre todo entre menores, que es realmente atemorizador.
—La posibilidad de que si alguien comete un delito, que puede ser arrebatarle un reloj a una persona, lo atrapen, lo juzguen, lo condenen y cumpla la condena es, más o menos, equivalente a cero. El riesgo está del lado del ciudadano que va caminando por la vereda y, en cambio, casi no tiene riesgo quien decide vivir del delito. Aquí no es una cuestión de endurecer las leyes sino de hacerlas cumplir. Y que las fuerzas de seguridad y la Justicia cumplan. Lo cual no quiere decir que no debamos revisar alguna legislación puntual. Lo que digo es que estamos dando todas las ventajas a quien delinque y la desventaja es entonces para el ciudadano que, simplemente, quiere vivir seguro dentro de su casa y afuera de su casa. Esto se puede hacer. Hay que tener visión política y predicar con el ejemplo.
—A propósito de decisión política, ¿recordamos algún momento en el que un titular del Poder Ejecutivo no ejerza por enfermedad mientras que el vicepresidente no pueda asumir por razones de decoro?
—No. Pero también muchos dijeron, o dijimos, que si procesaban al vicepresidente se provocaría una crisis institucional. Y no ocurrió. También dijimos que si la inflación llegaba al 40% el Gobierno iba a tener serios problemas. Y tampoco ocurrió. Y dijimos que si se hacía el default el país estaría en un problema tremendo. Tampoco esto ha pasado. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que nos pasamos haciendo diagnósticos, queriendo tener razón, y tal vez la tengamos, y ellos juntan votos. La única forma de parar al kirchnerismo el año que viene es ganando la elección. Y esto se hace con votos y no solamente teniendo razón.
—Le contesto con una perogrullada, ¿cómo se logran los votos, con qué argumentos?
—En primer término poniendo por delante una agenda: y la agenda de la Argentina y de la Presidencia y de las gobernaciones y de los municipios que vienen tiene como prioridad recuperar la seguridad ciudadana. Es una decisión política del Estado. En segundo término, volver a tener una economía previsible con una inflación como la que tienen nuestros vecinos. Como tercer programa, tener una infraestructura social en la que no falte agua corriente en una vivienda argentina. Tampoco hay ninguna razón para que falten gas o electricidad o vereda o asfalto. También hay que recomponer nuestro sistema de salud. Hay una frase terrible que escucho continuamente: “Hoy se puede enfermar el que tiene plata. Y yo no tengo plata, no me puedo enfermar”. Y sobre esta condición de desigualdad no encuentro diferencias: lo que dicen UNEN, el Frente Renovador y el PRO es exactamente lo mismo. Hay matices. Existe un enorme esfuerzo para diferenciarse, y mientras nosotros discutimos acerca de quién tiene más razón, ese 30% del kirchnerismo sigue creciendo. Entonces lo que tenemos que hacer es unirnos y hacer un frente de gobierno y un frente electoral para poder derrotar a esta forma de gobierno.
—Para usted, 2009 fue un año victorioso. ¿Qué elementos cree que debería emplear hoy para reeditar aquel triunfo?
—El kirchnerismo perdió las dos ultimas elecciones de mitad de término: las de 2009 y 2013, la del año pasado a manos de Sergio Massa y cuatro años atrás cuando me tocó encabezar la lista. ¿En qué me equivoqué? Mi error fue que me la creí. Pensé que ganando la elección quien estaba enfrente nuestro, en aquel momento Néstor Kirchner, iba a entender el mensaje de las urnas e iba a confluir en un proceso de diálogo y de acuerdo porque el pueblo se había expresado. ¡Nada de eso sucedió! Ellos son voraces. No tienen límite. Hacen lo que pueden hacer dentro y fuera de la ley. Y es lo que están haciendo en este momento. Pero yo creo que lo que vence esa condición es tener todos la grandeza de la humildad. Pongámonos de acuerdo, veamos quién puede representar mejor estas ideas y, en términos muy callejeros, cinchemos todos para el mismo lado. Hagamos cuatro años de un gobierno de recuperación. No creo que la Argentina ni los argentinos podamos vivir entre lo que es legal y lo que es ilegal. Hay valores. Hay principios. Hay conductas. Hay un respeto que estamos perdiendo Esto es lo que tenemos que recuperar, y tenemos que hacerlo esencialmente nosotros, los líderes políticos.
—Volvemos entonces al comienzo de esta charla: escuchándolo me parece desconcertante el estado público de desavenencias en la oposición como las que se han expresado esta semana.
—No quiero hablar en términos personales, pero si las diferencias que tenemos no son mayores y, honestamente, creo que no lo son, ¿por qué no las hacemos a un costado y emprendemos un rumbo común? Vuelvo a enumerar algunos temas: seguridad ciudadana, inflación lo más baja posible, no gastar lo que no se puede gastar, invertir adecuadamente como se invierte en otros países. Endeudarnos pero para invertir en infraestructura y no para hacer una fiesta. Así crecen los países: integrados a la región y al mundo. Y esto, en un 70% no lo está discutiendo nadie. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo, lo escribimos y lo hacemos? Yo estoy convencido de que esa unión es lo que tenemos que hacer ahora.
—¿Usted cree que Massa y Macri comparten votantes similares?
—Yo creo que ese 65% o 70% de los argentinos que desean recuperar esa condición de vida digna ven en ellos a dos líderes que lo pueden hacer. Creo, también, que está en ellos dos sentarse a una mesa y acordar. Luego habrá mecanismos para poder definir. Yo he propuesto que uno vaya a la presidencia y otro a la gobernación. Si esto sucediera, en esa mañana el ánimo de la gente cambiaría. Hay allí un proyecto, hay una instancia no de ganar una elección sino de recuperar una forma de vida que sentimos que se nos escapa todos los días.
—¿Un orden?
—Claro, un orden. No hay que tenerle miedo a la palabra “orden”. Significa “ningún desorden”. Y hacerlo está en pocas personas. Yo voy a trabajar para lograrlo.
—¿Qué piensa sobre la posibilidad de establecer una boleta única?
—Me parece que es un avance. La tienen Córdoba y Santa Fe y, ahora, la va a implementar la Ciudad de Buenos Aires. Salta está votando con un voto semielectrónico. Si en la década ganada seguimos votando con la lista sábana realmente no hubo avances. En un sistema democrático le da una ventaja inconmensurable al oficialismo, sea el que fuere. Tenemos que ir a una situación moderna. En Brasil, que tiene un electorado cuatro veces más grande que el nuestro, a las 20.30 de la jornada electoral ya tenían los resultados definitivos. Es tan sencillo como tomar la decisión política.