Israel fue uno de los principales proveedores de equipamientos militares de la Argentina entre 1976 y 1983, con negocios que alcanzaron los 713,46 millones de dólares (equivalentes a 2.332,96 millones de la actualidad), según los datos recabados en la nueva edición del libro Operación Israel: El rearme argentino durante la dictadura (1976-1983), que acaba de republicar AMT Ediciones.
Eso representaba una participación del 8,17% del total adquirido por el país en el mundo en esos años, según estimaciones del Stockholm Internacional Peace Research Institute (Sipri). Este dato resultaría intrascendente si no fuera porque el Estado judío nunca había sido una fuente de abastecimiento de las Fuerzas Armadas antes de este período, a no ser por alguna compra marginal y en montos mínimos, realizada a principios de los 70. De la misma forma, las operaciones volvieron casi a desaparecer luego de que retornara la democracia en diciembre de 1983.
El proceso de rearme que se llevó a cabo entre 1976 y 1983 estuvo impulsado por dos situaciones. La presencia castrense en el poder provocó que los militares contaran con una mayor disponibilidad de fondos, que las que suelen tener en democracia, para modernizar e incrementar su capacidad bélica, como pocas veces se vio en la historia del país.
Otro factor importante fueron las amenazas a la seguridad externa (Chile y Malvinas) que existían por entonces, que llevaron a una aceleración en su aprovisionamiento. La posibilidad de un enfrentamiento por las islas del canal de Beagle fue el principal disparador que impulsó a las Fuerzas Armadas a salir en busca de equipamientos durante 1978.
De esta forma, las adquisiciones pasaron de 138 millones de dólares, en 1977, a los 505 millones, al año siguiente. “Cuando surgió el diferendo con Chile por el tema Beagle, se decidió potenciar a la Fuerza Aérea, que estaba en un bajo nivel ya que contaba con pocos Mirage, una docena nada más”, señala el comodoro (R) Juan Carlos Luscher, jefe de la Oficina de Enlace en Israel entre 1981 y 1984.
Algo similar ocurrió con el Ejército. “Por el eventual conflicto con Chile hubo partidas para modernizar cierto equipamiento”, destaca el coronel (R) Miguel Ferrari, quien participó en distintos procesos de adquisición.
La Armada también aprovechó el momento y adquirió aparatos de comunicación y cocinas de campaña, entre otros. Los radiorrelevadores “se compraron cuando empezó a haber problemas con Chile. Si uno tenía que emplear toda la frontera se necesitaban muchas más comunicaciones de las que había”, destaca el capitán de navío (R) Jorge Santo, nexo entre el Comando de Comunicación de Infantería de Marina y el de Material Naval en esos tiempos.
El caso de Malvinas fue diferente ya que, como la operación no había sido planificada con suficiente antelación, se tornó más complicado conseguir el equipamiento para prolongar la guerra.
A tal punto llegó la improvisación que hubo armamentos que debían recibirse en los meses posteriores al 2 de abril de 1982 y no fueron enviados por el estallido de los combates, como los misiles Exocet franceses, que se los remitieron una vez terminado el conflicto, a pesar de las protestas de Gran Bretaña.
En ese contexto, Israel fue uno de los principales proveedores de equipamientos bélicos de la Argentina durante la guerra debido a los bloqueos que le impusieron los Estados Unidos, Reino Unido, el Commonwealth y la Comunidad Económica Europea (CEE) al gobierno de Leopoldo Fortunato Galtieri tras la recuperación de las islas.
Junto con Perú, Venezuela, Ecuador, Libia y, en menor medida, Brasil, el Estado judío se transformó en una de las pocas ayudas que tuvo el país para reabastecerse y, así, poder enfrentar al Reino Unido, en un conflicto para el que no estaba preparado.
Así, llegaron armamentos desde Jerusalén por un total de 87,43 millones de dólares, equivalentes a 287,60 millones de la actualidad, sin tener en cuenta los 86 millones (282 millones) de los McDonnell Douglas A-4E Skyhawk, que nunca arribaron a Buenos Aires.
De esta forma, le suministró tanques suplementarios de combustibles de 1.700 litros, que le permitieron incrementar la autonomía de los cazabombarderos y les provocaron problemas operativos a los ingleses ya que tuvieron que alejar aún más su flota naval para evitar que sus barcos fueran alcanzados por las bombas y misiles durante los ataques.
También le vendió 16 aviones A-4E Skyhawk a la Armada, que quedaron varados en el aeropuerto Ben Gurión por el bloqueo estadounidenses, y 23 Mirage MIIIB/C durante el final de la guerra para la Fuerza Aérea. En ambos casos, estas aeronaves buscaban reemplazar las 35 que habían sido derribadas durante los combates.
Finalmente, le proveyó un equipo de radio de 400 W de la línea de GRC-142 y tres cifradores Sec-23 de la empresa Tadirán para evitar que los británicos escucharan las comunicaciones tácticas entre el continente y las islas, ya que los equipos Datotek, con los que contaba, estaban pinchados por la CIA.
*Autor de Operación Israel, AMT Ediciones (fragmento).