Nos enfrentamos a dos emergencias interrelacionadas y provocadas por el ser humano: el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Ambas amenazan la salud del planeta y el bienestar de las generaciones actuales y futuras.
La nueva edición del Informe Planeta Vivo 2022 de WWF pone de manifiesto el crudo panorama del estado de la biodiversidad y advierte urgentemente a los gobiernos, las empresas y a los ciudadanos a tomar medidas transformadoras que reviertan su destrucción.
El informe revela una disminución mundial promedio del 69% en las poblaciones de vida silvestre vertebrada monitoreada entre 1970 y 2018.Y si nos enfocamos específicamente en América Latina y el Caribe, los datos son aún más preocupantes: las poblaciones monitoreadas mostraron una disminución promedio del 94% desde 1970. Asimismo, entre las áreas identificadas de alta prioridad para la mitigación de riesgos, muchas se encuentran en la región: la cuenca del Amazonas (que está constituida por todos los ríos que drenan al río Amazonas); el Bosque Atlántico (ubicado en Brasil, Argentina y Paraguay); y el norte de los Andes hasta Panamá y Costa Rica.
En lo que respecta al Bosque Atlántico (también conocido como Selva Misionera en nuestro país), un análisis de la cobertura de uso del suelo de los últimos 37 años indica que en Argentina perdimos casi el 20% de los bosques que existían en 1985 (aproximadamente 305 mil hectáreas), a un ritmo promedio de 8.260 hectáreas por año. A su vez, se destaca que las tierras que ocupaban estos ecosistemas actualmente se destinan a agricultura (60%), forestaciones (27%) y pasturas (10%).
Otra de las áreas más amenazadas de nuestro país es el Gran Chaco, ecorregión compartida con Paraguay, que se encuentra entre los sitios con mayor deforestación del mundo. En las últimas décadas perdimos el 30% de los bosques chaqueños y se siguen destruyendo sus ambientes naturales y su biodiversidad a un ritmo alarmante, como consecuencia del avance las actividades agropecuarias.
El mensaje está muy claro y las luces rojas ya se han encendido
El informe nos proporciona la medida más completa de cómo las especies están respondiendo a las presiones en su entorno impulsadas por las actividades humanas. Los principales factores directos identificados como responsables de la degradación de los sistemas terrestres, marinos y de agua dulce son los cambios de uso del suelo, la sobreexplotación de plantas y animales, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras.
Todo esto nos demuestra que no podemos seguir utilizando la naturaleza de manera irresponsable, dando por hecho que está a nuestra disposición, sobreexplotando sus recursos de manera insostenible y repartiéndolos sin equidad, y todo ello sin enfrentarnos a ninguna clase de consecuencia. Ahora sabemos que sí las hay.
Algunas de ellas ya se notan: la pérdida de vidas y de bienes debido a los fenómenos meteorológicos extremos; la agudización de la pobreza y la inseguridad alimentaria tras sequías e inundaciones; el malestar social y el incremento de los flujos migratorios; y las enfermedades de origen zoonótico que ponen de rodillas al mundo entero.
La humanidad buscó descubrir la naturaleza, para luego dominarla. Hoy sabemos que la supervivencia de nuestra especie y de todas las que habitan el planeta, depende de nuestra capacidad de revertir ese paradigma y reforzar los esfuerzos para conservarla, restaurarla y regenerarla.
Si queremos revertir la pérdida de la naturaleza y asegurar un mundo positivo para las personas y el planeta, se requiere una acción urgente. El Informe Planeta Vivo 2022 sostiene que la doble crisis ambiental se puede mitigar con el aumento de los esfuerzos de conservación y restauración, la producción y el consumo de forma más sostenible, y la rápida y profunda descarbonización de todos los sectores.
Necesitamos con urgencia pasar a prácticas sostenibles
Las actividades clave son la agricultura y los sistemas alimentarios, la silvicultura, la pesca, la energía y la minería, la infraestructura y la construcción, y que los gobiernos se comprometan con acciones ambiciosas y transformadoras en estos sectores productivos claves para asegurar un planeta positivo para la naturaleza para 2030. La Asamblea General de Naciones Unidas reconoció en 2022 que todas las personas, en cualquier lugar, tienen derecho a vivir en un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, lo cual significa que respetar esta premisa ya no es una opción para quienes ejercen el poder, sino una obligación.
Sabemos lo que está ocurriendo, conocemos los riesgos y también las soluciones, y es urgente llevar a cabo un plan que una al mundo contra este desafío existencial. Un plan que se acuerde a nivel global y se ejecute a nivel local y que fije objetivos medibles para la naturaleza y con un plazo determinado. Un futuro positivo para la naturaleza requiere cambios transformadores que abarquen todo el sistema: cómo producimos y consumimos, la tecnología que usamos y cómo gestionamos nuestros sistemas económicos y financieros. Impulsarlos equivale a pasar de hablar de metas y objetivos a hacerlo de valores y derechos, tanto en la concepción de políticas como en la vida cotidiana.
*Manuel Jaramillo es el director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.