Pasaron algunos meses desde que el Diputado Alejandro Cacace de Juntos por el Cambio presentó un proyecto de ley para la dolarización de la economía. A partir de ese momento, incipientemente los especialistas económicos, financieros y políticos han debatido los pro y contras del régimen económico que se propone.
Hoy en día, con una fuerte alza del Dólar Libre (todas aquellas cotizaciones distintas al oficinal) la gente se pregunta cuan factible es una dolarización. Sin embargo, de manera previa, deberá analizarse que conllevaría una dolarización en Argentina desde un punto de vista de los impuestos.
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Empecemos por el principio, esta alternativa surge para detener la inflación y encausar el crecimiento económico del país. En efecto, en aquel momento, el legislador dijo que: “uno de los principales problemas para estabilizar las políticas monetarias, es que la Argentina es un país bimonetario. Esto quiere decir que los argentinos confían en una sola moneda, el dólar americano, pero están obligados a usar el peso, lo que genera una dolarización de facto”.
Quedémonos con esta idea: la moneda como tal cumple 2 funciones en la vida diaria de las personas:
(i) servir como unidad de cambio y
(ii) de reserva de valor.
La moneda y la historia en la Argentina
En la Argentina, a lo largo de su historia, las políticas monetarias hicieron, que la moneda deje ser un marco de referencia y de atesoramiento. Es decir, perdió la “dimensión” del valor de aquello que compra y el poder conservar el valor conforme pasa el tiempo. Es decir, dejó de ser útil tanto para medir como refugio de valor.
La inflación -técnicamente- debe definirse como el cambio porcentual del nivel de precios. Las causas pueden tener origen en la tensión existen entre la oferta y la demanda o la licuación del valor de dinero. Usualmente, en la vida diaria la gente lo percibe con el aumento del precio de los bienes más que la pérdida de valor del dinero. Ellos es así, porque la población en general no conoce los efectos adversos de los contextos inflacionarios.
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En el común denominador, se parte del razonamiento de que a medida que los precios suben “simétricamente” suben los salarios y todo debería seguir igual. Sin embargo, a ciencia cierta la gente percibe la pérdida de capacidad de compra día a día, pero no advierte que la causa real tiene origen de que se pierde el marco de referencia del valor de las cosas. Más allá de que se produce un atraso de los salarios en relación al aumento de los precios.
Para sintetizarlo, un contexto inflacionario provoca que quienes no actúan rápidamente “consumen” su capital. Nos guste o no, quienes trasladan un aumento de precios mayor a la inflación se salvan o ganan, y que aquellos que se retrasan, pierden parte de su patrimonio o se funden. La formación de los precios está más librada a la regla “del sálvese quien pueda” más que el valor real de los bienes.
Cuál es la alternativa en un contexto inflacionario
Frente a este escenario, la dolarización surge como alternativa para superar la crisis inflacionaria, pero también tiene sus desventajas, pues el Estado pierde la administración de las políticas monetarias y su economía depende -en parte- de los vaivenes de la situación económica- del país de origen de la moneda.
Desde un punto de vista impositivo debería, implementarse cuestiones menores como ser
- modificarse de las normas impositivas todas las referencias en Pesos Argentinos y convertirlos a la moneda extranjera al tipo de cambio que se establezca para llevar a cabo la dolarización y
- eliminarse aquellas normas que contemplan el ajuste por inflación, actualizaciones referenciados a IPC y aquellas normas que reconocen la diferencia de cotización extranjera en relación al Peso Argentino, no así la relación del dólar con otras monedas extranjeras como ser el Euro.
Otra cuestión que reviste importancia, sería la conversión de los saldos a favor que actualmente se encuentran cuantificados en Pesos y fueran solicitados en devolución. En dicho caso, el contribuyente debería recibir dólares, por ser la moneda de cambio. De no ser así, ¿sería lógico que reciba Títulos del Estado Nacional ante la escasez de Dólares?
En esa línea de interpretación, ¿qué sucedería con los saldos a favor de los impuestos provinciales? Nos quedamos con la duda.
Sin embargo, el mayor impacto, estaría dado al sincerar los precios medidos en Pesos y convertirlos a Dólares, porque podría suceder que “la internacionalización” de los precios de ciertos bienes y servicios podría generar resultados positivos o negativos significativos, y a razón de ello deberse pagar impuestos o generarse quebrantos que caducarían con el tiempo. Por ello, previo a pensar en la dolarización deberían articularse medidas previas intentando atemperar el impacto de dichos resultados.
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Frente a ello, como los en un contexto de cambios en materia económica, los impuestos deberían convierten en articuladores de la transición que se pretende llevar a cabo. No obstante, un sistema tributario que no se ajuste a la problemática, podría potenciar los perjuicios. Por ejemplo, pensemos por un instante que un sujeto genere una utilidad ficticia y estar obligado a pagar por ello. ¿Sería razonable tal situación?
En resumen, previo a pensar en dolarizar la economía es prioritario que paralelamente se comience a analizar la creación de normas impositivas que articulen la transición de la dolarización, contemplando principalmente el tratamiento que se le daría a las pérdidas y ganancias antes comentadas.
Una inadecuada planificación puede generar obligaciones tributarias o patrimoniales que luego serán difíciles de responder. El desafío será analizar el impacto en materia impositiva que se generará a partir de la dolarización, ya que una incorrecta implementación de puede generar perjuicios difíciles de resolver una vez que entre en vigor.
* Tributarista, Contador Público y Profesor de la UBA.