Emmanuel Todd es un científico social fuera de lo común. Formado en Ciencia Política en Francia, obtuvo su doctorado en Historia en el Trinity College de Oxford. Si el cruce entre la escuela francesa y la británica es algo inusual, más lo fue especializarse en algo por demás particular: demografía histórica, o tomar la historia desde estadísticas. SÍ, no es muy usual.
Mi atención hacia su persona llegó cuando compré de saldo en la Librería de Ávila, en la esquina de Bolívar y Alsina, el libro que lo llevó al estrellato: “La caída final”. En 1976, con sólo veinticinco años, Todd pronosticó la caída de la Unión Soviética. El comienzo es demoledor: “Las tensiones internas del sistema soviético se acercan a su punto de ruptura. Dentro de diez, veinte o treinta años, un mundo sorprendido asistirá al derrumbe o al hundimiento del primero de los sistemas comunistas”.
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Años más tarde, Todd volvió a predecir la llamada Primavera Árabe en un libro publicado en 2007 junto a Youssef Courbage titulado “Encuentro de civilizaciones”. Allí tomó tres variables: nivel de alfabetización, la tasa de natalidad y el casamiento intrafamiliar. En los países árabes crecía la escolaridad, en particular de las mujeres; bajaba la tasa de natalidad; y había menos casamientos entre parientes. Estos datos mostraban que la mujer iba ganando terreno en derechos y por tanto estaba cediendo el modelo patriarcal dentro de la familia. De modo fractal, la proyección hacia afuera del hogar implicaba socavar los modelos autoritarios y masculinos del mundo árabe. Otra vez, no se equivocó. En 2010 comenzaron las protestas en el Sahara Occidental y Túnez y luego se expandieron por la región. El movimiento se llevó a líderes inconmovibles como Hosni Mubarak en Egipto y Muamar el Gaddafi en Libia.
En el interregno, Todd sacó otro libro provocador. En 2002, luego del ataque a las Torres Gemelas, publicó “Después del imperio”. Allí Todd devela lo que llama la descomposición del sistema norteamericano: Estados Unidos entraba en declive. Utilizó el mismo enfoque que usó para prever el derrumbe soviético: sutiles variables demográficas.
Todd había afirmado que, hasta la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética fue una amenaza ideológica y no militar para Occidente. En la Guerra Fría los términos se invirtieron: el modelo soviético dejó de ser atractivo en el bloque capitalista y pasó a ser una amenaza militar.
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Todd marca en este libro que el ideal democrático crece en el mundo y decrece en Estados Unidos. El país se asume como la gran potencia militar global con el objetivo de acaparar recursos estratégicos y debilita su ideal democrático-liberal. Al igual que al final del bloque comunista, donde la gente común vivía mejor en Praga o Riga que en Minsk o Kiev, ahora se vive mejor en Halifax o Vancouver que en Detroit o Kansas City. Para la mirada de Todd, Donald Trump es una consecuencia lógica, no una disrupción.
Al final de la Unión Soviética, Matthias Rust perforó las defensas soviéticas y aterrizó su pequeña avioneta en plena Plaza Roja. Y el ejército soviético tuvo que retirarse en derrota de Afganistán.
Hoy Estados Unidos comanda una guerra interminable en el mismo país y no puede evitar que un contrincante de tercer o cuarto nivel como Corea del Norte desarrolle misiles nucleares. Estados Unidos es impotente con Irán o Venezuela. Imposible así frenar a China.
La pandemia de coronavirus es solamente algo que hace evidente un estado de cosas. ¿Alguien cree en una sanción de Estados Unidos sobre China?
En “Después de la democracia” (2008) y en “La lucha de clases en Francia en el siglo XXI” (2020) Todd insiste sobre este debilitamiento democrático. Y se proyecta hacia Europa: los sistemas democráticos van tornándose oligárquicos.
¿El futuro? No lo sabemos. Sólo una recomendación: prestar atención a qué dice Emmanuel Todd.
* Dr. en Sociología (UCA).Docente UCA, UCES, UNTREF
