Uruguay continúa con su intención de firmar acuerdos de libre comercio con otras regiones, mientras que el bloque no logra avances en el pacto suscripto hace tres años de con la UE.
El 1° de enero, Luiz Inácio Lula da Silva asumió por tercera vez la presidencia de Brasil, y como país “socio mayoritario” del Mercosur, se espera que oriente las decisiones del bloque regional.
Lula le dijo a la emisora Canal Rural que Brasil necesitaba llevar adelante el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) y que debía exportar lo máximo que fuera posible, tanto en el sector de producción de granos como en la industria.
Luego de ganar la elección, “en los primeros seis meses nosotros vamos a concluir el acuerdo con la Unión Europea. Un acuerdo que tenga en cuenta la necesidad de Brasil de volver a industrializarse”, señaló.
Desde que fue anunciado con bombos y platillos a mediados de 2019, en el gobierno de Mauricio Macri diversos actores se opusieron a la implementación del TLC: tanto el sector agropecuario de varias naciones del bloque europeo como la industria de Brasil y Argentina, ambos sectores fuertemente subsidiados y que con las rebajas de aranceles perciben el acuerdo como un peligro para su sostenibilidad.
Desde el ámbito académico, el economista Julián Cuenca, de la consultora Economía y Sociedad consideró que la guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania “pone al mundo en una situación de penuria energética, de penuria alimentaria en que América Latina, en general, y el Mercosur, en especial, son parte de la solución a los desafíos europeos”.
Además, este acuerdo “va más allá de las cuestiones económicas y comerciales, ya que permite sumar a dos grandes bloques que coinciden en una misma visión sobre el mundo, liberal y democrático, y les otorga a las empresas diez años para adecuarse a un nuevo escenario”.
Desde el ámbito político, el presidente Alberto Fernández, en la última reunión del Mercosur, a comienzos de diciembre, le espetó a Uruguay y a Paraguay que tal vez ellos estén apurados por lograr ese acuerdo y otros “porque tuvieron un desarrollo tardío de sus industrias”.
Pero lo cierto es que es ahora Lula quien impulsa la locomotora del Mercosur y se muestra abierto a dar el paso definitivo, e incluso se mostró partidario de cumplir con la nueva “cláusula ambiental” que fijó la UE de no comprar productos alimenticios de zonas que han sido deforestadas, con tal de cerrar ese acuerdo.
Volviendo a la última Cumbre de Mandatarios del Mercosur, esta resultó “más de lo mismo”, pero como “eso mismo” es malo, la situación empeoró.
El presidente saliente de Brasil, Jair Bolsonaro, mandó a su vicepresidente sin ninguna iniciativa especial. Fernández le pidió al uruguayo Luis Lacalle Pou, a través de una metáfora futbolística, cumplir con las reglas del Mercosur, y no “cortarse solo” en la búsqueda de acuerdos con China y otras naciones del Pacífico.
El mandatario oriental, con la misma lógica, pidió revisar en el VAR todas las violaciones al libre comercio intrarregional que realiza Argentina.
Es más, Lacalle Pou recordó que “en los últimos meses se bajaron de manera inconsulta dos posiciones del Arancel Externo Común, y nadie dijo nada”, como para dejarles claro a Brasil y Argentina que “el debido consenso” queda de lado cuando no lo demandan los dos socios mayoritarios.
Hasta ahora, Paraguay ha presentado una postura ambivalente sobre la intención de Uruguay de llevar adelante acuerdos de libre comercio con China y naciones del Pacífico.
En lo que sí está de acuerdo con Uruguay es en lograr un intercambio comercial “intrabloque” más equilibrado, y eliminar las restricciones comerciales que impone Argentina.
El año que viene se presenta entonces como de una triple transición: la de Brasil, con un nuevo presidente de una orientación contraria al que se va; la de Argentina, en medio de un proceso electoral; y la del Mercosur, en donde Uruguay busca nuevos acuerdos comerciales, con o sin “la venia” de los socios mayoritarios.