Como cada cuatro años, nuevos procesos electorales presidenciales instalan la temática política en la agenda pública. Los electores, reacios a dedicarle su fugaz atención cotidiana a los políticos y los debates entre ellos, recurren a cuentagotas –al menos en este periodo electoral- a consumir más información sobre qué se está discutiendo, quiénes son los principales candidatos y qué mensajes transmiten. Para algunos especialistas, los electores, lejos de ser receptivos de mensajes argumentales y complejos debates lógicos, son propensos a retener los mensajes emocionales que las campañas emiten cada vez con mayor frecuencia.
La academia encuentra un lugar de privilegio en este contexto al ser una de las usinas productoras de conocimiento más ávidas y con mayor prestigio en la sociedad. Entre sus filas, especialistas en comunicación política, sociología y ciencia política cosechan extensas bibliografías que dan cuenta de escenarios cambiantes y nuevos desafíos para la democracia argentina.
100 años de campañas presidenciales: ¿cuánto aprendimos?
En la mañana del domingo 2 de abril de 1916 comenzaba a celebrarse una tradición que acompañaría a los argentinos –con seis fatídicas interrupciones- por más de 100 años. En aquella jornada, el radical Hipólito Yrigoyen consumaría dos logros: ser el primer presidente radical de la historia argentina y el primero en alcanzar el Sillón de Rivadavia a través del voto secreto, obligatorio y universal, que propiciaba la reciente Ley Sáenz Peña.
Aquella contienda sería el puntapié inicial para gestar algunas de las características de la política argentina. El personalismo se convertiría progresivamente en un rasgo de los liderazgos presidenciales criollos, siendo el mismo Yrigoyen uno de sus precursores más emblemáticos. Los partidos políticos de masas harían su entrada hacia mediados de la década de 1910 –con el radicalismo- y la década de 1940 –con el peronismo- ocupando un lugar central en la escena política nacional. Las contiendas polarizadas, es decir, cuando la suma de los votos obtenidos por el ganador y por quien salió segundo superó el 67% de los sufragios, marcaría la dinámica de numerosas campañas como las de 1928 (93,4%), 1937 (97,28%), 1946 (95,71%) y 1951 (95,68%).
Muchos de estos “pilares” de las contiendas argentinas han sucumbido, o por lo menos se ven resquebrajados. El acervo teórico y empírico que se ha elaborado en estos 100 años de campañas electorales no evita que el conocimiento tenga que estar constantemente en revisión y en tela de juicio, ya que se trata de un rasgo intrínseco de las ciencias sociales: son los electores –sobre quienes producimos conocimiento en ciencias sociales- aquellos que constantemente reformulan su comportamiento y opinan sobre lo que produce la academia. El sociólogo inglés Anthony Giddens llamó a esto “doble hermenéutica”.
Nuevo siglo: ¿nuevo elector?
El espacio social se ha “ensanchado”. La extensión del voto, incorporando a las mujeres en 1947 y a los mayores de 16 años en 2012, ha ampliado la diversidad de actores que tienen voz y capacidad de elegir a sus gobernantes. Pero a su vez, nuevas tecnologías han modificado la interacción social potenciando una nueva agenda con temas globales como el medio ambiente, la equidad de género, la diversidad sexual y la igualdad social, que progresivamente desplazaron aquellos que caracterizaban la agenda del siglo XX, redefiniendo las identidades de los votantes.
En muchos sentidos, parece que la dinámica social se transformó más rápidamente que la capacidad de los partidos políticos de reaccionar y adaptarse. Como señalan Isidoro Cheresky y Rocio Annunziata en Sin programa, sin promesas. Liderazgos y procesos electorales en Argentina (Prometeo), los electores han emigrado de las identidades partidarias que otrora significaban fuente de identidad y pertenencia, lo que tuvo su correlato tanto en los padrones de afiliados como en el acompañamiento electoral de las urnas. Se trata de una sociedad –en términos generales- que ya no está dispuesta a pasar valiosas horas de sus días en locales partidarios o realizando actividades proselitistas. La causa de los partidos políticos –como sostiene el politólogo estadounidense Steven Levitsky- se ha disociado de las causas de los electores.
En este sentido, la prestigiosa encuestadora Ipsos analizó el vínculo entre los argentinos y los partidos políticos, arribando a interesantes resultados. Desde 1984 a la fecha, quienes decían estar afiliados a partidos políticos pasaron del 26% a 5% del total. Al mismo tiempo, quienes decían “no sentir simpatía por los partidos políticos” pasaron del 22% en 1984 al 70% en 2018. En definitiva, los argentinos están cada vez más alejados de los partidos y de las instituciones tradicionales.
Emociones: ¿protagonista de las campañas actuales?
Al igual que en la vida cotidiana, las emociones son elementos que están presentes en las campañas electorales y ciertamente ejercen una gran influencia sobre los electores. En un artículo publicado en Campañas electorales en América Latina, España y Portugal (Editorial Fragua), los docentes de la UBA Orlando D´Adamo y Virginia García Beaudoux analizaron los spots presidenciales desde 1983 a 2011. Entre los principales hallazgos de la investigación, encontraron que una característica de las campañas argentinas es su extensa “positividad”. Si bien en la contienda de 1999 los spots negativos llegaron al 31% del total, nuestras campañas son generalmente positivas. En 2011, los investigadores hallaron un pico de esta positividad con el 90% de los spots.
Diversos estudios dieron cuenta del rol que desempeñan las emociones en las contiendas electorales. En Argentina, el estudio mencionado reveló que en 2011 se llegó a un pico de apelación a las emociones, ya que 9 de cada 10 spots en esa campaña apelaron a las emociones, 25% a la lógica y 14% a la ética.
En este sentido, el director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, Orlando D´Adamo, señala que, “desde hace tiempo, la cercanía emocional es el común denominador de la mayoría de las campañas políticas. Indudablemente las campañas se adaptan a los contextos y a los candidatos que las protagonizan y la cercanía emocional se puede caracterizar, a veces, solamente de manera positiva y otras veces de manera negativa hablando de los miedos que compartimos. Es sabido que la política ingresa a las personas a través de las emociones, por lo que en todos lados se utiliza un fuerte contenido emocional en las campañas. Creo que la única excepción –por los spots que vi- es Alemania, pero más allá de eso, y con las diferencias culturales, nosotros, en los países latinoamericanos, nos podemos permitir –porque nuestra sociedad es permeable a ello- un nivel de emocionalidad más alto al que podría haber en una campaña en España o Italia”.
Los esfuerzos de estudiar las campañas electorales
La búsqueda constante por entender de dónde venimos –en términos de cultura política proselitista- para saber dónde estamos en la actualidad, se aplica al estudio de las campañas electorales, dado que distintas iniciativas intentan recopilar y sistematizar la información que nos dejaron las campañas de antaño. En ese sentido, la directora de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, Elsa Llenderrozas, señala que “el Observatorio de Campañas Electorales es uno de los mejores ejemplos de lo que queremos para la carrera. Es un espacio abierto, libre, gratuito y colaborativo que nació de una propuesta de dos profesores (Virginia García Beaudoux y Orlando D’Adamo) que recibimos e impulsamos desde la carrera y que se expande día a día con la colaboración de estudiantes y graduados con interés en la temática. Es un espacio de intercambio, reflexión y creación colectiva. Por eso, su principal desafío es mantener esa colaboración activa y permanente de todos para que siga creciendo”.
“El análisis de la opinión pública y la consultoría política son ámbitos en expansión dentro del ejercicio de la Ciencia Política. Muchos graduados de nuestra carrera ejercen la profesión en esa área. Esta herramienta expande y facilita el acceso a un mayor volumen de material para el análisis, y eso va a contribuir a profundizar los estudios y la profesionalización de las campañas políticas”, agrega Llenderrozas.
El epílogo de las últimas elecciones en el país ha dejado múltiples debates abiertos en torno al oficio (encuestadores, consultores, etc.), como también sobre las conclusiones de algunas investigaciones. El doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, Ismael Crespo, profundiza sobre las disyuntivas acerca del rol de los instrumentos de medición de la opinión pública. “Las encuestas no fallan, los que se equivocan son los pronósticos electorales que algunos encuestadores hacen a partir de los datos obtenidos. El uso de herramientas cuantitativas en la definición de escenarios electorales no puede restringirse a la utilización de encuestas preelectorales basadas en indicadores producto de los modelos tradicionales de comportamiento electoral. En la última década y media, los profundos cambios que han afectado al proceso de toma de decisión de los electorados, aconsejan redefinir los sistemas de estimación de resultados, tomando en cuenta otras variables que quizá no tienen el peso suficiente en los modelos actuales”, dice el autor de Comunicación política y campañas electorales en América Latina (Biblos), quien visitará Argentina en el marco del “Taller #MECOMPOL ¿Cómo investigar las campañas electorales?”, de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE).
Así, con vigorosidad y nuevos desafíos, la academia acompaña la dinámica electoral produciendo, analizando e interviniendo en el debate público sobre el pasado, el presente y el futuro de una tradición centenaria en el país.