EDUCACIóN
Entrevista a Corina Rogovsky y Francisco Chamorro

La evaluación como instancia formativa

La virtualidad en el sistema educativo alteró la normalidad de las prácticas de aprender y de enseñar incorporando nuevas herramientas, pero también nuevos interrogantes acerca de cómo se evalúa lo aprendido.

Libro Aprender a Enseñar La Crujia
| La Crujia

Los tecnólogos educativos Corina Rogovsky y Francisco Chamorro, autores del libro Aprender a Enseñar (La Crujía), han venido trabajando en la tarea de pensar la educación no solo en el contexto actual sino también frente a los desafíos que están por venir. Ambos plantean que aspectos como la autonomía, la autogestión, la colaboración, el trabajo en equipo y la formación docente, son algunas de las claves para pensar este tiempo.

Para ahondar acerca de ello, el suplemento Educación entrevistó a los especialistas, quienes sostienen que, sobre la educación en línea, no se trata de replicar los modos de las clases presenciales en la virtualidad, sino que debe elaborarse una nueva perspectiva. “¿Cómo nos damos cuenta que un estudiante aprende?”, reflexionan Rogovsky y Chamorro, mientras profundizan sobre los cambios obligados en las estrategias formativas y la forma en que la nueva normalidad puede enriquecer los aprendizajes.

- Uno de los temas que plantean en el libro es reflexionar en torno a la idea de la evaluación en el ámbito educativo. Mencionan la importancia de avanzar hacia una evaluación formativa, dejando atrás el paradigma positivista de la evaluación sumativa. ¿Enseñar a aprender en el siglo XXI implica evaluar y acreditar saberes desde esta otra perspectiva? ¿Cómo se lleva a cabo en la práctica este tipo de evaluación?

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Nos parece importante, como punto de partida, recuperar el enfoque sobre los procesos de evaluación pensados como instancias formativas, que invitan a los estudiantes a vincular los diferentes aprendizajes que construyen a lo largo de sus trayectorias escolares. Desde esta perspectiva, pensamos a la evaluación como proceso, algo bien diferente a la evaluación sumativa, entendida como aquella que mide a partir de balances finales, la sumatoria de conocimientos adquiridos al cierre de un proceso y la compara con puntos de referencia tomados a modo de estándares de aprendizaje.  Entender la evaluación como proceso, implica posicionarse en el recorrido formativo de los estudiantes, poniendo el foco de atención en diferentes instancias y acciones que den cuenta de su aprendizaje. En esta línea de ideas, nuestro gran interrogante es cómo nos damos cuenta de que el estudiante aprende. Entendemos a la evaluación como una instancia formadora, en tanto que proporciona a los estudiantes la capacidad para autorregular y modificar su propio proceso de aprendizaje. Autorregular implica que sean capaces de planificar y mirar sus avances y sus logros, como así también identificar sus estrategias y dificultades.

Ahora bien, volviendo al interrogante que guía estas reflexiones, nos damos cuenta de que los estudiantes aprenden cuando pueden: realizar explicaciones con sus propias palabras, ejemplificar conceptos, relacionar y vincular ideas, formular preguntas, enseñarle a otro, analizar de manera crítica, resolver situaciones problemáticas, crear, experimentar, transmitir, conectar e involucrarse con situaciones y problemáticas del mundo real. Pensar la evaluación desde el estudiante que aprende y no únicamente desde el docente que enseña. Como dijimos en líneas anteriores, implica dejar de ver la evaluación como un punto de llegada (acreditación) para pasar a concebirla en tanto proceso tendiente a la construcción de conocimientos que permitan también tomar decisiones didácticas para reorientar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Muchas veces vemos que los estudiantes terminan aprendiendo a resolver exámenes a través de algunas estrategias en lugar de construir aprendizajes significativos junto a otros pares. En este sentido, es necesario pensar instancias y formatos de evaluación que integren una variedad de estrategias a partir de instrumentos y recursos que inviten a nuevas dinámicas que ayuden a autorregular su propio proceso de aprendizaje. Creemos necesario transparentar el proceso de evaluación y presentar los objetivos iniciales: qué se evalúa, cómo se evalúa, cuándo, quién y por qué se evaluará. Con esto nos referimos a explicitar las ideas de logro que esperamos que los estudiantes alcancen en el inicio del proceso educativo, compartir qué se espera de ellos y cómo deberán hacerlo, hacia dónde queremos ir con nuestras propuestas educativas y por qué. Transparentar los criterios de evaluación o incluso construirlos de manera conjunta, para que los estudiantes puedan verdaderamente autorregular su aprendizaje, evaluar su propio proceso y el de sus pares.

- En este sentido, también mencionan que la crisis sanitaria del COVID, que inclusive exigió suspender la modalidad de las evaluaciones convencionales, es una oportunidad para cambiar. ¿La vuelta a la normalidad puede implicar o posibilitar la modificación de paradigmas educativos después de tantos años de implementación?

En nuestro libro hablamos de que el tiempo que atravesamos puede ser registrado de distintos modos: Cronos y Kairós nos resultan conceptos interesantes para analizar este tiempo. Ambas palabras provenientes del griego aluden al tiempo, aunque de maneras distintas. Cronos se refiere al tiempo vivido cronológicamente, de manera secuencial, y su naturaleza es cuantitativa. Kairós, en cambio, remite a un tiempo indeterminado donde las cosas especiales suceden, su naturaleza es cualitativa. Entendemos este tiempo como un tiempo de oportunidades, de inspiración para romper con lo establecido, convencidos de que todo tiempo de crisis conlleva consigo un tiempo de oportunidades para el surgimiento de algo mejor.

Entendemos que hay muchas lecciones aprendidas en este último tiempo que pueden ser fuentes de inspiración y oportunidad para cambios en las estructuras más profundas de lo escolar. Entre ellas, la evaluación formativa, como punto de partida para mirar el propio proceso de aprendizaje y pensar nuevos formatos para evaluar, propuestas educativas que incluyan narrativas contemporáneas, propongan a los estudiantes un rol activo en la construcción de saberes a través de la colaboración, el aprender haciendo junto a otros, la comunicación, el diseño de estrategias para resolver problemas, y que estas propuestas contemplen una arquitectura escolar que favorezca todo esto.

- ¿Cómo pensar la evaluación como proceso formativo? ¿Cómo funciona el portafolio del estudiante que proponen en el libro como una herramienta para que los docentes y directivos puedan comenzar a incursionar en nuevos procesos evaluativos?

Compartimos esta estrategia ya que se trata de un instrumento participativo que cuenta con una estructura pautada y acordada de manera previa, y que recoge evidencias a la vez que reconstruye el propio recorrido de aprendizaje. El objetivo de integrar el portafolio como instrumento de evaluación, es ayudar a los estudiantes a aprender a lo largo de su vida, es decir, comprender al proceso de aprendizaje no solamente como un objeto independiente del sistema escolar, sino también como perteneciente al ámbito profesional donde nuestros estudiantes deberán insertarse.

El diseño de portafolios es una invitación a relacionarse con el propio proceso de aprendizaje en tanto objeto flexible, capaz de dar respuestas a las diferentes situaciones que se presentan a lo largo de la trayectoria escolar. Al tener una mayor participación en su propio proceso de aprendizaje, el estudiante se responsabiliza de la dirección que toma su educación, del nivel de profundidad que adquieren los contenidos, como así también de sus logros. La confección del portafolio implica la selección organizada de una serie de evidencias que den cuenta de las diferentes etapas del proceso de aprendizaje y, si bien hay diferentes criterios y audiencias para la elaboración de este instrumento, nos parece importante compartir una estructura que ilustre la posible confección del portafolio. Por último, este instrumento plantea un proceso de evaluación no lineal, ya que la confección del mismo implica ir y volver sobre los diferentes proyectos y actividades que conforman la trayectoria escolar. Por otra parte, podríamos decir que se trata de un proyecto en sí mismo, ya que implica un trabajo continuo que abarca muchas clases y que, a su vez, proporciona al estudiante una visión integrada de su propio proceso de aprendizaje.