El presidente Mauricio Macri se destaca por su actividad en las redes sociales, su promoción del uso de Snapchat (por ejemplo, cuando se cambió la cara con el conductor Marcelo Tinelli) y la publicación de fotos de su familia “en momentos íntimos” tanto en Facebook como en Twitter. También habla mucho de normalidad, de decir la verdad y apelar a frases que generen emocionalidad más que de políticas en concreto.
Especialistas en comunicación afirman que esta estrategia de vínculo digital con la ciudadanía se basó en la experiencia de Barack Obama. ¿A qué se debe esta clase de comunicación? ¿Cómo tipificarla?
Campaña y gobierno. “Macri debe entender que lo que le sirvió en campaña no le sirve en gobierno. Es un presidente de la nueva era. Su revolución es de la alegría, o sea, no tiene cultura política para discurso largo. Luego, intentar la intimidad como discurso es una solución comunicativa muy buena en campaña, pero muy frágil en gobierno. Su intimidad ya no importa, es el presidente. Importa su intimidad gubernamental si se quiere, no su escena de farándula. Ahora, debe convertirse en un presidente y no se ha dado cuenta. Sus tácticas de redes, graduar a Tinelli de oposición, convertir el poder en una nota de farándula no ayuda a que se le crea como un presidente con propuesta y modelo de sociedad. La intimidad no sirve cuando la realidad duele en cada ciudadano”, manifiesta el colombiano Omar Rincón.
El español Javier del Rey Morato tiene otra mirada: “La clave de la comunicación política no está tanto en las categorías políticas –la gestión, las políticas públicas– cuanto en las categorías humanas”.
“De eso –explica el especialista español– sabe mucho el entorno de Obama, y el entorno de Michelle. Cómo baila el presidente termina siendo más importante que la decisión de atacar un recinto terrorista en un lejano país musulmán. El lazo social se hace de jugadas de lenguaje, y el lazo social no depende tanto de la gestión cuanto de la humanización de la gestión, que pasa por la comunicación. El lazo social, en las sociedades de nuestro tiempo, está en crisis. Y nadie se adhiere incondicionalmente a la policía nacional ni al Ministerio de Hacienda. Decimos que las instituciones, la administración, es deficitaria en adhesiones colectivas. A una administración no podemos derrocarla. Ni penalizarla. Al líder político, sí. Lo podemos amar, votar, abandonar, penalizar, criticar... Es decir, podemos mantener una relación con él. Y ésa es la clave de las categorías humanas: la pérdida de un ser querido (marido) puede ser un drama para una presidenta, pero en la comunicación esa pérdida supone un trofeo insustituible: Cristina quiso hacer una segunda edición de la muerte de Evita, y construir sobre Néstor el mito de Cristina”.