Género y Trabajo
Cada agosto, la fecha que celebra a las infancias nos invita a reflexionar sobre cómo cuidamos, educamos y acompañamos a quienes transitan esta etapa vital. La efeméride, que tiene su origen en 1954, cuando la Asamblea General de Naciones Unidas instituyó el Día Universal del Niño para promover el bienestar y los derechos de niñas y niños, no es solo un motivo de celebración, sino también un llamado a garantizarles un presente y un futuro libres de discriminación, violencia y desigualdades. En Argentina se celebra en agosto desde 1960 y este año el gobierno nacional volvió a la denominación que tenía antes de 2020: Día del Niño, un gesto que no tiene consecuencias materiales, pero que sigue teniendo de fondo una desigualdad estructural y simbólica en la vida de niños, niñas y adolescentes.
Aunque a menudo se cree que las infancias de hoy están menos expuestas a los estereotipos y mandatos de género que las de generaciones anteriores, basta prestar atención para ver que muchos de esos mandatos persisten, a veces con formas renovadas: las niñas son “más tranquilas” y “cuidadosas”, los niños “más activos” y “mejores para las ciencias”. Estos mensajes, que se transmiten como subtexto de juegos y juguetes, publicidades, producciones culturales y hasta en la vida escolar y familiar, no son inocuos: modelan expectativas, influyen en la autoestima en desarrollo y limitan las elecciones o posibilidades futuras.
Niñas obedientes. En Argentina, aunque las mujeres representan alrededor del 60% del estudiantado universitario, esa mayoría no se distribuye de manera equitativa en todas las áreas. Mientras dominan en ciencias humanas y de la salud, son apenas el 34% en carreras STEM: ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su sigla en inglés, y representan menos del 20% en programación (Chicas en tecnología, 2022).
Estas representaciones tempranas moldeadas por estereotipos se vinculan con las desigualdades que luego encontramos en la vida adulta. La concentración de mujeres en áreas de estudio y trabajo vinculadas al cuidado, la subrepresentación femenina en carreras STEM, los “techos de cristal” que frenan su acceso a puestos de liderazgo o las “tuberías rotas” que causan que las mujeres abandonen los trayectos formativos o profesionales por barreras, estereotipos o discriminación, no aparecen de la nada.
Esta desconexión entre presencia numérica general y representación en disciplinas claves para el futuro no es casual: se construye desde la infancia, cuando los estereotipos orientan intereses, refuerzan ideas sobre “lo que cada género hace bien” y limitan el acceso a ciertos saberes: se valida más la curiosidad, el liderazgo y se promueve la aventura en varones o se resalta más la prolijidad, el autocuidado, la obediencia en mujeres.
De la misma forma, las tareas de cuidado, históricamente asociadas a lo femenino, se instalan como responsabilidad natural de las niñas desde edades tempranas, dando por resultado dobles o triples jornadas laborales, brechas salariales y menor tiempo para el desarrollo profesional o personal.
En la Argentina existe una marcada segregación horizontal del mercado laboral. Sectores feminizados como el doméstico (97%), la enseñanza (70%-72%) y los servicios sociales y de salud (68%-70%) (Cippec, 2023) concentran a gran parte de las mujeres, pero además son actividades con niveles de informalidad elevados y remuneraciones más bajas. En contraposición, áreas estratégicas y de mejor paga –como construcción (más del 95% varones), industria, energía, transporte y minería (más del 80% varones)– siguen siendo predominantemente masculinizadas (Grow s/ Indec, 2020).
Niños fuertes. Los estereotipos no solo limitan a las niñas: también condicionan a los niños, que aprenden que deben ser siempre fuertes, no mostrar emociones y priorizar la competencia por sobre la cooperación. Ese modelo de masculinidad los distancia tempranamente de los cuidados y autocuidados, alejándolos del cuidado de los hijos y la atención de su propia salud, lo que afecta su calidad de vida y bienestar: los hombres viven menos años que las mujeres, se suicidan tres veces más y protagonizan mayores muertes por uso intencional de la violencia (OPS, 2019).
En ese sentido también desde el ámbito laboral se construyen barreras que fortalecen los estereotipos: licencias de paternidad de solo algunos días (dos en Argentina- 9,5 promedio en Latinoamérica), que incluso muchas veces no se utilizan por miedo a perder el trabajo, verse desplazados de sus puestos o afectados en sus carreras profesionales.
Simplemente niños
Trabajar por infancias libres de estereotipos es, en definitiva, trabajar por ambientes de trabajo más libres y diversos, y por tanto por una sociedad más equitativa. Eso es lo que hacemos en Grow- Género y Trabajo, una ONG con 14 años de presencia en América Latina. Con ese fin desarrollamos Infancias Libres de Estereotipos: un espacio de sensibilización para todas las personas que acompañan infancias desde distintos roles, con el objetivo de repensar los estereotipos de género y su impacto en el futuro laboral de quienes hoy atraviesan la infancia.
Es importante que las familias, escuelas, medios de comunicación, empresas y comunidades revisemos nuestras prácticas y discursos, generando entornos donde todas las personas puedan explorar sus intereses sin condicionamientos de género. En el vínculo con las infancias, un juguete o un comentario pueden parecer gestos pequeños, pero sumados día a día construyen (o derriban) horizontes de posibilidad.
Este domingo debería ser más que una fecha en el calendario: una oportunidad para preguntarnos qué mensajes transmitimos y cómo podemos ampliarlos para que cada niña, niño y adolescente pueda imaginar un futuro propio, sin techos que limiten ni suelos que retengan.
Grow Organización