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Retratos digitales

Charly Esnal, un hacedor sin fronteras

Con Base Miami, que se fusionó en un gran conglomerado, brinda elementos para acelerar el desarrollo de startups, en el modelo de Silicon Valley.

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Mana Tech. | cedoc

Nada como un anfitrión al que le gusta serlo.

Apenas pongo un pie en el enorme loft del décimo piso de Mana Common, en el Downtown de Miami, donde fue emplazado uno de los espacios multiuso de Mana Tech, Charly Esnal me hace señas desde un sofá, para que me una a la charla.

Antes de estrecharme la mano y darme la bienvenida, el muchacho trotamundos nacido en Palermo ya me está presentando a un grupo de empresarios rosarinos que crearon el fondo de inversión más grande para startups de toda América Latina, y me zambullo en la conversación.

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Sin embargo, tenemos los minutos contados, y Charly lo sabe.

Hay fotos grupales, tragos de agua de apuro, llamadas, mensajes imposibles de ignorar. Pero vamos caminando hacia el ascensor. Tenemos que despejar ese décimo piso porque Moishe Mana, reconocido multimillonario de Miami y propietario del edificio, va a comenzar una sesión de video, parte del documental sobre su propia vida.

Okey.

Entonces, cuatro números más abajo buscamos un living lejos de las conversaciones de negocios. Nos secunda Anabella Poletti, responsable de estrategias de marca de la empresa que surge de la fusión entre el vertical tech de Mana y Base Miami, último gol que metió este exnúmero nueve de 42 años, ojos celestes y sonrisa eterna.

“Me di cuenta de que lo que más me gusta es ayudar a inversores y emprendedores a desembarcar acá en Miami, porque siempre me relacioné con esos que la reman en los países de nuestra región, y te das cuenta de que si allá les fue más o menos bien, ayudándolos a entrar en el mercado estadounidense, con validación, bien preparados (…) van a poner el mismo esfuerzo pero los resultados son mil veces superiores”.

Hijo del medio de una familia de gastronómicos porteños, algo díscolo y fanático del fútbol, Esnal probó con el periodismo deportivo apenas terminó el secundario. Las cámaras de televisión no lo deslumbraron, y entonces viajó a España a vender enciclopedias, de la mano de esas empresas nunca del todo transparentes. Sin embargo, no le fue mal.

De esa primera aventura le quedó un amor canadiense, gracias al cual, sin encontrar el rumbo en su vida, volvió a probar suerte en el exterior, bien al norte. Primero, recolectando manzanas en los meses de cosecha. Luego, vendiendo lo que hubiera para vender, puerta a puerta, mano a mano.

“Siempre sentí que todas esas experiencias me iban sirviendo mucho más que lo que podía aprender de los libros, en la universidad. La cuestión de saber vender algo de una, aprovechando la oportunidad, viendo cómo llegarle al cliente”, analiza mientras revolea los ojos mirando la pantalla del celular y las fugaces apariciones de vaya uno a saber quién.

Se distrae fácil Esnal. 

Reconoce que le cuesta quedarse quieto. Que él es “mucho más del diálogo, las reuniones, escuchar a los demás, para ver qué están tratando de hacer y cómo puedo ayudarlos”.

Lo más que soportó una actividad regular y estructurada, luego de la adolescencia, fueron tres años estudiando publicidad. Antes, había abandonado dos carreras a poco de empezar.

Pero trabajando en Assist Card le fue bien, y con veintipico lo mandaron a las oficinas de Indonesia y Filipinas. En el sudeste asiático triplicó la facturación, así que le ofrecieron hacerse cargo de las operaciones en México. 

Goles y más goles, a pesar de que antes de los treinta los médicos le indicaron que era mejor dejar la pelota porque su cadera iba perdiendo cartílago.

Lo cierto es que ya para la primera década de este siglo Esnal se acercó a la tecnología. Fue de la mano de otra jugada brillante, que consistía en resolverles a los viajeros el viejo problema de localizar equipaje perdido. 

Chip, geolocalización, rastreo y gol. El negocio creció, y Esnal se estableció en Miami. Ganaron premios, mejoraron la tecnología, levantaron capital. 

Todo lo narra con velocidad, sin perder el ritmo e intentando no olvidarse nada. 

Así las cosas, Base Miami nació en el primer semestre de 2019, cuando el muchacho inquieto se asoció con Fernando Cariello, brasileño, que venía haciendo enlaces entre empresas de su país y Miami desde mucho antes. 

“Ahí puse en práctica lo que había visto que más me gustaba, o sea, el mentoreo, aprender de la experiencia de otros, juntar fundadores con inversores, encontrar la oportunidad de negocio para una startup que quizá no tiene claro el producto o la necesidad a la que apunta (…) me había fascinado la forma en que trabajan las aceleradoras, así que todo eso lo volcamos en esta empresa”.

Acelerar es un verbo que le queda bien a Charly Esnal. La aceleración de startups consiste en multiplicar la velocidad de su crecimiento a partir de brindar capacitación a sus líderes, una agenda de contactos, enseñarles todo lo que una empresa necesita para escalar, levantar capital y volverse, quizá, muy grande, en poco tiempo. Es el modelo de Silicon Valley y, por ende, del mundo de la tecnología en general.

Ahora Base Miami es parte de la división tecnológica de Mana Common, el conglomerado que dirige el israelí, quien en el piso 10 graba el documental sobre su vida. 

El pibe de Palermo, flamante director de la fusión, no saca el pie del acelerador, aunque vislumbra un futuro distinto al de San Francisco para el ecosistema tech de Miami. 

Entre los milagros del goleador, la cadencia y el vértigo, Esnal ya no puede con su genio. Atiende el celular, cae en que tiene una cena en breves minutos, invita a un próximo almuerzo, y en instantes estamos en planta baja.

Nadie negará que son tiempos complejos. Pero ningún partido es imposible para el ímpetu argentino puesto a jugar de nueve, en grandes ligas, donde la pelota viene siempre redonda.