Por esos avatares del calendario, la CGT ha resuelto convocar a un paro general el 29 de mayo en razón de la grave situación social y económica por la que atraviesa el país sin advertir que hace cincuenta años se producía una rebelión obrera y estudiantil conocida como el Cordobazo. Allá por finales de los 60, una vez más el partido militar terminó desplazando a un gobierno electo y el general Juan Carlos Onganía imponía una dictadura fascistoide cuyo blanco eran los sectores populares, sindicatos, artistas, intelectuales y científicos.
Onganía era parte de la estrategia militar del Pentágono y no dudó en implementar la “teoría de las fronteras ideológicas” estableciendo las bases de lo que a posteriori sería la Doctrina de la Seguridad Nacional. Se vivía un clima de acentuado malestar: bajo la premisa de modernizar la Argentina se formuló un plan económico de orientación ortodoxa, cuyos efectos hacían incrementar la desocupación, reprimían los conflictos sindicales, intervenían gremios, congelaban salarios, ejecutaban arbitrajes obligatorios, etc. En el terreno internacional se propuso la adhesión a la Junta Interamericana de Defensa para orbitar en la esfera de los EE.UU. Dentro de ese contexto, no tardaron en aparecer las primeras víctimas de la represión: Hilda Guerrero cae en Tucumán, el estudiante Cabral en Corrientes, Bello en Rosario, seguido de un joven metalúrgico de apellido Blanco.
En Córdoba la situación era insostenible, se pusieron en marcha los Consejos de Guerra con derecho a pena de muerte y confinamiento de los que subvirtiesen el orden establecido. Esta provincia, con un importante nivel de desarrollo industrial, estaba en conflicto por el intento de aplicar quitas zonales –que los trabajadores del interior ganasen menos– y buscaba eliminar el “sábado inglés” a raíz de la política de reducción de salarios. Los trabajadores mecánicos organizados en Smata fueron duramente reprimidos en su asamblea general, con la participación de más de 5 mil obreros en el entonces Córdoba Sport Club.
Hubo paro de metalúrgicos ,comandados por la UOM, y del transporte automotor –liderados por Atilio López, de UTA–, otros gremios desarrollaron otras medidas hasta que el 14 de mayo se produjo una gran confrontación en donde la policía reprimió salvajemente. El 21 los estudiantes paralizaron sus actividades y participaron también los centros vecinales, y el 23 se tomó el Barrio Clínicas. Todo el mundo se alzó en protesta. Raymundo Ongaro llegó a Córdoba el 26 y 27 de mayo y mantuvo reuniones con los gremios locales, donde sobresalía Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza.
El 29 de mayo estalló la furia de los justos: en la mañana se conoció la muerte de M. Mena, la rebelión desbordó los límites organizativos. Se quemaron locales y oficinas de las multinacionales; el pueblo hizo retroceder a las fuerzas de seguridad copando la ciudad, hasta que se decretó el estado de sitio y el Ejército tomó las calles. Aquel mojón histórico de la clase trabajadora asestó un golpe mortal a la denominada Revolución Argentina, marcó el envión final para el retorno de Perón y puso en la superficie la capacidad de resistencia del pueblo trabajador cuando la dirigencia se pone al frente de la lucha.
La democracia no es equiparable a las dictaduras; sin embargo, hay planes, diseños y criterios económicos de parecida naturaleza. Acá viven los mejores fabricantes de pobreza, gente confundida (o algo así), que cree que el desarrollo nacional es igual a la ganancia de sus balances, políticos convencidos de que sus recetas son infalibles; el resultado está a la vista en los dramáticos índices de pobreza.
Todos los partidarios de esta ideología han tolerado las manipulaciones, las mentiras, el doble discurso, ahora esos devotos temen los condicionamientos políticos que esa práctica ha provocado y comprenden que no hay programa, solo un amenazador porvenir. Aquel mayo cordobés desnudó el límite del sistema capitalista, denunciando sus efectos, que habrían de proyectarse hacia adelante. Como decía Eric Hobsbawm: “El desempleo generalizado hizo el resto”.
No es bueno hacer comparaciones fuera del momento histórico; aun así la CGT, atrapada en la crisis del peronismo, sacudida por el internismo desde hace mucho, sigue siendo el nervio vital para encarar la lucha de nuestro pueblo. Es de carácter estratégico abrir un profundo debate más allá del proceso eleccionario, debate acerca de promover el desarrollo de la conciencia humana, del respeto a la organización, de aceptar la crítica del otro, de apoyar las decisiones colectivas practicando una verdadera autonomía.
Asumir más que nunca la sustancia del sindicato como instrumento de poder para superar las campañas de distorsión de los nuevos voceros.
Operar en la dimensión individualista que propone la cultura del sistema y rescatar el valor más grande: la solidaridad.
Es una batalla cultural en defensa de la dignidad del trabajo humano.
Las pistas vienen del papa Francisco, de su prédica en favor de los humildes:
- No a una economía de exclusión.
- No a la nueva idolatría del dinero. El dinero no está para gobernar, sino para servir.
- No al poder ejercido como dominio. El poder es servicio.
- No a la violencia, a la tortura, al terrorismo y a la guerra.
- No a la inequidad que produce el descarte de los seres humanos.
- No a la explotación del trabajo humano.
Las generaciones de relevo deben saber que la libertad, la justicia social y la paz universal son los senderos del único camino hacia una democracia real; la mala memoria siempre amenaza al futuro.
(*) Secretario general de la CATT.