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A cuarenta años del fin del conflicto

El deporte y la guerra

Épica, nacionalismo, hazañas, héroes. Durante la Guerra de Malvinas, varios acontecimientos deportivos le sirvieron a El Gráfico para transformar victorias y competencias de boxeo, tenis o fútbol en gestas que ayudaran a construir el clima triunfalista con el que gran parte de la prensa argentina, y en particular la Editorial Atlántida, cubrió los acontecimientos en las islas del Atlántico sur.

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El deporte y la guerra. | cedoc

Uno de los acontecimientos durante el siglo pasado en los que se entremezcló la política con el deporte fue la Guerra de las Malvinas. Entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, al mismo tiempo que se desarrollaban los hechos en el Atlántico sur, el deporte argentino siguió su accionar con diferentes resultados. En medio de una feroz campaña mediática, que analizaremos más adelante, los diversos hechos deportivos que tuvieron como protagonistas a los deportistas de nuestro país se vieron reflejados en las páginas de El Gráfico. 

Dentro de nuestro estudio, consideramos que esa publicación no estuvo al margen de lo que sucedió en Malvinas. Nuestra hipótesis estará centrada en demostrar el apoyo editorial, como un apéndice de lo que Atlántida hizo al mismo tiempo con revistas como Gente y Somos. En resumen, la intención de la editorial en transformar al deporte y sus triunfos como una gesta épica. Y, también, la elección de héroes como vehículos de comunicación de nacionalismo. 

Desde ahora en adelante, nos abocaremos a desentrañar cómo trabajaron los periodistas sus artículos, coberturas y entrevistas. Buscar si existió algún vínculo entre la manera de presentar lo que ocurría en Malvinas y los acontecimientos deportivos que se sucedían. En síntesis, hurgar si hubo una relación de los textos periodísticos con los hechos de la guerra. (…) Y El Gráfico, tal lo visto y establecido por el sociólogo Eduardo Archetti, se convertiría, también en esta ocasión, en un lugar para establecer un “espacio nacional”. (…) 

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Vilas. En primer lugar, nos ocuparemos de Guillermo Vilas. El tenista fue uno de los cinco deportistas argentinos más destacados del siglo XX. Esta calificación no solo está avalada por los resultados, sino que el propio Vilas, junto con Juan Manuel Fangio, Diego Maradona, Carlos Monzón y Roberto de Vicenzo, fue nominado en ese quinteto, en 1999, por el Círculo de Periodistas Deportivos, entidad que aglutina a los más destacados especialistas de la prensa de nuestro país, para la elección del Olimpia de Platino, entregado por única vez, un año más tarde, y cuyo ganador fue Maradona.

La historia de Vilas, cabe señalar, fue fundacional para el tenis en la Argentina. Su surgimiento y posteriores triunfos en todos los continentes lo erigieron como un elegido para los fanáticos del deporte. Tuvo su mejor temporada en 1977. Supo mantenerse en los primeros planos del tenis, pero su estrella se vio tenuemente apagada, en 1981, por el mejor rendimiento de su compatriota José Luis Clerc. Dueño de un amor propio más que especial, se propuso revertir esa imagen en 1982. Días antes del desembarco en Malvinas, su labor fue excluyente y destacada, pese al traspié con Francia, en una serie por la Copa Davis, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Días después de que las tropas argentinas llegaran a las islas, Vilas comenzó a disputar la temporada europea sobre polvo de ladrillo. Y su primera gran victoria arribó el 11 de abril de 1982, en el principado de Mónaco, tras vencer al checoslovaco Ivan Lendl, uno de los tres mejores jugadores del mundo en ese momento.

Ese éxito, como se ha visto, tuvo dedicada la portada del ejemplar con un logo celeste y blanco. Pero, asimismo, se le dedicó la apertura de la revista, con un despliegue de seis páginas a cargo del periodista que se encontraba cubriendo especialmente esa gira, Luis A. Hernández. El Gráfico le dedicó las dos primeras páginas de la cobertura a una doble página plagada de simbología. Se lo observa al jugador argentino, en medio de la ejecución de un saque, con una bandera argentina flameando a su espalda. Fue titulado: “Un Vilas grande y emocionante”, con la particularidad que en el epígrafe se afirma: “Saca Vilas. La bandera argentina es un símbolo. Y el esplendor del Montecarlo Country Club como escenario de una gran victoria”.

La imagen, de por sí, dentro del contexto es la demostración de un argentino que había logrado consolidar un triunfo de manera solitaria y en la adversidad. Tal como podía suceder en Malvinas. El Gráfico presentaba esto de manera imaginaria para consolidar un héroe que brindaba apoyo y confianza. Es más, el hecho de haber triunfado en el principado de Mónaco, por lo que significa ese enclave para la aristocracia, posicionó aún más a Vilas en un lugar de héroe a tanta distancia de los sucesos que ocurrían en las islas. 

“A su lado, Grace de Mónaco lo observaba con una sonrisa en los labios, como si tuviera el poder de alcanzar la mente de ese hombre y saber de la paz interior que invadía su cuerpo. Para nosotros aquí, para los argentinos en la patria, la victoria tenía el sabor de la fortaleza”.

La crónica es amplia, con un relato pormenorizado de la semana, centrado en cuestiones deportivas. Se habla, en un subtítulo, de “una batalla esperada”, evidente término bélico, capcioso y nada casual dentro del momento histórico que se vivía, en alusión al duelo de semifinales con José Luis Clerc. Se señala que Vilas “estaba regocijado por su regreso a la cima” y que “volvía a estar junto a la gloria, pero ahora con los ojos empañados y el corazón puesto en la Argentina”. Toda una descripción ideal para fortalecer el espíritu del lector.

El texto de Hernández es la antesala para la referencia sobre Malvinas. Y aquí, El Gráfico apelará a un recurso del periodismo muy útil para hacer hablar a alguien cuando quien escribe no está dispuesto a tocar determinado tema. Un recuadro con declaraciones orientadas, teñido bajo el título: “El Himno argentino, mi mejor premio”. Allí, Vilas hace un relato de casi cuatro columnas de extensión y en el cual establece su posición con relación a la situación en el Atlántico sur. En el relato no hay una sola pregunta:  

“Lendl (…) sintió la presión de saber que yo tenía las armas para vencerlo. Se dio cuenta que tenía los brazos levantados y listos para pegar (…). Estoy pendiente de ello (la situación en Malvinas) y con todo lo que ha pasado. Durante mucho tiempo tratamos el problema con diplomacia, pero ya era el momento de terminar con esa usurpación. Dios quiera que no lleguemos a derramar sangre, pero debemos sostener lo que es nuestro. (…) Este triunfo es para mi país, para mi gente. No importa dónde esté. Siempre estaré con ellos. La gente lo sabe. Vilas estará para lo que el país lo necesite”.

Así, Vilas no solo será un ganador de un certamen de tenis. Sus palabras son un símbolo de reivindicación. En cierto modo y en otra escala, ya que se trataba del inicio del conflicto bélico, las declaraciones del tenista son el reflejo del “uso y abuso del deporte” (…).

En cuanto a resultados, la gira de Vilas en Europa fue de las más destacadas de su carrera profesional (1973-1989). Sus éxitos continuaron y, dos semanas después, el argentino se adjudicó el torneo de Madrid, nuevamente ante Ivan Lendl. La final se disputó el 2 de mayo de 1982, veinticuatro horas después del primer bombardeo inglés a las Malvinas. Y la cobertura formó parte del número “Argentina”, editado dos días más tarde. En esta ocasión, el triunfo ocupó las últimas páginas del ejemplar y la nota fue escrita por Esteban Peicovich, en ese entonces corresponsal de Editorial Atlántida en España, bajo la consigna: “Vilas, ese admirable luchador”. Cambió el redactor, pero el estilo de relato fue recurrente:

“El monacal silencio del tenis era quebrado por una voz que emergía esencialmente argentina. En esa misma grada, flameaba, cada descanso, la celeste y blanca. En ese mismo lugar se escuchó, preciso, nítido y más armónico y alto que otras voces, el Himno Nacional. (….) Es que se sumó la emoción reinante por lo que estaba ocurriendo allá en el Sur del mundo. (…) Argentina y Malvinas sonaban en las gradas cuando llegó la hora de la verdad”.

No estuvo presente una princesa como Grace de Mónaco, pero sí se destaca la presencia del actor norteamericano Tony Curtis, como testigo de la hazaña. No hubo declaraciones del ganador y cuatro páginas de extensión para el despacho del corresponsal. Vilas nuevamente era el vencedor por sus cualidades deportivas. Pero El Gráfico se mantenía en la senda de la construcción del mito del deportista capaz de vencer a quien se le cruce, en medio de la adversidad.

 Un detalle no menor es la particularidad que se observa dos semanas después, en el ejemplar del 8 de junio, a días del final de la guerra, en la cobertura de la final de Roland Garros, encuentro en el que Vilas cayó ante el sueco Mats Wilander. El espacio es de tres páginas y de una escueta crónica realizada por un colaborador de la revista en París. Es real que el final de la guerra ya se presumía, que el segundo puesto en el torneo más importante del mundo sobre polvo de ladrillo apaciguaba el triunfalismo argentino, pero también es cierto que el mundial de fútbol estaba a punto de comenzar y todo el foco de la revista estaba apuntado, desde lo periodístico, a lo que sucedía en España.

El deporte de los puños y las narices chatas. Si bien la utilización de los éxitos de Vilas fue un capítulo importante en la emisión de un mensaje emitido por El Gráfico durante gran parte de la duración del conflicto, la actuación de otros dos deportistas, Santos Benigno Laciar y Sergio Víctor Palma, vinculados con un deporte también individual como el boxeo, fueron protagonistas de coberturas destacadas, por sus respectivas peleas por el título mundial.

Tanto las preparaciones como las actuaciones de Laciar y Palma tuvieron una amplia difusión, con presencia de enviados especiales de El Gráfico. Laciar recuperó la corona mundial de los moscas en México el 1° de mayo de 1982 y el despliegue formó parte del número 3265, el del contundente título de tapa “Argentina”.

Pero lo destacado, nuevamente, es un recuadro, el segundo texto en importancia, en el cual habla el protagonista, encabezado “Solamente pensé en la patria”. El texto está acompañado por una foto de Laciar, acostado, tomando mate y tapado en el pecho con un buzo que dice Argentina. El artículo está firmado, de puño y letra, por el propio boxeador, y relata sus percepciones sobre lo que estaba ocurriendo en la Argentina. 

“Todas las noches nos pegábamos al televisor esperando noticias. Al final uno quiere subir al ring y pelear, ganar y decirles a los compatriotas: ‘Esto es de ustedes y para ustedes, para nuestros soldados…’  (…) Pero no pude dormir. Por un rato muy largo seguía pensando en la gente. En mi gente, en mí país. Para ellos fue esto. Únicamente para ellos”.

Un mes más tarde, a pocos días de la finalización del conflicto, Alberto Oliva, corresponsal de la Editorial Atlántida en los Estados Unidos, estuvo a cargo de la cobertura de la semana previa de la pelea de Sergio Víctor Palma, en Miami, ante el dominicano Leo Cruz, por el título de los plumas juniors.

Aquí, la relación de los símbolos es mucho más fuerte. La foto más importante de la apertura tiene a Palma vestido con una remera celeste y blanca, que dice Malvinas Argentinas. Sobre la mesa en la que está sentado hay un afiche, puesto adrede, de “¡Argentinos, a vencer..!”, publicidad que utilizó el gobierno argentino como propaganda para estimular a los ciudadanos argentinos durante la guerra. El epígrafe de la foto afirma: “Lectoure, Palma y Domínguez en el restaurante Arriero Argentino. El equipo se abocó a difundir en todo momento la lucha de la Argentina por la afirmación de nuestra soberanía en las islas Malvinas”. El artículo acompaña esta línea, al relatar diferentes hechos realizados por la delegación argentina. 

“La delegación argentina se ocupó también, muy especialmente, de destacar nuestra soberanía en las islas Malvinas y la lucha que sostenemos contra el colonialismo británico. Así, Palma trajo una docena de remeras hechas especialmente por Nanque SA con la leyenda: ‘Las Malvinas son argentinas’, mientras Tito (Lectoure) aportó videocasetes, folletos, cintas con nuestros colores y cien banderas de 45 centímetros por 70 que será repartidas con sus respectivas astas la noche de la pelea. Los carteles ‘Argentina, a vencer’ acompañan siempre al equipo y hubo repartos de cintas en el corazón de Miami Center, en uno de los pocos paseos permitidos por el clima lluvioso”.

A medida que transcurrían los sucesos en Malvinas, diferentes acciones deportivas de relevancia tuvieron su acompañamiento en los textos de la página de El Gráfico. No hubo diferencia entre el tenis y el boxeo. Tanto en los casos de Vilas, Laciar y Palma, la estructura de composición del mensaje fue la misma. El accionar de los deportistas tuvo siempre una referencia cabal con Malvinas. Eso sí, durante la investigación se encontraron algunos casos excepcionales o bien, historias particulares, relacionadas con el hockey sobre patines por un partido entre la Argentina e Inglaterra en Portugal, una carta de un soldado a Maradona y las entrevistas a César Luis Menotti.

*Periodista. Fragmento de su libro El Gráfico y las Malvinas, Periodismo deportivo en tiempos de guerra.