Estos resultados son una síntesis de los estereotipos más arraigados en la política que niegan e invisibilizan la capacidad de liderazgo de las mujeres a través de diferentes obstáculos, muchas veces simbólicos, muchas veces como cuestionamientos directos e indirectos, comentarios o apodos despectivos afirman Joni Lovenduski y Pippa Norris.
La participación política de las mujeres en los países latinoamericanos no es una realidad nueva; sí creciente, al menos en términos cuantitativos. Hay una progresiva presencia de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social que puede deberse a las medidas que en materia legislativa han adoptado la mayoría de los países.
Aunque las mujeres han librado muchas batallas en los campos de la política y del derecho, no ha sido suficiente. Persisten aún numerosos obstáculos formales e informales que obstruyen la participación política en condiciones de igualdad con los hombres. Los partidos políticos funcionan como los principales gatekeepers (porteros) de la participación política de las mujeres sostiene recurrentemente Flavia Freidenberg. Resisten a las mujeres militantes como candidatas, dirigentes o gobernantes, fomentando la existencia de un entramado de prácticas con impacto diferencial para mujeres y hombres.
Los partidos resisten a las militantes como candidatas, dirigentes o gobernantes y fomentan prácticas con impacto diferencial para mujeres y hombres.
Otro impacto importante es el de los medios de comunicación: cumplen una función determinante. Fridkin Kahn y Edie Goldenberg afirman que existen diferencias en las coberturas de candidatos hombres y mujeres vinculadas a los estereotipos de género comunes acentuando las “fortalezas expresivas” (honestidad y compasión, pobreza, educación y atención médica) en mujeres y las “fortalezas instrumentales” (experiencia y liderazgo, seguridad, política exterior, comercio y economía) en los varones. Las candidatas reciben mayor atención con respecto a su estado civil y familiar en comparación con los candidatos.
Los discursos públicos reflejan las desigualdades de género. Aunque es un proceso que comienza a cambiar, la relación entre mujer política y la valoración estereotipada que se hace de ellas, está todavía muy arraigada.
También creemos que los estereotipos están presentes en el diseño e implementación de estrategias de campañas políticas para mujeres, y pretendimos investigar el rol que desempeña la propia conceptualización sobre el género implementada por consultores y consultoras en campañas electorales. Por eso, realizamos una encuesta a 97 consultores y consultoras de Iberoamérica, lo que nos permitió describir los componentes sexistas que hay. Quienes conforman la industria de la consultoría política viven la política desde su hechura misma, la atestiguan, la crean, la vivencian de primera mano. Construyen y reproducen política y además, exportan prácticas de país a país o de región a región. Por eso investigamos su rol.
En el sexismo las relaciones estructurales entre hombres y mujeres, si bien implican, como muchas relaciones intergrupales dominación y subordinación, también pueden tener estrechas relaciones románticas, familiares, en definitiva, no hostiles. Esta dualidad sugiere que el prejuicio hacia las mujeres no encaja en el molde teórico del prejuicio como una antipatía pura.
Peter Glick y Susan Fiske consideran el sexismo como una construcción multidimensional que está compuesta de dos grupos de actitudes sexistas: hostil y benevolente. El sexismo hostil, sostienen, encaja en la definición clásica de prejuicio. Es acto de pura violencia. En cambio, el sexismo benevolente, son actitudes interconectadas hacia las mujeres, que la representan de forma estereotipada y en roles restrictivos. Se dan actitudes de protección hacia la mujer, una reverencia hacia el rol de las mujeres como esposas y madres, y la idealización de la mujer como objetos románticos, de la mujer maravillosa. El tono positivo es de quienes lo expresan, aunque no siempre es interpretado de la misma manera por quienes lo reciben. Este sexismo no es bueno puesto que, a pesar de expresar sentimientos positivos, siguen sosteniendo estereotipos tradicionales y la dominancia masculina (el hombre como proveedor y la mujer como su dependiente), con consecuencias dañinas.
En el estudio, las respuestas abruman: la situación de las mujeres en política es totalmente desventajosa. La única excepción es cuando se pregunta sobre la formación/capacitación de las mujeres.
Más del 60% de consultores/as ha participado en una campaña electoral en la que la candidata es mujer en los últimos diez años, y su percepción de que la política es un ámbito tradicionalmente masculino es muy alta.
Ante la pregunta: “¿existen diferencias entre clientes varones y mujeres en relación a su actuación en la política?”: la mayor cantidad de respuestas (48,3%) están vinculadas a diferencias de recursos externos a la candidata en la disponibilidad de recursos económicos (17,3%), en los apoyos partidarios (17,3%), en las relaciones vínculos con personajes importantes de la política (10,5%) y en la información que manejan (3,2%). Solo el 9,1% admitió que “no existen diferencias”.
En la comparación entre varones y mujeres, los recursos económicos, la experiencia y trayectoria, los apoyos partidarios y el tiempo que le dedican a la actividad son los recursos más escasos para las mujeres, mientras que solo superan a los varones en sensibilidad. Aquí, como se ve, aparece la benevolencia con todas sus luces.
Los datos no dejan lugar a dudas sobre la percepción de consultores/as en relación a la desventajosa situación de las mujeres en la actividad política. Más del 80% opinó que la situación de las mujeres en el acceso a los recursos económicos, el acceso a espacios de poder y a la mesa de decisiones es peor para mujeres que para varones y más del 60% admitió que la consideración de sus propuestas y opiniones o proyectos, la distribución en el uso de la palabra también es desventajosa para ellas; mientras que el 72,4% dijo que la disponibilidad de horarios para reuniones y actos políticos y la convocatoria a reuniones o encuentros en los que se deciden cuestiones importantes es peor para mujeres que para varones. La única excepción es la formación/capacitación de las mujeres.
Violencia política de género. La violencia política de género según la define la Ley Modelo Interamericana sobre Violencia Política contra las Mujeres, consiste en “cualquier acción, conducta u omisión, realizada de forma directa o a través de terceros que, basada en su género, cause daño o sufrimiento a una o varias mujeres, y que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos. La violencia política contra las mujeres puede incluir entre otras, violencia física, sexual, psicológica, moral, económica o simbólica” (art. 3).
Distintos estudios han registrado la extensión y persistencia de la violencia hacia las mujeres en política. En nuestro estudio pudimos identificar cuatro grupos de agresiones. En una primera clasificación, las agresiones verbales: los comentarios sobre el estado emocional y mental (“estás nerviosa”, “estás loca”, “sos muy sensible”, “sos muy intensa”, 89,80%) responden al estereotipo femenino vinculado a una sensibilidad emocional especial atribuida, durante mucho tiempo, incluso por la ciencia, a diferencias psicológicas producidas por cambios hormonales y, por consiguiente, a una inestabilidad que afecta sus capacidades. Las bromas hirientes basadas en el género, comentarios misóginos, ridiculizaciones y agresiones verbales (92,9%) son la expresión más inmediata y extendida de este estereotipo.
Delegarlas al papel de secretaria en las reuniones es la muestra más acabada del desprecio por la palabra de la mujer, una tarea de menor importancia que las "pone en su lugar".
En un segundo grupo, puede identificarse una desvalorización de la palabra y la opinión, a través de la invisibilización de propuestas y proyectos (81,6%), distribución desigual del uso de la palabra (75,5%), impedir la asistencia a reuniones o no ser convocada (74,5%) y un velado desprecio por sus opiniones (76,5%). La delegación de actividades de asistente o secretaria en las reuniones (79,6%) es quizás, la manifestación más acabada del desprecio por la palabra de la mujer, relegada a una tarea de menor importancia que “pone en su lugar” a quienes hablan y a quienes callan.
En un tercer grupo, la retención o negación de recursos para el desarrollo de la actividad política: organización de reuniones o actos políticos en horarios que no contemplan las tareas de cuidados (70,4%), falta de apoyo para la organización del tiempo familiar con el político (73,5%) (muchas veces en el mismo seno familiar), la retención de información (71,4%), el sabotaje a materiales de campaña (52%), la distribución desigual del trabajo político (82,7%) y la falta de recursos económicos (83,7%).
En un cuarto grupo, la agresión personal, verbal y física, incluyen la utilización de propaganda política en contra de su imagen personal basada en discriminación de género (65,3%) y el menosprecio por ser mujer, la difusión de información privada para dañar su imagen (70,4%), contacto físico no deseado (58,2%), chantaje sexual (54,1%), amenazas personales (46,9%) y a familiares (36,9%), agresión física (36,6%) y abuso sexual por parte de pares o superiores (27,6%). El espectro de violencias es amplio y de gran magnitud.
Campañas con perspectiva de género. Si bien el 90,8% de los/as consultores/as admitió conocer las leyes de paridad de género de sus respectivos países, sólo el 74,2% las aplica en su ejercicio profesional. El 59,5% de las consultoras mujeres han tomado algún curso, mientras que entre los varones el porcentaje baja al 43,6%.
En cuanto a los equipos de trabajo multidisciplinar con el que se trabaja en una campaña (de consultoría, diseño, producción, imagen, digital, etc.), la capacitación en perspectiva de género está menos extendida. El 24,7% ha tomado algún curso, el 25,8% se ha capacitado con alguna lectura propia. El resto no está capacitado.
A la hora de diseñar una estrategia electoral y definir un perfil público para sus candidatas, la mayoría de consultores/as (88,7%) se inclinaron por promover una imagen de mujer trabajadora profesional, destacando sus capacidades técnicas, de trabajo y sus logros profesionales. El 78,4% eligieron acentuar un perfil de candidata guerrera, como una líder que lucha y rompe reglas sociales y ejerce un liderazgo que la posiciona como vocera de las ideas de su grupo.
Muchas voces sostienen narrativas predominantes en la construcción de estereotipos femeninos: 1. Enfatizan el papel doméstico o aspectos de la vida privada de las candidatas. 2. Explican su carrera política y sus logros en relación con hombres influyentes. 3. Apuntan a su falta de racionalidad, pero resaltan su inteligencia emocional. 4. Destacan su apariencia física y vestimenta, resumido por Karolina Gilas y Luz Parcero.
El sexismo no es una actitud unívoca, sino que se presenta muy ambivalente. Es por ello que, a pesar del conocimiento sobre las diferentes dimensiones de la igualdad de géneros y sus conceptualizaciones y una actitud positiva auténtica hacia ellas, subyacen posturas sexistas producto del propio contexto geográfico, tradición cultural y proceso de socialización.
Creemos que una porción nada desdeñable de la consultoría tiene un sexismo hostil, pero una porción muy, pero muy significativa se mueve hacia posturas de sexismo benevolente en muchas cuestiones. La percepción de la desigualdad de género resulta una variable significativa para explicar y analizar las actitudes sexistas. Existe entre consultores/as una percepción de desigualdad superior al 80%, aunque hay un porcentaje entre 12,30% y 19,4% que niegan la existencia de tales desigualdades.
Quizás, la altísima percepción de masculinidad en la política está naturalizada y generalizada en la consultoría a través de tres fenómenos transversales:
a) una clara comprensión de dificultad del acceso de las mujeres a la política;
b) un amplio sexismo benevolente que se convierte en mayoría en muchas respuestas;
c) un sexismo hostil, que no es mayoría, pero es preocupante porque llega al 20% en algunas respuestas
d) marcados estereotipos asociados a características emocionales afectivas
La idea de que “el poder es masculino y la empatía femenina” es una distorsión, pero así se la percibe en el estudio. Por eso también es necesaria la discusión del rol de la consultoría política en la contribución a la eliminación de los estereotipos y actitudes y prácticas excluyentes de las mujeres de la política y de la eliminación de la violencia, en definitiva, la eliminación de los obstáculos que obstruyen el acceso de las mujeres a la política.
* Magíster en Comunicación Política. Investiga opinión pública. Docente. Integra Maraton ComPol, la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (Alice), Mujeres Líderes de América y Red de Politólogas.
**Director de la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral. Presidente de Alice.