El final del invierno es un momento muy esperado por los habitantes de las sierras de Córdoba: significa que por unos meses no habrá que preocuparse por las temperaturas bajo cero, la escarcha y la nieve, las dificultades para calefaccionar las viviendas con los altos costos que esto implica, significa que sobrevivimos a la estación más dura del año, todos los años.
Al mismo tiempo, con la despedida del invierno y los primeros calores de la primavera llega, sin apuro pero sin falta, la posibilidad de los incendios forestales. Los pobladores ya están acostumbrados al fenómeno y se preguntan a qué valle le tocará esta vez, en muchos casos es más de uno al mismo tiempo. Las condiciones del tiempo: calor, vientos de mucha intensidad, sequía después de meses sin lluvias cuando en el año han sido particularmente escasas; todo predispone a que con un pequeño disparador se desate la tragedia.
Porque para los habitantes de las sierras cordobesas cada incendio es una tragedia. Ver las montañas envueltas en llamas, imaginar el destino de los animales salvajes, los árboles en llamas, las cenizas en el aire, la potencia destructiva de la naturaleza en su máxima expresión.
El año pasado se quemaron en Córdoba más de veinte mil hectáreas, tanto en zona serrana como en llano. Entre los peores incendios de 2018 se encuentran las cinco mil hectáreas quemadas en la zona de Villa de María de Río Seco (norte provincial) y las seis mil quinientas que ardieron al sur del valle de Traslasierra, en el oeste del territorio cordobés. Dos años atrás, en 2017 se sucedieron tres incendios de mucha magnitud en una misma región serrana. Desde La Calera hasta Cosquín, entre Punilla y Sierras Chicas, se quemaron unas 10 mil hectáreas serranas.
La semana pasada coexistían varios focos de incendio en distintos valles: en Mina Clavero y Nono (Valle de Traslasierra), Salsacate y Santa María de Punilla, y el incendio de gran magnitud afectó a los pueblos de La Cumbre y Villa Giardino, donde según estimaciones se quemaron alrededor de 1800 hectáreas que comenzó en la madrugada del viernes 27 de septiembre y se mantuvo activo por casi cuatro días.
Héroes sin capa. Recibir las noticias de que se prendió fuego en cercanías de donde uno vive nunca es momento grato, sabemos que con esta noticia vendrán horas (tememos días) de angustia y zozobra porque siempre conocemos el momento del inicio del fuego pero no cuándo y cómo va a terminar.
La primera señal de alerta es el humo y las cenizas en el aire, a distancia se van tiñendo de color naranja las laderas y las quebradas de las sierras que desde los pueblos la gente observa con preocupación. Algunas veces el incendio dura unas horas en la zona alta de las sierras donde no corren peligro las casas ni los animales domésticos (la pérdida de la fauna salvaje es también muy dolorosa) pero en la mayoría de los casos con el correr de las horas el incendio va creciendo en magnitud y ferocidad.
Lo que era una llama en el tope de uno de los cerros se convierte en cuestión de minutos en una cortina naranja que va cubriendo toda la montaña y se acerca sin pausa a la zona de interfase, donde son cada vez más las construcciones dada la demanda habitacional que hay en la zona.
Mientras, a lo lejos, se escucha la movilización desde los cuarteles: las sirenas de las autobombas y los camiones de las dotaciones que concurren a sofocar el fuego que crece, y se agiganta y que en ese momento parece imparable, un sonido que lleva tranquilidad a los corazones de la gente en sus casas pero que colma de angustia aquellos de las familias de los bomberos voluntarios que tienen que correr al cuartel. Patricia Bobatto es bombero voluntario en el Cuartel Nro. 77 de Villa Giardino desde 1989 y ella pasó con sus compañeros interminables horas sin descanso al pie del fuego, mientras su hija Giselle escribía en las redes “Mi querida madre, aun saliendo corriendo al llamado de la sirena. Hace tres días que está combatiendo el incendio de La Cumbre que ya se extendió hasta Villa Giardino. Para muchos una héroe… Para mí, mi mamá que arriesga su vida para cuidar a los demás”.
Durante las horas de luz también vienen en auxilio los aviones pero a la noche no pueden actuar ya que la visibilidad es nula. En el incendio de La Cumbre y Villa Giardino trabajaron cuatro aviones hidrantes de la provincia y un helicóptero con el apoyo de dos aviones vigía que envió el gobierno nacional.
El vuelo es incesante desde y hacia el aeródromo de La Cumbre donde tienen su base y recargan agua y combustible y los pilotos descansan, beben un trago de agua y vuelven a salir en vuelos circulares que se repiten una y otra vez.
Cuando se escucha el motor del avión que se acerca es inevitable mirar al cielo y agradecer al piloto por su destreza y su valor. Y en el caso del fuego de Punilla la gratitud y la admiración son aún más cercanas a casa porque uno de esos pilotos volando al ras de las llamas es Pedro “Michi” Paczkowski, nacido en La Falda, amigo de todos, héroe de este incendio junto con sus compañeros del Plan Provincial del Fuego, que en sus pasadas por sobre la casa de Huerta Grande donde su familia lo espera hace un movimiento con las alas de su avión que ellos reconocen y así saben que está bien.
Gente de a pie. Mientras tanto los vecinos como pueden defienden sus casas: mangueras y baldes con agua mojando paredes, techos, perímetros de las casas, pérgolas y jardines sin perder de vista las llamas, porque en cuestión de minutos las distancias se acortan a una velocidad demencial. Son días de mucha ansiedad cuando el viento sopla sin pausa y el pronóstico no auspicia lluvia. Por las noches largas donde el incendio se ve aún más amenazador por la oscuridad reinante nadie duerme, o se duerme a medias atentos a los sonidos de afuera, al teléfono en la mesa de luz, a la llamada a evacuar de las autoridades.
María Marta Bertopaulos tiene su cabaña de artesanías en el Camino de los Artesanos desde hace más de dos décadas. Esta vez el fuego llegó a doscientos metros de su propiedad, ella como tantos otros pasó horas de mucha incertidumbre y miedo porque el avance del fuego en la noche del sábado parecía imparable: “Nunca lo viví en los veinticinco años que estoy en La Punilla... es desesperante tener semejantes llamas a solo dos cuadras”.
Ahí es cuando se demuestra la solidaridad y los amigos del pueblo y de pueblos vecinos que dejan sus hogares para partir a acompañar a aquellos otros que tienen sus casas en riesgo, así muchos grupos hicieron guardia toda la noche con baldes, mangueras y sobre todo el hombro amigo en el que apoyarse en un momento de tremenda dificultad. Eduardo Quinteros es un vecino de La Falda que, estando él mismo a salvo del fuego y sin riesgos, se quedó con un grupo de ocho amigos en la casa de Javier Gaione, vecino de La Punilla, cuya casa sí corría serio peligro. “Nunca me imaginé que esto fuera así, el calor que se siente desde acá es impresionante a 150 metros del fuego” .
Cristo en llamas. El viernes a la madrugada comenzó el incendio en un campo de La Cumbre cuando una rama muy pesada cayó sobre un cable de alta tensión cuya descarga originó la primera llama. De allí el fuego fue avanzando por la zona lindera al Dique San Gerónimo acercándose a la zona poblada de la cual muchos vecinos tuvieron que evacuar sus casas por riesgo de fuego y por la cantidad de humo que hacía imposible respirar. Ese día en La Cumbre hubo suspensión de actividades, los chicos no tuvieron clases y la gente del pueblo observaba desde pleno centro los cerros brillantes con llamas de hasta cuatro metros de altura, y todos coincidían: nunca habían visto algo igual.
Con el correr del día la situación se fue agravando y al atardecer el fuego había llegado a metros de las casas del barrio La Costa, al pie del icónico Cristo de La Cumbre que aparece en imágenes teñido del color naranja del fuego. Allí la tarea contrarreloj de los bomberos logró controlarlo a pasos del propio cuartel pero los vecinos tuvieron que dejar sus casas por seguridad.
Cuando te piden que evacúes tu vivienda porque estás en riesgo, ¿qué llevás con vos? Siempre pensando en la seguridad de los seres queridos, la gente cumple con las órdenes de los bomberos, dejando sus casas con el corazón partido, con mucha incertidumbre, miedo, angustia. Natalia Germani es vecina de La Cumbre y tuvo el fuego a escasos metros del patio de su casa: “Ni lo pensé, armé un bolso con los documentos y una muda de ropa y lo dejé en el auto lista para irme si tenía que hacerlo”.
Sin dudas el mayor e invalorable logro de todas las fuerzas vivas que se unieron para combatir este terrible incendio en estos días fue extinguir un incendio de tal magnitud, tan cercano a las viviendas, con peligro real para muchos de los habitantes de La Cumbre y Villa Giardino, sin daños de consideración en ninguna vivienda y sin víctimas. Ni una persona lastimada, ni una casa quemada. ¿Cómo lo hicieron? Gracias a la preparación, a la coordinación de todos los organismos que prestaron servicio y al corazón inagotable de tantos bomberos, voluntarios y brigadistas que se unieron en causa común contra el avance feroz del fuego.
Y lo vencieron en su territorio.
*Desde Villa Giardino, Córdoba.