Hace treinta años, los alemanes vivimos uno de los días más felices de nuestra historia. “Ahora lo que debe estar unido empieza a unirse”; estas famosas palabras del ex canciller alemán Willy Brandt describen lo que sintieron los alemanes en 1989 y 1990.
El 9 de noviembre de 1989, después de décadas de división, pudimos, entre lágrimas de felicidad, ser testigos del principio del fin de la división alemana: el Muro de Berlín, el muro entre las dos Alemanias, empezó a caer. Apenas un año después, el 3 de octubre de 1990, los alemanes celebramos nuestra reunificación en paz, democracia y libertad. Y fue más que la unidad alemana: con el Muro también caía la Cortina de Hierro que había desgarrado a toda Europa.
Siempre recordaremos el ejemplo de los ciudadanos de Alemania Oriental, que derribaron el Muro y que lograron la unidad de nuestro país. Por eso, el lema de las celebraciones de la unidad en Alemania en 2019 me parece muy adecuado: “Mut verbindet”, el coraje une. Estos ciudadanos consiguieron algo muy raro en la historia: una revolución pacífica.
Además de la valentía, la solidaridad fue un elemento esencial: la revolución fue un esfuerzo colectivo, en el cual ciudadanos que no se conocían se unieron en la misma causa, y también recibieron ayuda de los ciudadanos de Alemania Occidental. Sin esta solidaridad, sin esta fuerza de la sociedad civil, la reunificación no hubiese sido posible.
Es muy importante destacar que no fueron solamente los alemanes los que actuaron con gran arrojo y solidaridad. También debemos nuestra unidad a millones de ciudadanos de otros países de Europa central y oriental, a los trabajadores de Gdansk, a los protagonistas de la revolución en los países bálticos, a los húngaros, y a muchos otros. El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Heiko Maas, hace pocos días lo definió así: “La unidad alemana fue también un regalo de Europa a Alemania; y precisamente al final de un siglo durante el cual Alemania causó un sufrimiento inconcebible a todo el continente”.
Es cierto que aún hoy nos enfrentamos a desafíos resultantes de esta historia. Como toda división, nos dejó pesadas herencias. Pero si algo nos han enseñado la caída del Muro y la unidad alemana es que no existe desafío que no se pueda enfrentar si lo hacemos unidos. Vale la pena recordar estas experiencias en tiempos de grieta entre los países y dentro de ellos. En este sentido, el lema “El coraje une” es también una advertencia: no dejarse dividir por nuevos muros, ya sean físicos, virtuales o mentales.
El espíritu de nuestra unidad también es nuestra guía en la política exterior de Alemania. Somos muy conscientes de que tanto nuestros aliados transatlánticos –nombro al presidente Bush– como Europa occidental y nuestros vecinos en el este de Europa tuvieron confianza en el desarrollo pacífico y positivo de una Alemania unida, y que por eso nos brindaron su gran respaldo. Asimismo, no olvidaremos el papel de Mijail Gorbachov como precursor de la unidad alemana junto con nuestro canciller federal de entonces, Helmut Kohl.
Para la Alemania de hoy, nuestras alianzas son claves. Trabajamos en la Unión Europea y con nuestros socios de todo el mundo para mejorar la economía, superar divisiones, contribuir a la resolución de conflictos y promover los derechos humanos y el Estado de derecho. Estamos convencidos de que nuestro bienestar y nuestra seguridad dependen de un orden internacional basado en normas, reglas, y la cooperación multilateral.
Motivados por esta convicción, somos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU durante 2019-2020. Por la misma razón, hemos creado una alianza para el multilateralismo, en la que todos los países interesados pueden participar. Y, finalmente, hace cuatro meses el gobierno alemán lanzó una iniciativa para cooperar más estrechamente con los países de América Latina.
La necesidad de tener alianzas fuertes es, para mí, una de las lecciones más importantes de la reunificación de Alemania. El progreso real nunca puede alcanzarse por sí solo.
*Embajador de Alemania en Argentina.