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Desde Chile, otros ‘outsiders’

Los hermanos Kaiser: Milei y el origen de los “parásitos mentales”

Una derecha sin filtros, mal hablada y que desafía el statu quo. Así como en Argentina, en Chile ocupan cada vez más espacio los hermanos Kaiser; uno de ellos autor del polémico libro acusado de plagio “Parásitos mentales”, que Javier Milei adoptó recientemente en su discurso.

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En los últimos años, el escenario político chileno se ha transformado en un verdadero campo de batalla de extremos. Y, en este contexto de creciente polarización, pocas figuras encarnan y, al mismo tiempo, amplifican esta dinámica tan claramente como los hermanos Johannes y Axel Kaiser. Su ascenso y consolidación no son casualidad; son el resultado de una lectura aguda del descontento ciudadano y responden a una estrategia discursiva implacable que ha sabido capitalizar la radicalización del debate en el Chile del último tiempo.

Hay uno parecido en Argentina. Su discurso, a menudo comparado con el de Javier Milei por su estilo directo y su rechazo al “establishment”, ha logrado conectar con un segmento del electorado enojado, cansado de los matices y las medias tintas. Johannes Kaiser, al criticar duramente a figuras como Michelle Bachelet y Jeannette Jara –a quien tildó de “Bachelet con esteroides”–, no solo marca distancia, sino que define un adversario claro y moviliza a quienes anhelan una ruptura radical con el modelo “heredado de la izquierda”. Su promesa de “desmantelar las reformas de Bachelet y Boric” y su visión de que “los pobres tengan la posibilidad de crecer”, gracias a la libertad económica, resuenan en un contexto de estancamiento y frustración ciudadana. Ha asegurado que su gobierno revertiría el modelo heredado de la izquierda, rechazando cualquier alianza con el progresismo.

Kaiser no se limita en su crítica, toda vez que su estrategia es la de la confrontación directa y la propuesta rupturista. Su candidatura es un grito de guerra contra lo que considera la “mediocridad” y la “ideologización” del sistema. Al prometer desmantelar las reformas de Bachelet y Boric y revertir el modelo, busca galvanizar a un electorado que se siente traicionado por las promesas incumplidas y por la falta de soluciones concretas. Su estilo, que algunos tildan de provocador, es precisamente lo que atrae a quienes buscan una voz que no se amolde a lo políticamente correcto y que hable sin tapujos de los problemas que perciben.

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Quiénes son los Kaiser. La irrupción de Johannes Kaiser como candidato presidencial del Partido Nacional Libertario (PNL) y su rol en el pacto parlamentario Derecha Unida con republicanos y socialcristianos, es una manifestación concreta de una corriente que ha encontrado su nicho en la desafección hacia la política tradicional y en la búsqueda de voces “sin complejos”. Mientras la derecha más tradicional, representada por Chile Vamos, lucha por contener la fragmentación y la izquierda oficialista intenta moderar su discurso durante la última parte del gobierno, tras la derrota constituyente y en las últimas semanas debido al triunfo de la candidata comunista Jeannette Jara en las primarias del sector, los Kaiser han logrado posicionarse como los adalides de una derecha sin filtros, que no teme confrontar ni desafiar el statu quo.

Aunque las encuestas sitúan a Johannes Kaiser entre un 5% y un 8% de intención de voto, su influencia trasciende los números. Porque su jugada no solo busca votos, apuesta a moldear el debate, empujar la conversación hacia sus términos y radicalizar las posturas de la propia derecha. Su presencia obliga a otros actores a definirse y, en ocasiones, a endurecer sus propios discursos para no ceder terreno en el flanco más conservador y libertario. Esta dinámica, si bien puede fragmentar el voto de derecha en primera vuelta, asegura que sus ideas y su visión de “nueva derecha” permanezcan en el centro de la discusión pública.

Su hermano, Axel Kaiser, gracias a su pluma incisiva, ha sido un arquitecto de esta contrarrevolución cultural. Su insistencia en la defensa de los principios fundamentales de la sociedad libre, su crítica implacable al populismo, al progresismo desbocado y a la tiranía de las minorías identitarias, ha proporcionado el andamiaje intelectual para esta suerte de nuevo despertar. La cruzada de Axel se trata de librar una batalla de ideas, de desmantelar los mitos y las falacias que han empobrecido a Chile y a la región. Su voz, a menudo tildada de “provocadora”, pretende convertirse en un llamado a la “lucidez” en un mundo que a su juicio parece haber perdido el rumbo.

En la última década Axel Kaiser ha forjado un espacio propio como intelectual público, llevando el debate desde las redes sociales a los libros y conferencias internacionales. Su capacidad para simplificar ideas complejas y su desafío a las narrativas dominantes lo han convertido en un referente para quienes buscan una defensa férrea de la libertad individual y una crítica sin concesiones a las ideologías colectivistas. Su influencia se ha extendido a la formación de nuevas generaciones de líderes de opinión y ha contribuido a la reconfiguración del pensamiento de derecha en la región, consciente de que la batalla cultural es tan relevante como la política.

Milei y los parásitos mentales. Una de las ideas más resonantes de Axel Kaiser, popularizada en su libro La tiranía de la igualdad y luego en la obra Parásitos mentales (cuya autoría ha sido objeto de controversia por acusaciones de plagio), es la de los “parásitos mentales”. Concepto que describe a aquellos cuya mente, según su visión, ha sido colonizada por ideologías que los privan de la razón y que los impulsan a defender el estatismo y el colectivismo. Esta metáfora fue adoptada por el presidente Javier Milei para sus oponentes políticos, afirmando que sus mentes “han sido tomadas por parásitos que los privaran de toda razón”. Una apropiación discursiva que para sus críticos sería el “plagio del plagio”.

La trayectoria de Axel Kaiser no ha estado exenta de polémicas por sus declaraciones y posturas. Una de las más recordadas fue su tenso intercambio con el Premio Nobel Mario Vargas Llosa en 2018, cuando Kaiser le preguntó si preferiría vivir en la dictadura de Nicolás Maduro o en el Chile de los años 80. Vargas Llosa, visiblemente molesto, le respondió tajantemente: “Esa pregunta yo no te la acepto... Las dictaduras son todas malas”. Esta confrontación puso de manifiesto la visión de Kaiser que, para algunos, relativiza la condena a regímenes autoritarios si estos cumplen con ciertos objetivos económicos o de orden.

El economista también generó controversia al relacionar al nazismo con el Frente Amplio y el Partido Comunista (chileno) y al afirmar que el próximo presidente de Chile debería respaldar acciones que impliquen «correr bala» (usar la fuerza letal) para combatir la delincuencia.

Más allá de Chile. La irrupción de figuras como los hermanos Kaiser no es un fenómeno aislado y es consecuencia de un profundo fracaso intelectual y moral de las élites tradicionales. En la última década, irrumpió una narrativa estatista y colectivista que poco a poco colonizó el debate público, silenciando las voces que defendían la libertad individual, la propiedad privada y el rol limitado del Estado. La izquierda, con su agenda de “refundación”, no hizo más que acelerar un proceso de erosión institucional y económica que ya venía gestándose. En este vacío, las ideas liberales clásicas y el sentido común conservador, que antes eran marginales en el discurso público chileno, han encontrado en el último tiempo un eco cada vez más masivo.

En definitiva, los hermanos Kaiser han demostrado ser maestros en el arte de navegar y beneficiarse de la polarización. No son meros espectadores; son actores que, con cada declaración y cada propuesta, profundizan las divisiones ideológicas, consolidando su espacio como referentes de una derecha que no pide permiso y que, para bien o para mal, ha llegado para quedarse en el corazón del debate político chileno. Su legado será el de haber forzado a Chile a mirar de frente los extremos, y a decidir qué camino tomará en esta encrucijada histórica.

Y para los que desconfiamos de los extremos y creemos en que el diálogo y los acuerdos son la base de la política, sin duda, la radicalización del debate y la polarización, y quienes se benefician de ella, siempre son una mala noticia.

*Director de Comsulting.